LA SITUACIÓN ANTE LA LLEGADA DEL SEÑOR

LA SITUACIÓN QUE NOS ENVUELVE ANTE LA LLEGADA DEL SEÑOR merece un análisis detallado.

Son muchos los factores de cambio; por un lado los que afectan a la política a nivel mundial, y por otro, y que más nos refiere, los que están afectando a la Iglesia como comunidad de Cristo. Si bien no podemos olvidar que los cristianos residen en un mundo secularizado, que se ha olvidado de Jesucristo, o que en gran medida lo rechaza o lo aborrece. 

No voy a detenerme ahora en este rechazo, convertido en anticristo, por más que su auge está ya configurando el mapa sobre el que el Señor realiza su llegada, y es lo que va a salirle al paso. En modo paralelo a su venida primera, Nuestro Señor, tampoco ahora halla dónde reclinar la cabeza.

Voy a centrarme en la Iglesia, la cual confluye, con su actitud, especialmente desde los dos últimos Papas, en configurar un escenario hostil a Cristo, sea que con sus palabras, los pontífices, y otros miembros encumbrados, traten de hacer parecer otra cosa. 

Cabría hacerse muchas preguntas, demasiadas, como por ejemplo:
-Qué sucede para que el ámbito de lo espiritual esté cada día más ausente.
-Qué, para que la distancia del Cielo y de todos sus eventos sobrenaturales: milagros, apariciones, hechos inexplicables, sea cada vez más díficil de sostener, y se halle desprovista de adeptos, al menos entre los que ostentan el poder jerárquico.
-por qué Jesucristo resulta cada vez más difícil de asimilar, y se le excluye no sólo en su Presencia, cuanto cada vez más en la verdad de su doctrina.

Poco a poco nos las iremos haciendo, porque surgirán en medio de todo cuanto voy a a tratar de abordar y cuanto me cabe estar declarando, y es revelación misma. 

La situación es convulsa, cuando no rara, por no llamarla extravagante. El católico hoy, es un ser aislado, perdido, confuso, intimidado que ha perdido la fuerza, y deambula como la hojarasca, sin saber donde posarse, porque le han arrebatado sus fundamentos, los que Cristo manifestó y sigue manifestando, los que Pablo de Tarso defendió, y coronaron los Doce en la que fue primera Iglesia.

La actual, no se parece en nada, o casi nada a aquella. La han convertido en una anomalía, un híbrido que carece de ser propio, y ha de compaginarse a todo, a todos, a cualquiera que manifieste tener carisma o deidad, siempre que no se trate de Jesús de Nazaret, al cual se le despoja de lo que tuvo, para dar no una verdad, sino una imagen de solidaridad arbitraria, que quiere llamar "hermandad" a todo cuanto no la contiene. Entraríamos en muchos y profundos debates filosóficos y teológicos, para no llegar a parte alguna. Jesús mismo declara con su voz esta Palabra:

    " PUES, ¿QUÉ SERÍAN? MUCHOS PUEBLOS AJUNTAOS Y NINGUNA CABEZA."

Los que han realizado este híbrido, no están decididos a dejarse ganar ni por la fe, ni por la verdad, y desde ese pináculo de falsía en el que se mueven, su opinión carece de todo cuanto es preciso ante la opinión de Cristo, que es en último término la que nos interesa; y razón por la que procedo a declarar estos hechos.

Me remontaré a dos momentos de especial intensidad, que han configurado la Iglesia de nuestros días, y cuyas secuelas padecemos en todo el ámbito de la cristiandad.
Suceden dos momentos claves, para la deriva que observamos en la Iglesia, el primero de ellos tuvo lugar en el año 1999, con la publicación por parte de Ratzinguer del documento: DOMINUS IESUS, que después de ser publicado y firmado por J. P. II, halló la oposición de más de setenta teólogos de todo el mundo, encabezados por K. Ragner, los cuales forzaron la retirada de dicho documento, y lograron que Ratzinger se retractara de su postura y definición, lo mismo que el Papa. 
Dicho documento, establecía la verdad, con un sesgo único y absoluto, y en ella a Jesucristo como la única verdad existente, y como único Dios. Se logró por ello que en su lugar naciera la verdad relativa y sesgada, a la que tanto se referiría el pontífice después, sin lograr apartarla, o porque en aquel momento no tuvo el valor para defender la que había tratado de alzar con el "Dominus Iesus". 

Ya no se oiría hablar, a partir de entonces en modo alguno de la verdad absoluta; es más se oía decir algo que ha calado profundamente en la sociedad, y es falso: "Nadie tiene la verdad.  La verdad absoluta no existe; la Iglesia católica tampoco la tiene." 

Este es el comienzo de su despeñamiento: reconocerse ausente de la verdad, equivale a situarse por fuera de ella. Y si es cierto que el pueblo, ni sus líderes la tienen, por causa de lo limitado de su humanidad, sí la posee Jesucristo, el cual 
la muestra y la otorga para que quienes lo siguen y lo adoran no carezcan de su referencia.

 Este primer desliz, hizo retroceder a la Iglesia en modo terrible, sin que supiera darse cuenta de ello; y a pesar de que Jesucristo sí anduvo avisándole enviándole quien da testimonio, a J. Ratzinguer, ya Papa, para que volviera atrás, a los principios, a la Iglesia primera de Pedro y los Doce, iniciando con cuanto le mostraba la conversión verdadera, que constituída en torno a él, asegurara la paz. 

Su papado discurría en medio de afanes contrapuestos: de un lado él parecía querer establecer aún a Jesús y sus opciones, pero careció de caracter suficiente para ello, siendo Ratisbona ya el entierro al que condenó a su Señor, y donde lo dejó estar sin mover un dedo hasta el final de su papado activo. Y todavía.
En la conferencia de Ratisbona, cuando declaró a Jesucristo y su verdad, nuevamente fue abucheado y forzado a desdecirse, de modo que "hubo de pedir
perdón", ante  un auditorio, que hacía hueco al Islám, y pugnaba por abajar a la Iglesia para ponerla a nivel con las demás religiones. Algo así como "mal de muchos..." El Papa ya no pudo, ni quiso defender a Jesucristo, como el único Dios y Centro, y en adelante tanto él como su sucesor actual, lo mantienen enterrado, cuando no sometido al arbitrio que sobre él quieren establecer los demás.

De aquellos polvos vienen estos lodos: dos negaciones fragrantes: la una sobre la verdad de Jesús, que pasa a anularse, y la otra obre el fundamento de la Iglesia, que ha  dejado de ser columna sobre la que se sostiene el cielo.

Las consecuencias de estos modos, están concediendo frutos cuantiosos, por los cuales sobreviene una cada vez más acentuada hostilidad al Señor, y una NEGACIÓN sistemática para admitirle aparecido, Presente, Vivo, real, tratando él sí, de  recoger a su pueblo y darle la prometida salvación, si lo escucha, pero no así quienes gobiernan su Casa, los cuales marcan unas directrices obligadas que han de seguir todos consagrados y seglares, desde las cuales desnaturalizan los hechos de fe que eran genuínos, y han configurado el sentir católico desde los inicios. Como ellos no reciben al Señor que se manifiesta, el pueblo está careciendo de toda referencia de su ESTAR, de SU PRESENCIA y de TODO CUANTO HOY NOS DICE.

Lo que Ratzinguer configuró entonces ante el mundo, subrayado y patente, vino a acreditarse en un modo de rechazo pertinaz a la enviada del Señor, y a recibir las Nuevas que el Señor anduvo transmitiéndole desde que era Prefecto para la Doctrina de la Fe, con J. P. II (1996) hasta el año 2013, que se retiró de ser Papa activo. En ningún momento quiso abrir la puerta del Vaticano, ni dar entrada a la revelación que recibía, ni a la voz misma de Jesucristo, que por medio de cuantiosos Oráculos, le explicaba su Venida y el arrepentimiento necesario, en orden a una pronta conversión.

La Iglesia así, prosiguió su deriva, y se dispuso a entrechar aún más los lazos con todas las religiones, a las que dotaba de la verdad, de la que ella misma prescindía. Lo explico desde un punto de vista filosófico: No puede haber dos verdades, ni tres, ni más, que sean contrapuestas, porque lo que una acredita, lo desacredita la otra. Por tal razón el verdadero espectro de la verdad, es sólo uno, y aquello que la convierte en única, la configura a ser lo que las otras opciones no son. Esto nos llevaría a entrar en algo que muchos prefieren: La negación de la verdad como tal, y en su lugar, admitir visiones parciales de ella, que entonces todos pueden declarar y exhibir, sin resultar ofensivos al resto. Digamos que cada uno recoge distintos aspectos y matices de esa verdad grande y única, y en la medida que se contraponen no significa que mientan, sino que tienen la percepción de una parte de esa verdad no comprendida por el resto. Y esto estaría bien, y sería humano y hasta fraterno realizarlo, movidos siempre por el respeto a lo que difiere, si no existiera LA REVELACIÓN. Si Dios no hablara al hombre, y no manifestara su ley, su pensamiento, sus mandatos, el hombre podría ignorar lo que no llega a percibir, pero cuando Dios toma la Palabra, y envía mensajeros, cuando envía incluso a su Hijo único para que lo escuchemos, y recomienda: 
" Este es mi hijo, mi amado, mi predilecto, ESCUCHADLE"

nos está diciendo, que ha depositado en él todo lo que el hombre ha de conocer y aprender; esto es: la verdad. La única que de Dios procede. Si luego después surgen otras religiones diciendo que Dios les ha manifestado a ellos esto, o aquello, y son verdades opuestas, cuando no contradictorias, habrá que pensar que alguien yerra y mezcla o confunde las cosas, porque Dios es veraz y en él no hay engaño, y por lo tanto, convendrá mirar lo que nos dice Jesús y ESCUCHARLE.
Aquí es donde habrá que hilar fino, y sin causar oposición o pugna, mantener lo propio sin reducirlo, sin modificarlo ni tratar de adaptarlo a conveniencias religiosas  ni políticas. No se trata de establecer en los hombres vínculos que Jesucristo no propone, sino en la medida que estos hombres lo acojan y lo acepten a él como el Señor de los señores y Rey de reyes. Cierto es que él quiere que los hombres y los pueblos estrechen entre sí los lazos, y se hagan fraternos, pero no dándole la espalda a él y a su doctrina. la fraternidad del hombre con el hombre, posee un rasgo de hermandad que le da caracter, y es JESUCRISTO. Sólo siendo hermanos en Cristo, podemos hablar de aceptación, tolerancia y sumisión a la voluntad de Jesús. Ser hermanos de los hombres, sin este caracter, es identificarnos como criaturas que tienen semejanzas terrenales nada más.
No puede decir nadie, en algunos lo he oído,  que "todos tenemos el mismo Padre", se llame Javeh, Alá, Buda, o Padre de Jesús... y todos somos hijos, porque es grave afirmación, ya que condena a Jesús a no tener relevancia alguna, y ser un elemento del cristianismo, no esencial, toda vez que los otros credos lo prescinden, sin por ello tener menoscabo alguno en sus relaciones con Dios, ni gozar de pérdida alguna como hijos. Todas estas cosas son demasiado  importantes, como para tratarlas a la ligera. 
Por otro lado, si la filiación divina se logra sin bautismo necesario, la doctrina que Cristo nos muestra se reduce a capricho o falacia, paso de necesidad para el cristiano, pero no para otros, que sin realizarlo, siguen gozando las ventajas de ser hijos. 
Más adelante me sumergeré de nuevo en estas controversias, pero no quiero centrarme ahora en ellas, sino señalar como ejemplo, este discurrir por la ambigüedad que en la actualidad lleva a los cristianos a carecer de fuerza, porque si la tenían en sus convicciones, se la están modificando, y en ello le modifican la fe en Jesús, al que ya no sabe en qué cosas entenderlo. Los propios cristianos debaten y entablan discusiones sobre lo que era pero ya no es, que más los debilitan y angustian, en la mendida que no hay un firme o un sustento. 

La Iglesia actual, la de Francisco, toma sobre sí este legado, y lo lleva a ser su columna vertebral. A dónde Benedicto no llegó, Francisco va sobrado, dando al Islám, de entre todas las confesiones, el mayor beneplácito.

De este modo, en las parroquias, la desunión entre los fieles aumenta, y la confusión también, habiendo católicos budistas; o que defienden el Corán, porque no parece ser violento como dicen; en tanto se oponen a las verdades de Jesús, a su doctrina, indefendible, en medio de todas las otras, que no saben si las deben defender, pero si ven a los jerarcas defenderlas, y en ello, por aquello de la obediencia se plegan, y porque la mayoría nunca se ha detenido en leer la Biblia. Esta ignorancia también se contempla, y la carencia de formadores o instructores, que pudieran corregir esos desvíos, por más que... ¿Qué corregirán o cómo? ¿Desde qué verdad, o punto de mira? ¿Desde la verdad de Jesucristo y sus razones, o desde las razones por las que se establece esta deriva en la Iglesia?

He aquí el punto álgido: perdida la referencia de lo que es absoluto y verdadero, lo que quedan son componendas, arbitrariedades, y ubicaciones estériles para el conocimiento de Jesucristo y su realidad. La manipulación es cada vez más interesada y patente.

En medio de esta situación, él me envía a su Casa, su pueblo elegido, a su Iglesia, para que les muestre su PALABRA y SU PRESENCIA. Debo decir que el próximo 20 de noviembre se cumplirán veintiún años de su llegada (su aparición a mi, como a Pablo de Tarso), sin que en la Iglesia, estos tres últimos papas, de un modo absolutamente refractario, los dos últimos, pues con J. P. II, también fue J. Ratzinguer quien tomó la iniciativa del rechazo, ya que era quien se ocupaba de todo cuanto llegaba al Vaticano, o pudiera entrañar alguna novedad en asustos de fe.

El Señor y Dios nuestro no ha hallado a ninguno que le facilite entrar en su Casa, y han sido cuantiosos los que han recibido "sus Noticias", por medio de cartas, Libros o Tratados. Han sido cuantiosas las razones que he esgrimido por presentarlo, por hacerle yo el hueco pertinente, pero el rechazo ha sido tan terrible, que no puedo decir que esta Iglesia que tantos abrazos da a los que no desean acoger a Cristo, haya querido mirarme, pronunciarse y hablarme, considerar en alguna medida todas mis razones expuestas, y tener en algo lo sobrenatural que he venido manifestándole, y que Cristo realiza, para consignar su Estar y Permanecer, cada día de estos años entre nosotros.
Este desprecio contumaz, no me duele por mi, pero sí por el Señor, porque no se merece que le den este trato y además como grandes hipócritas, se llamen suyos.
Hoy, la Iglesia está irremediablente perdida, pero podría cambiar, debería cambiar y moverse hacia su Señor, que ha anticipado su Venida, porque no quiere pillarnos de improviso y despreocupados. Quiere facilitarnos el momento de su encuentro, que cuando llegue, estemos preparados y dispuestos a recibirle como corresponde, porque de lo contrario gritarán las piedras.

Oímos ya sus gritos, lo que brota de sus corazones resecos y hechos a los beneficios del mundo y a su agasajo, al que no piensan renunciar. Pero oímos al Señor en lo que promete: su VICTORIA, porque es ahora que va a suceder todo lo escrito, y en ello su triunfo. Pondrá a sus enemigos bajo sus pies, y son tales los que le han servido de obstáculo y han permanecido retirados de él o rechazándolo.

Aunque he permanecido a la espera por si esta Iglesia admitía al Señor y la conversión propuesta, ahora debo dar sus razones, las que el Señor me concede y están censuradas, encerradas y ocultas, para que nadie las conozca ni las sepa. Es hora de que la LUZ impregne todo resquicio habitado por las tinieblas



AMBITO ESPIRITUAL CADA DÍA MÁS AUSENTE.

Percibimos nuestro cada día, inserto a la realidad que nos muestran los medios, los noticiarios, la ruitna de un vivir que se ha vuelto en exceso dinámico, tanto que nos conduce por múltiples actividades, sin dejarnos apenas momentos para profundizar en algo, o realizar una somera reflexión de lo que acontece, o nos rodea, nos involucra, o nos detiene. Los hechos se suman cada día a los de días anteriores, pero dejarán de tener vigencia muy pronto, bajo el cúmulo de los que ya los arrinconan porque son más inmediatos, y aportan una mayor novedad. Así vamos viendo pasar acontecimientos, y en peor modo viendo cómo se nos pasa la vida, sometida a las exigencias de la política, del progreso, del cientifismo y sus retos, de todas las pautas de aprendizaje que vienen a sustituír nuestros conocimientos con sus aportaciones vanguardistas, si no queremos quedarnos aislados u oibsoletos...
El vivir moderno discurre (la vida humana) sin tregua. Pero... ¿nos edifica? ¿Nos enseña a plantearnos otras cosas, otros objetivos de la vida, o intereses, que parecen quedar en un segundo plano, cuando no desatendidos?
La verdad es que el hombre actual, vive aquí, en la tierra, sin aspiraciones trascendentes, y si las tiene, no las proyecta con la fuerza que podría. 
Sabemos que somos seres espirituales también; teóricamente nadie lo duda, o pocos, pero la gran mayoría trata de vivir sin ello, como si la dimensión ultraterrena o sobrenatural no existiese. 
Aqui es donde conviene detenernos. Y aprovecho para ejercer reflexión al respecto. El mundo no gusta cultivar el espíritu, ni lo espiritual, porque vive en su antitesis, el mundo apetece lo material, lo corruptible, lo efímero y concreto. Ubica la vida, ahí, en donde puede ser medible, cuantificable, visible, moldeable y manejada por el hombre. La realidad que circunda a los seres es aquello concreto, que se toca y nos toca, por la que caminamos mejor o peor, con errores y aciertos, hecha a dar satisfacción, desarrollo y progreso al ser humano, según los postulados de cada sistema político y con la mediación de todos los demás elementos de la vida, donde se incluyen sin demasiada relevancia los elementos espirituales, emanados de la cultura, de la religión de las artes y de todo lo que puede motivar al hombre en un nivel más íntimo.
No sé si he realizado un retrato ajustado de nuestro suceder de tierra, en la tierra, pero si no lo he hecho con exactitud, creo haber definido al menos las líneas más esenciales.
Estos dos hechos: la materialidad y la espiritualidad  han sufrido alternancias diversas a lo largo de las épocas y mantenido algunos períodos de equilibrio, que no han sido demasido duraderos, porque ambos modos, suscitan una oposición que muchos hombres malentiende, y trata de manejar impidiendo el otro extremo.
Algo tan absurdo como que teniendo el ser humano dos piernas, ambas por demás necesarias, se establezca litigio entre ellas, y haya quienes pugnan por hacernos caminar sobre una de ellas tan solo, y decrete cuanto afecta a la otra, como innecesario, o prohibido. Así, viene a suceder con estas dos realidades humanas: material y espiritual, porque quitando los períodos de equilibrio y armonía, nos vemos conducidos, según las épocas y los movimientos sociales, a dar preponderancia a una sobre la otra, y a veces en tal modo que se genera hostilidad y animadversión contra la otra, quedando el hombre atrapado en esta malla estéril, molesta y errónea tantas veces...  
Yo voy a ir un poco más lejos, y voy a señalar, desde lo que me cabe conocer en Jesucristo, el carisma de cada realidad, pero entraré más fondo, porque el concepto espiritual, aceptado por todos, pero tenido en lid, si predomina, o si es postergado, por unos u otros, es mayor de lo que muchos piensan, y abarca un espectro de la realidad de la vida, que los hombres ya no pueden medir, ni pesar, ni penetrar, ni dejar de hacerlo.Es un área inserta a nuestra vida, pero impenetrable por nuestra razón y sentidos. Un ámbito que no puede controlar el hombre, ni traspasar si quiere, ni desprender de sí, aunque quiera. Lo llevamos con nosotros, como algo que nos reviste, que podemos utilizar en nuestro cada día, en nuestra vida material, y nos conforma a ser seres con alma, dotados de ese nivel esencial que nos hace personas y nos distingue de las demás esferas de la vida: la botánica y la animalidad, pero pone de relieve ante nosotros, una realidad mayor, más incalculable que esta vida terrena misma. 
En este sentido, lo que nos muestra y alcanza, convierte lo espiritual no sólo en aquello que podemos utilizar aquí, cuanto en instrumento para lograr un vivir diferente, que nos abre camino hacia otra Vida y otra existencia. Se trata de un paradigma, por el cual podemos instrumentalizar desde este vivir concreto y material, lo que nos está vedado, porque es misterio, a cuyo contacto, sobreviene una transformación de nuestro ser, que dejaría de ser efímero, para trascender sobre todo cuanto es limitado y mortal, de manera que adquiera un vivir perfecto y eterno.

Desde este modo de ver, lo espiritual, tiene mayor importancia que lo material, y aunque ambos son necesarios, digamos que el hecho espiritual es mayor, más completo y rico, por cuanto no nos priva de este vivir terreno, siendo que además nos otorga al otro vivir que nos haría superar todos los límites, y optar a todas esas cosas deseables y presentidas durante esta vida nuestra, como son los deseos de verdad, justicia, amor, felicidad, gozo, que todos tenemos, y vemos con desilusión patente que aquí duran poco, o tal vez ni se alcanzan.
Saber que allí, al otro lado, en la vida del espíritu, podemos lograr esa plenitud incalculable que nos mantenga vivos, sanos, gozosos, insertos al amor y a todo cuanto es bueno, para siempre, sin término debiera hacernos tener un concepto mucho mas próximo al hecho espiritual, que nos llevara a darle mayor rango. Porque no sólo nos ayuda aquí, cuanto nos facilita un lugar, donde disfrutar del Bien mayor e inagotable en modo eterno.

He llegado a la conclusión, al horizonte que anhelamos quienes vivimos en el espíritu. Pero ahora me detendré en los detalles de esta vida que aquí es posible vivirla junto a la otra que tantos prefieren  porque desconocen el hecho espiritual, y eso les intimida o simplemente no quieren creerlo.
Pienso que es necesario, hoy más que nunca que de nuevo el ser se embute en lo material y lo agota, agotándose él mismo en elloabrir cauce a este segmento  de espiritualidad de manera que al menos quienes lleguen a leer esto, no duden o al menos no desconozcan, y tengan la opción de elegir con sabiduría. Y será necesario además, saber penetrar por él, para estar en consonancia con los acontecimientos que se avisan y sucederán en poco tiempo.


LO ESPIRITUAL; SU INCURSIÓN EN NUESTRA VIDA

Nuestro ser espiritual ha de ser despertado, cultivado, alimentado, para que desarrolle todo su potencial desde dentro, de manera que nos haga conectar con el MISTERIO, con aquello espiritual que está fuera, porque pertenece a otra Esencia. 
Jesús habla a los apóstoles, en referencia a su Segunda Venida, anunciándoles lo que sigue:
 " A una pregunta de los fariseos sobre cuando iba a llegar el reino de Dios, respondió Jesús:
El reino de Dios no vendrá de forma espectacular, ni se podrá decir: "Está aquí, o allí", porque el reino de Dios ya está entre vosotros."    ( Lc. 17, 20 - 21)

Teniendo delante la referencia de esta palabra, oímos a Jesús que nos habla del reino de Dios y de su manifestación inadvertida, silenciosa, invisible, que sucede en nuestro interior. Quien lo concede, ya ha llegado, está delante, entre nosotros.

Analizamos con cautela que, de este pensamiento se desprende un doble matiz: lo que ponemos nosotros, o disponemos de nuestro ser para que el reino asiente, y de otro lado, lo que nos hace considerar que por mucho que nos esforcemos por situarlo nosotros, no depende ello de nuestra entera actividad, sino de Otro que ha de traerlo, mostrarlo y meterlo dentro de nosotros.   


Quien ha de generar esto es JESUS, el Hijo de Dios, porque el reino es del Padre, y le pertenece. Dios, es esa ESENCIA, que fuera de nosotros, habita y despliega su MISTERIO. Y pertenece a él la creación entera. Todo cuanto existe, visible o invisible a nuestros ojos y sentidos, ha sido creado por él, no sólo en la tierra, en todo el universo, cuanto en el Cielo (Ámbito donde él reina: lo espiritual o celestial)

Nosotros a lo más lo que podemos hacer para atraer el reino y merecerlo es aproximarnos cuanto podamos a Quien nos lo puede entregar: Jesús, Hijo del Padre y Dios.
Su razón de estar en la tierra, habría que buscarla en las Escrituras, para comprender algo que en muchos modos hemos olvidado, aunque figura escrito en ellas y ha sido testimoniado por los santos, y por Jesús mismo, al venir. 
Trataré de explicarlo de un modo casi infantil y sucinto, para no detenerme demasiado: Nosotros, la raza humana, el hombre hecho a imagen de Dios, fuimos situados en el paraíso terrenal, pero gozábamos de la Presencia de Dios, nos hablaba; estábamos conectados a él, partícipes de su reino.
Por causa del diablo, disfrazado de serpiente, caimos en la tentación, pecamos de desobediencia a Dios, y como consecuencia de ello perdimos la posibilidad de proseguir en el reino de Dios, en el paraíso, obtuvimos la pérdida de los dones concedidos: nos sobrevino la materialidad, el límite, lo efímero y la muerte, porque todo ello es fruto del pecado y del estado nuevo adquirido por medio del dolor y la enfermedad. Hubimos de aprenderlo todo, ganarnos el pan con esfuerzo, tener hijos con dolor y angustia. Pero lo peor de todo fue la gran distancia que nos separó en adelante de Dios y de su reino.
Ya no le veíamos, no le oíamos, no sabíamos cómo encontrarle... La humanidad se halló en la oscuridad de los tiempos, y de no ser que Dios nunca se olvidó del hombre, su pérdida hubiese sido irremediable.
Si bien, él nos contemplaba, y como figura en las Escrituras, trató de ponerse en contacto con el hombre muchas veces, para que esta criatura salida de sus manos, retornara a él. Envió patriarcas, profetas, jueces, ángeles... El MISTERIO de Dios nos salía al paso de muchas maneras a lo largo de las épocas y los siglos, hasta que finalmente, descendió del todo, al enviar hasta nosotros a su propio Hijo, JESÚS. 
Su misión no era otra que la de recuperarnos para el Padre salvándonos, y sellar nuevamente la ALIANZA que la serpiente quebró, restituyéndonos todos los privilegios, los dones que tuvimos y el reino. Por este motivo, SALVARNOS de lo realizado por la serpiente, vino a la tierra en el seno de Santa María, y nació como uno de nosotros: "hombre", creció y vivió a nuestro lado, predicando el reino, haciendo el bien, para dejarnos su ejemplo, hasta que sus enemigos, pusieron cota a su vida, crucificándole, como también estaba escrito. Y a tercer día resucitó de entre los muertos, abriendo para todos, el Cielo. Esta es nuestra fe, la razón única que nos salva: Jesús, su amor, su resurrección, que él vincula a la que también realizará en nosotros. Pero antes, vendrá de nuevo, y estamos ya esperando que suceda su VENIDA. 

Entendamos pues, que esa parte nuestra, que mantenemos impresa en nuestro ser, a imagen de Dios, solamente podemos desarrollarla y entresacarla por medio de Jesucristo y de su doctrina. En nosotros está la disposición para que lo espiritual suceda, y el Espíritu nos invista, ofreciéndole lugar grato, y actividades en consonancia con las que ama él.

Creo que he mostrado los antecedentes de lo que somos y su evolución, pero no voy a centrarme en la historia humana, sino en el hecho espiritual, y en el modo cómo podemos desarrollarlo y mostrarlo, de manera que Cristo nos invista con su Espíritu y nos conceda "ese reino perdido, que está ya entre nosotros". 

INSERTARNOS A LO ESPIRITUAL

En estos momentos tan pragmáticos, parece un despropósito hablar de esto, de un reino invisible, misterioso, que se nos evade con frecuencia, del que pocas cosas podemos hacer visibles a los demás, y si sucede algo, suele pasar tan desapercibido que la mayoría se alzará para negarlo antes que admitirlo.

Vivimos demasiado inmersos en lo visible y material, tanto que a muchos les cuesta entender, aunque lo saben, que existe otra realidad no patente, pero sí presente. En realidad casi todos nuestros actos brotan de ella, o pasan por ella. Se trata del espíritu, lo espiritual: Si realizamos algo, y nos remontamos vemos que el hecho brotó de una idea. Un pensamiento. Algo no material, que sólo alcanza a materializarse una vez sucedido.
Si hablamos de amor, podemos plasmarlo en alguien, algo... pero no recogerlo en sí, moldearlo, configurarlo, colorearlo... porque se trata de un sentimiento. Si hablamos de lealtad, justicia, felicidad, verdad... hablamos de virtudes, elementos que conforman el espíritu de los hombres, muchos de los cuales son amados por Dios, pero no son visibles, tanto en cuanto no se canalicen a un fin concreto, que se obtiene, y acredita la persona que lo obtiene.

Dios se mueve en este territorio. Por este trayecto discurre Jesús con su Espíritu, UN LUGAR DE FE.

Lo único que puede evidenciar a Dios/Jesús, o a los seres celestiales que habitan a su lado, es LA FE.
Pero ¿qué es la fe?   Indudablemente es una virtud teologal, la primera de las tres importantes: (FE, ESPERANZA Y CARIDAD).
Definirla no llega a ser demasiado difícil, porque incluso aquí, en este mundo material y lleno de elementos visibles, nos movemos con ella. 
Tener FE, es tener confianza, una confianza o seguridad puesta en nosotros mismos, o en otros. No podríamos vivir sin tener esta virtud y desarrollarla en modo plausible: Confianza en uno mismo, porque sin ella, nos sentimos acomplejados, débiles y llenos de incapacidad. De hecho cuando alguna persona carece de ella demasiado, se considera que tiene problemas sicológicos graves.

Confianza en los otros, los demás... Empezamos por las personas que nos rodean: nuestros padres y familiares, de los cuales no dudamos, y a los que preferimos ante cualquier contigencia. A los que referimos lo más íntimo de nuestro ser, confiados en que van a ayudarnos. Pero también vivimos confiando en otros que no sabemos quienes son, pero viven en nuestra ciudad: vecinos, dirigentes de las instituciones: maestros, jueces, médicos, sacerdotes, policías, bomberos; o trabajadores que pueden atendernos ante cualquier eventualidad: camareros, vendedores, libreros, conductores, oficinistas... nos fiamos de que realicen bien su actividad, de lo que podemos esperar de cada uno, y ello es necesario para que todo funcione correctamente



La vida se convertiría en un caos si perdiéramos la confianza en quienes nos rodean, o en nosotros mismos
Así pues, observamos que la FE es una premisa vital, que no siendo corporea, ni material, es herramienta o llave de suma importancia para las relaciones que mantenemos con los otros en nuestras vidas. Confiamos en los estudios que realizan los hombres, sea que no los conocemos, ni los hemos visto nunca; en sus descubrimientos, aplicamos las medicaciones que lanzan los laboratorios, seguros, sin desconfiar; dormimos sin el temor de que algún político pulse una bomba en medio de la noche, y ello es FE, sentimiento cotidiano y natural, que nos permite vivir en modo apacible y sosegado.

Esta FE que nos parece del todo importante, es la misma que habríamos de aplicar a transitar por donde Dios quiere, o por dónde nos enseña Jesucristo. Tener confianza plena en Dios, en lo que nos pide, por dónde nos conduce para salvarnos. Tener esa disposición confiada hacia Jesús, su Hijo, al que nos envía, con la seguridad de que nada malo podrá sobrevenirnos si junto a él caminamos. Esta FE es esencial por lo mismo para la vida del espíritu. Es la herramienta, sin la cual no es posible insertarnos a Dios y a sus promesas. Como lo era para nuestro vivir cotidiano, así, del mismo modo es de vital necesidad para hallar la SALVACIÓN que Cristo nos oferta.

Sin embargo, cuando todos aplican la FE para vivir en esta vida material, muchos no quieren saber nada de ella, ni aplicarla para la vida del espíritu. Renuncian a tener fe, y en ello, dejan de confiar en Dios, o en Jesús. Estas siguen siendo instancias de la serpiente antigua, pero el problema es que en la medida que la persona renuncia a penetrar en lo espiritual, está quedándose cada vez más indefensa en este territorio de fe, y no sabe discernir, ni sostenerse con firmeza en ello, porque su propia ignorancia le sirve de caída a él, y de acicate a quien utiliza su negatividad  para retirarlo de Jesucristo.

Asomarse al territorio del espíritu, implica por tanto, tener FE; estar convencidos de que ello forma parte de su desarrollo también necesario y pleno, pero de índole espiritual, que sólo alcanzará esa plenitud, en la medida que confíe por completo en Cristo.

Voy a poner un ejemplo, que Jesús usó con los Doce: (Mt. 14, 24 - 34)
 

"La barca que estaba ya muy lejos de la orilla, era sacudida por las olas, porque el viento era contrario. Al final ya de la noche Jesús se acercó a ellos caminando sobre el lago. Los discípulos al verlo caminar sobre el lago se asustaron y decían:
-Es un fantasma.
Y se pusieron a gritar de miedo. Pero Jesús les dijo en seguida:
-¡Ánimo! Soy yo, no temáis.
Pedro le respondió:
-Señor, si eres tú mándame ir hacia ti sobre las aguas.
Jesús le dijo:
-Ven
Pedro salió de la barca y andando sobre las aguas, iba hacia Jesús. Pero al ver la violencia del viento se asustó y, como empezaba a hundirse, gritó:
- ¡Señor, sálvame!
Jesús le tendió la mano, lo agarró y le dijo:
- ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?
Subieron a la barca y el viento se calmó. Y los que estaban en ella se postraron ante Jesús, diciendo:
-Verdaderamente eres Hijo de Dios.
Terminada la travesía, tocaron tierra en Genesaret." 

Realiza el Señor este milagro, pero lo hace además como símil desde el cual nos enseña. Los discípulos lo ven caminar sobre las aguas, les parece un fantasma. Cristo utiliza lo material, para introducirnos en lo espiritual profundo: eso espiritual, es su misterio, son aguas inescrutables, por las cuales él camina sin dificultad, se desenvuelve sobre ellas. 
Ante esta contemplación Pedro quiere imitar a su Señor, comprobar si es ese el mismo Jesús en el que cree, y le pide caminar sobre las aguas como él.
Jesús se lo concede, y Pedro baja de la barca y en principio camina, pero dice el texto: "pero al ver la violencia del viento, se asustó." 
El viento es contrario, le empuja con fuerza debilitándole y haciéndole perder el equilibrio... En este medio, (lo espiritual) no llevamos soltura, no tenemos fuerza suficiente para anclarnos sin caer. Otros extremos del misterio, de signo contrario, pueden abalanzarse sobre nosotros y llenarnos de temor como a Pedro.
Lo que quiero decir es que Pedro se ha lanzado a caminar por el MISTERIO DE DIOS, de la vida sobrenatural, centempla la facilidad con la que avanza Jesús, y él tambien quiere probar... El espacio místico no es aquello terrenal a lo que estamos habituados; no es lo natural para nosotros, personas hechas a lo concreto y visible... Se distorsiona, se oscurece, sentimos la fuerza que oponen otros espíritus contrarios... El avance a veces es tan dificultoso que si surge la duda, y el temor, si se pierde la CONFIANZA en Quien nos salva (Jesús), corremos el peligro de hundirnos como el apóstol.
Pedro asustado, comienza a hundirse. Ante la debilidad de sus recursos, y el asombro por aquel medio diferente en el que no se siente seguro, su voluntad se resquebraja, la duda lo amenaza y empieza a sucumbir: se hunde.
Perdido, debilitado, solicita al Señor que lo salve, y éste le tiende la mano y le reprocha: 
¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?
He ahí la causa del hundimiento: LA DUDA. Ese punto de "no fe", que hace que se resquebraje el firme que nos sustenta, si como en este caso el firme es como agua, (misterio), en mayor modo, porque su consistencia no la podemos manejar nosotros, sino el Señor.
Lo que el Señor le pide a Pedro, y a todos cuantos se atrevan a caminar como él camina, por dónde nos lleva él, es FE. Confianza plena, capacidad de mantener la firmeza aunque lo que nos sostiene y rodea parezca hostil, tenebroso y entrañe peligro. Porque de lo contrario le oiremos pronunciar igual que que con éste: " ¡Hombre de poca fe!"

Con todo, tengamos la seguridad de que tanto en este terreno material que pisamos, como en el espiritual, Cristo está delante; va delante y si recurrimos a él suplicándole ayuda, nos ayudará.
 

DISCURRIMOS POR LA OMEGA DE CRISTO:

Los tiempos del fin, han comenzado. Los signos que anteceden a la venida del Señor, están ya siendo contemplados por muchos. A la Iglesia Católica se le ha enviado información pertinente desde hace dos décadas, respecto a la manifestación de Jesucristo, que anuncia esta llegada suya, y nos previene de los múltiples peligros que sucederán si permanecemos dejándole de lado. 
Avisa él de las promesas que ya van a ser cumplidas sin tardanza, y de todo lo que falta por realizar aún... Los padres de la Iglesia no han prestado atención a estas llamadas; como los amigos de la parábola de la Gran Cena, se excusan, sin querer acudir a la invitación que Jesús realiza, enviándoles mensajera.
Vemos que falta la FE, para recibir al Señor en su llegada, por parte de todos. Unos porque son incrédulos y pasan de estas cosas; otros porque ignoran todo cuanto ya acontece, pues nadie los quiere informar; y si acceden a alguna información que les llegue, no la creen ni toman en cuenta, si no está oficializada por la Iglesia Vaticana. Y los que habrían de entenderla, proclamarla, anunciar al Señor y su llegada, hacen oídos sordos a estos AVISOS, porque no consideran que nadie pueda realizar proclamación del Señor, ni de nada que con él se relacione o le refiera, si no parte de ellos mismos.
De este modo desoyen al Señor contumaces, sin querer ni acudir a su Voz (y a su banquete como invitados), ni alertar a los demás cristianos que debieran revisar sus conciencias en orden a una conversión purificadora, para estar preparados cuando llegue Cristo.

Si he de elegir alguna connotación a esto que contemplo que sucede, sólo se me ocurre una: DESASTRE.
Esto apunta hacia el desastre, en todo su discurrir y proyección. Cristo lo observa paciente, pero con algún género de cansancio y lamenta cosas tales, con su voz:

" A LOS FIELES SE LES ESTÁ RESTAURANDO LA ASAMBLEA Y NO LO ACEPTAN."

Contempla el devenir espiritual de los hijos de su pueblo, sometidos a cambios profundos de diseño político, que rompe y descompone sus esquemas vitales, con leyes que lo enfrentan cada vez a elegir entre lo que ama Dios, y lo que prefieren establecer los hombres; y los ve sumidos en el fárrago del silencio de una Iglesia que habría de conducirlos, pero ya no tiene alma de pastor, y ha abierto tanto los brazos, que exhibe confusión interior, un fundamento diluído, que se desgaja de Jesús y sus principios.

Los cristianos hoy, discurren débiles, apagados, nadan por aguas cenagosas, sin comprender estos modos brutales, que los confieren a ser los grandes marginados, víctimas de un holocausto psicológico, cuando no real, porque si conviene hay quienes esgrimen la misericordia de Cristo, el perdón hacia "los malos", esto sin que se atrevan a propugnar su arrepentimiento, porque digamos la verdad: sin arrepentimiento no puede haber perdón.

Estos modos tan imperativos irritan hoy a los religiosos políticamente correctos, que quieren hacer pasar por bueno "lo malo", aunque sepan que no va a cambiar, ni tiene propósito de ello.
Enseñan a los fieles a "poner la mejilla", porque eso sí recuerdan que lo hacía Cristo, lo que HOY él les está AVISANDO, eso no lo quieren recordar, ni conceden que otros puedan escucharlo, y de este modo los dejan a merced del Mal, sin que puedan optar a su defensa.

Cumplen en ello la profecía de Zac. 11, llevan a las ovejas al matadero, y ni los tratantes, ni los mercaderes se ocupan de ellas; peor porque tampoco las ovejas escuchan ya a ninguno, ni quieren ser conducidas por ellos.

Por eso el Señor ante esta situación que se orienta en modo paulatino al desastre, me pone una visión:

(Contemplo la casa de una persona que conozco, que vive sola. Está muerta). 
Te oigo decir con tu voz, Palabra del Señor:

"ME EXTRAÑA, MIENTRAS SE LE HA CONFIRMADO."

Esta persona es símil de la Iglesia actual, que está recibiendo tus avisos, tu Palabra última, y resiste acercarse. Yo conozco esta casa,(el templo) y veo a esa persona sola (Hoy discurre por sus medios, sin Dios). Se refugia en sus obras, sin tí; en sus razones, sin pensarte; en su creencia, sin poner su fe en tus propuestas, ni en tu Presencia hoy. Por eso lamentas que esté muerta, cuando debiera estar viva... Dices: " Me extraña, mientras se le ha confirmado."

A ella  se le ha dicho y se le ha hecho saber tu llegada, la conversión que solicitas, el arrepentimiento profundo que habría de solicitar a todos, para que no estén desprevenidos ante tu juicio. Ella, no es ignorante de los designios que para estos tiempos trazas.

¿Pero cómo reacciona? Oculta la información; oculta tu manifestación, tu aparición ahora, y así corta todo conducto y posibilidad al Cielo. Se entrega a sus afanes, no a lo que el Señor le muestra y le dice...

¿Hacia dónde se dirige? ¿Lleva a los hijos del reino a la esperanza que quiso establecer y prometió Jesucristo? 

Lleva a su pueblo a este cumplimiento que el propio Señor describe:


CAÍDA DE BABILONIA

(Is. 21)


Oráculo sobre el desierto   -     Marítimo (1)
Como huracanes   -   atravesando el Negueb
Vienen  del desierto   -   de región espantosa (2)
Una dura visión   -    me ha sido revelada:
¡El ladrón roba,    -   el devastador devasta!
¡Avanza Elán; pon cerco, Media!
A todo gemido pongo fin.

Por eso están llenos de convulsiones   -   mis riñones;
Soy presa de dolores   -   como los dolores de la mujer en parto;
La angustia me aturde   -   el espanto me ciega.
Mi corazón se marea   -   el terror me sobrecoge;
El crepúsculo que anhelaba   -   se me ha hecho un horror. (3)

Se dispone la mesa   -   se extiende el mantel
Se come y se bebe.   - ¡En pie, capitanes;
Engrasad el escudo !   -   pues así me ha hablado el Señor;  (4)

Anda, coloca un centinela   -   que anuncie lo que vea.
Si ve caballería,    -   parejas de caballeros,  (5)
Hombres montados en asnos (6)
Hombres montados en camellos  (7)
Preste atención   -   mucha atención  (8)

El centinela  ha gritado:   -    en la atalaya , Señor
Estoy alerta todo el día   -   estoy en pie (9)  toda la noche.
Y he visto llegar caballería   -  una pareja de caballeros  (10)
Me han hablado, me han dicho:   -   ¡Ha caído, ha caído, Babilonia (11)
Y todas las estatuas de sus ídolos   -   están en tierra hechas pedazos!  (12)

¡Oh, pueblo mío, trillado en la era (13);   -   Lo que he oído
del Señor omnipotente   -   Dios de Israel,
te anuncio!  (14)


SIGNIFICACIÓN

(1)    Desierto marítimo:  La vida que ha entregado Dios, la constituye el hombre DESIERTO. Es decir: lugar inhóspito, habitada por reptiles y fieras; lugar con todo límite y total carencia, donde se padece “hambre” y “sed”, no sólo física, por las injusticias, sino de Espíritu.

(2)  Como huracanes... de región espantosa:   Lo que llega arrasando es el pecado: el mal que realizan los hombres unos a otros. Por eso el Señor se llena de ira y clama: “A todo gemido pongo fin.

(3)   Por eso están llenos de convulsiones... horror Lo que el profeta percibe es “el desastre”, la ira del Señor, que realiza todo cuanto ha sido avisado para el final de los tiempos. Lo que se aproxima le llena de espanto.

(4)     “Se dispone la mesa... pues así me ha hablado el Señor:  El profeta, que ha recibido la Palabra del Señor, alimenta a los que son fieles con ella, les da de comer y beber... Levanta el ánimo de los más firmes (“en pie capitanes), los nombra para que conduzcan el combate, porque será dura la batalla que han de sostener, para que las tinieblas no apaguen la LUZ, han de tener todos sus recursos dispuestos. Así dice: engrasad el escudo ( Han de tener preparado el parapeto, aquello con lo que cubrirse de las insidias, traiciones, puñaladas, o disparos enemigos. Han de tener aprendida la Palabra y entendidas sus razones.

(5)     “Anda coloca un centinela... caballeros:  El pueblo, los fieles que han oído la Voz del Señor, han de disponerse vigilantes, montar guardia, poner “centinelas” (cada uno debe poner en alerta “su conciencia” y observar, discernir todo...).
Lo que llega, lo hace sobre “una conducción” (caballería). Parejas de caballeros, son los que destacan en su porte, nobleza, decoro... su velocidad y audacia de movimientos... Son ángeles, mensajeros que portan LAS NUEVAS por eso tienen majestad y rango. A estos han de dejarlos pasar de inmediato, porque discurren por “lo celestial”, y traen “mandatos de Dios a la tierra”
     (6)   Hombres montados en asnos”:   Pero también verán acercarse  a hombres sujetos a “otra conducción” (caballería). Estos van montados en asnos. Representan a los que “necesitan ser curados”, porque son pecadores. Padecen todas las lacras: impureza (lepra), inmovilismo o parálisis, están endemoniados, o  sujetos a la soberbia de sus corazones y por ello “no solicitan cura”. Estos viajan con torpeza y lentitud.
         Los centinelas, han de estar atentos, para prevenir a los fieles, a no incurrir en sus mismos pecados y daños.

(7)     “Hombres montados en camellos” : Es el camello, animal idóneo para ir por el desierto. Resiste la fatiga, aguanta mucha carga, soporta la sed y la escasez hasta que llega a su destino, no pierde la orientación.
         Estos hombres viajan despacio, pero con seguridad, sin desviarse de su ruta. Buscan a Cristo, como hicieron los reyes de Oriente, yendo tras su estrella. Este es el pueblo fiel, humilde, sencillo, que persevera y anhela la Luz del Señor en su camino.

(8)     “Preste atención, mucha atención”:  Los fieles, discípulos, los que están más elevados (espiritualmente) y en mejores condiciones para ver, han de estar atentos, muy atentos. Han de discernirlo TODO, valorarlo TODO, contemplar a cuantos se aproximan, porque ¿Qué habrán de hacer? ¿Darán el mismo tratamiento a todo y a todos los que llegan? ¿La misma disponibilidad a los que llegan a caballo, y en camello, que a los que viajan subidos en asnos?

(9)   “El centinela ha gritado...la noche:  Quien es capaz de subir, de permanecer en la altura en la que el Señor lo pone, no descienda de ella por motivo alguno. Permanezca de día y de noche, en pie; esto es alzado, levantado, firme, sin tambalearse, sin dormirse, sin cansarse... todo el tiempo.

(10)   “Una pareja de caballeros”   Una pareja son dos. Llegan dos mensajeros celestiales: uno es Cristo, me envía delante de Él con las Nuevas de lo que va a suceder en el tiempo OMEGA. El otro es Cristo OMEGA, Germen del TEMPLO NUEVO, liberador que establecerá el Reino.

(11 y 12)  “Me han hablado... hechas pedazos   Lo que Cristo ha permanecido declarando con quien ha enviado, es lo que sucederá, en los tiempos del fin, cuando el Reino pecador sea aniquilado, cuando tenga lugar: “La caída de Babilonia” (sede de pecado, de abominación y rechazo a Dios, que ha permanecido entregada a “los ídolos”). Es lo que declara Apc. 17 y 18, cuyos avisos se cumplen.

(13 y 14)  ¡Oh pueblo mío... te anuncio:  El pueblo de Dios ha de conocer todas estas cosas. La Iglesia que espera “La segunda Venida de Cristo” y ha creído en todo cuanto Él está manifestando conmigo, que ha sufrido el oprobio de los propios (“falsos profetas y mercaderes del templo”, entregados al poder, al dinero, y a Satanás) y de los ajenos (los idólatras del mundo, ateos, impíos, rebeldes a Dios y enemigos de Cristo), los cuales la han perseguido y denostado,  por eso el profeta le dice: “Trillado en la era”, pero a pesar de todas las zozobras que padece esta Iglesia fiel, humilde, discípula veraz, que ama a Cristo, está LA ESPERANZA: “Lo que he oído del Señor omnipotente, Dios de Israel, te anuncio.”
         Este es el MENSAJE, la razón por la que este pueblo ha de aguardar la salvación que realizará CRISTO OMEGA.






  



PERO ANTES, LE OÍMOS...



Dice Él:


         NO TIENEN LLAVE. TÚ IMAGÍNATE ¡COMO QUIERAN VENIR!



Desde este Oráculo avisa de que es ahora todavía tiempo de entenderle, de saber SUS NUEVAS que me está revelando, porque conocerlas y creerlas es “tener llave”. Sin lo que Él está concediendo no podrán ir.



         Respecto a estos conocimientos sobre “La Segunda Venida de Jesucristo” (Lc. 18, 31) y (Lc. 19, 37-38) y los cumplimientos escatológicos anunciados (Lc. 17) “El escándalo” (que producirán los incrédulos de dentro y de fuera), y “El juicio” donde “unos serán llevados” y “otros dejados”...

CONVIENE AL CREYENTE:



*   Practicar lo que indica en (Lc. 17, 1- 18,30) y (1 Tes. 1-5)

     Se trata de las virtudes esenciales que Cristo ama en los que desean seguirle.



DICE EL SEÑOR:



         “CONFÍA EN MÍ, EN MI LLEGADA Y HAZSELO SABER (1), QUE ELLOS TAMBIÉN LO ESPEREN Y LO ENTIENDAN. SE PREPAREN.”



(1)  Ha de saberlo  este “Pequeño Rebaño”, por ahora. Los demás nada esperan, nada creen.

         Avisa Él a sus fieles, que han creído en ESTO desde el principio, para que estén preparados ante los acontecimientos próximos.



*

         “LES DICES QUE LLEGO Y VOY A REALIZAR MI JUICIO CON LOS QUE SEAN FIELES A MÍ.”



         Le pregunto: “¿Estos AVISOS van a ser pronto?”

         Responde:


“CHARO, SÍ. VA A SUCEDER YA. LO ESPERAS.”



*

         Añade:

“ EL DIEZ Y QUINTO MANDAMIENTO”



(Ver: 1Cor. 9,1-11, 16):


         *   “El pueblo se sentó a comer y a beber y se levantó para divertirse”.

         *    No nos entreguemos a la lujuria.”

         *    “Nosotros vivimos en los tiempos definitivos.”

         *    El que crea estar en pie procure no caer.”

El Señor juzgará a cada cual según su conducta. Según la referencia del Oráculo.

*





Meditar:



         “CUANDO LLEGUE, LOS QUE NO HAYAN ESTADO JUNTO AL SOL QUE SE OLVIDEN DE MÍ. SE ACORDARÁN EN LA DISTANCIA QUE ME TUVIERON.”



*

         “CUANDO TODO SE ILUMINE ME RECORDARÁS SI A MI LADO NO TE ENCUENTRAS. CUANDO TODO SE ILUMINE Y RESPLANDEZCA YA SERÁ DEMASIADO TARDE, SI ME HAS TENIDO OLVIDADO.”



         Todavía es tiempo antes de que Él llegue y juzgue, de acoger ESTAS NUEVAS, recibiendo su voluntad, todo cuanto desde mí está diciendo al mundo.

*



         ¡DESEABA NACER! DESEABA CRECER. AHORA YA NO...”



         Los que han permanecido agotando los placeres mundanos, y postergando a Cristo, dejándolo para después, sin convertirse (nacer) y sin esforzarse por crecer en Espíritu, verán acabarse la oportunidad que tuvieron, porque... dice Él: “AHORA YA NO”



*

         ( Veo a Benedicto XVI)  Y le oigo decirme con su Voz:


¡SE LA HAN APARTAO! ¡SE LA HAN APARTAO!”

        

         Lo que le han apartado es la oportunidad de hallar a Cristo en “Su segunda Venida”. No lo verá.

         Y ello sucede porque ha sido contumaz en rechazarlo (Trece años sin quererlo recibir en mí).

         En un principio entendí “que le apartaban la autoridad”. Y le pregunto si ese entendimiento ha estado, o es sólo lo otro...

         Cristo me responde:


         “Todo, Charo. Todo lo perderá; verá desplomarse sus palabras y sus proyectos; cuanto dice de Mí, salvo en aquello en donde habla con las palabras de tú le has dado de mi parte.”

Añade el Señor:



“IMPIDIENDO PASAR EL AGUA VIVA. TODOS.”



         Así han permanecido los suyos durante todo este tiempo, combatiendo contra el E. S., por rechazo de Jesucristo, manifestado a mí.



*

Por último declara:



            “ES UNA IGLESIA INCOHERENTE: CISMA Y LLAGA. ASÍ NO VE EL SOL. Y VA HACIA ALLÍ...” 



         “Incoherente”, es sin fundamento, sin capacidad de persuasión, sin verdad.

         “Cisma”, porque se ha separado de Cristo y “Llaga” porque le está produciendo un gran dolor a Él, a su pueblo, al que conduce en desvío, y a sí misma.

         “Y va hacia allí”, es un modo de señalar Jesús la lejanía de donde Él se encuentra. Cada vez esta lejanía es mayor. Es pérdida.







“ ELLA  NO   ESTÁ”





         Ella, la Iglesia, “no está”, o falta... Se halla ausente del todo; tal vez, desde esta rotundidad con que el Señor exclama, pudiera pensarse que aún existiendo, no existe.



         ... Pues, ¿existirá para nosotros, o podrá valernos, si Quién la instituyó deja de contemplarla?.



         El Señor me lleva a (Jn. 9,1 a  10, 41). La referencia muy clara es... Se halla en este evangelio la Iglesia representada, por el Pastor, que cuida de sus ovejas, y aún espera adquirir otras no pertenecientes a su rebaño, (en ello su misión salvadora), y estas ovejas o fieles, (representados según su estar en ella), desde “la parábola del ciego de nacimiento”.



         Representa el ciego, a todos cuantos han llegado a la Iglesia, sin luz, porque han nacido sin ella. Todos los que han adquirido desde el bautismo, la posibilidad de abrir los ojos, y que la luz del cielo los inunde, restableciéndolos en la visión y apartándoles la ceguera.



         Estos “ciegos”, han de ser cuando menos, creyentes. Han de percibir desde la fe a Jesús, buscarle, o recibirle consigo, si pasa, si se detiene para hablarles...



         Si lo hacen, muy posible será que Jesús mismo les salga al encuentro, y les restituya todas su mermas. Como con éste que había nacido ciego, obre en ellos por su misericordia, y les permita recuperar la visión, para que alcancen  mejor a contemplarle.

         ... Porque este ciego, halló, y admitió; quiso, y guardó en su corazón todo  cuanto le estaba siendo concedido. Así, en medio de esta gratitud, no temió, ni dudó, para hacer proclamación de la obra en él realizada.



         Por medio de esta CONVERSIÓN, que le tornaba en “hombre nuevo”, se constituyó en testigo. En ello alcanza todo cuanto Cristo desea en un converso; en quien habiendo sido pecador, se levanta, camina, y se hace ejemplo.



         Todos los fieles de la Iglesia, hoy, hubiesen de tener delante cuanto Cristo nos explica aquí, pues caminan sin luz, como éste... Peor, porque algunos ni siquiera se consideran ciegos. Piensan que ven...



         ...Es el caso de la otra parte de la Iglesia que también aparece, representada por los fariseos. Eran ellos, personas versadas en las Escrituras, conocedoras de la ley, cuyo cumplimiento exigían (más en la parte que tocaba a los otros, que a la propia). Lo cierto es que estos, con mayor bagaje intelectual, lejos de reparar en la obra de Cristo, y creerla, lejos de contemplar el don vertido, critican a Jesús, por “hacer esto en sábado” (es un infractor de la ley), y lejos de admitirlo, y alegrarse, se ofenden.



         Cristo censura en ellos su hacer, y desde ellos, el hacer de los que como ellos se comportan.



         ... Porque este estilo, de quienes consideran que todo ha de estarles sometido, y todo ha de pasar o ser “aprobado” según su razón y sus criterios, contenga evidencias o no las contenga, es el que prevalece –y ya entonces- entre los consagrados dirigentes (quién más, o quién menos...). Desde el cual, todo es prohibición y censura, peor tal se aprecia en el evangelio, si Dios obra, y lo hace para otros (es el caso del “ciego”), y no para ellos.



            “Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había obtenido la vista. Él les dijo: “Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo”. Algunos fariseos dijeron: “Ése no puede ser un hombre de Dios, pues no guarda el sábado”. Otros decían: “¿Cómo puede hacer tales milagros un hombre pecador?” (Jn. 9,15- 16)



         Y añade:

         “Los judíos no podían creer que hubiera sido ciego y ahora viese, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron”  (...)  “Llamaron otra vez al que había sido ciego, y le dijeron: “Dí la verdad ante Dios; nosotros sabemos que este hombre es pecador     (Jn. 9, 18 –19 ; 24)



         ¡Lo sabían! Ellos lo sabían todo... (Y ahora, lo mismo). Si bien, el que era ciego, les encierra en contrasentidos, por la luz que ya impregna su entendimiento, de lo cual (es decir de este esclarecimiento, en donde la verdad se sitúa sobre el despropósito), surge la abominación, en los que prefieren seguir en sus cegueras:



         “Le preguntaron: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?”. Respondió: “Ya os lo he dicho y no me habéis hecho caso. ¿Por qué queréis  oírlo otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?”      (Jn. 9, 26-27)



         He aquí la cuestión, se interesan como si fuera cierto su interés. Indagan, como si les fuera la vida en ello. El ciego los contempla en su estupor y los estrecha: ¿En verdad desean saber lo que preguntan por vincularse a éste?.



         La posición se define. Lo que los fariseos defienden es lo que han defendido siempre: ellos no van a cambiar. No les sirven  ni signos, ni palabras, ni evidencias. (Jn. 9, 28 –34). Por el contrario increpan a quien trata de hacerlos salir de “su estar”, y en ello, los incomoda. Este ciego, además “les enseña”, (¡se atreve a ello!), cuando es exactamente al contrario: son ellos los que entienden todo lo existente en la ley, los que están facultados para enseñar. ¿Cómo “uno que ha sido ciego”, pretende enseñarlos?. No lo soportan.



         Si bien, es Cristo mismo, el que les indica cuanto se desprende de su proceder, porque con saberes o sin ellos, éstos que dicen ver son culpables; es decir: están en pecado. (Jn. 9, 40-41).



         La Iglesia, representada en ambos modos, no ha cambiado tampoco. En algo, sí...

No ha cambiado en contener “ceguera”, y no ha cambiado en referencia a los que como aquellos “piensan que ven”, pero son culpables. En realidad, este es el comportamiento que hallo entre los consagrados, cuando yo les llevo la luz que Cristo me muestra, su Ser, su Presencia. Cuando trato de enseñarles, lo que “desconocen”, porque es misterio revelado que Cristo me concede, para que “se lo dé yo a su Iglesia”. Y como aquellos, se ofuscan y se niegan a aprender de mí.



         ¿Pretendo, acaso yo, que se hagan discípulos? ¡Ellos ya lo son!. Como aquellos, siguen la ley, que no el Espíritu. Obedecen la norma, que no a Jesús, y no es esta Autoridad la que les gobierna (pues no la miran), no es “la autoridad” por la que ellos se sienten gobernados...



Ellos ya tienen “sus propios criterios y juicios”, emanados de Jesús. Ya son perfectamente autosuficientes, y sabios... ¡No precisan que Jesús venga a hacerles saber! ¿Ahora, que ya han estudiado tanto?



         He aquí, la vigencia de esta Palabra, porque casi diez años después de venir el Señor y llamar en su Casa, éstos, como aquellos... siguen sin escucharle y sin recibirle. (Jn. 1, 11). Cerrados están.



         Decía antes yo que “ha cambiado en algo, sí”... De un modo grande e impropio además, en lo tocante “al ciego”. Porque, siendo éste prototipo de todos los bautizados, que “han de llegar a ver la Luz” y por ella, convertirse, hoy bien cierto es que con pocas excepciones (algunas hay y espero de todo corazón que las haya, o que abunden...), la mayor parte de los fieles son “ciegos” (peor, porque parecen anclarse a la perpetuidad en la ceguera). En ello  se distraen o se conforman a ser lo que son, y hasta toman por luz, lo superficial que se mueve en sus sentimientos, dejándose llevar por lo erróneo, sin procurar acercarse tampoco al buen juicio, ni que otros, (menos, si son iguales) se lo enseñen.

        

Inmersos en los antivalores de esta sociedad ególatra, rechazan toda motivación “no autorizada”, y a veces rechazan la autorizada también, pues están ya demasiado engullidos por el estilo políticosocial existente, que los aleja –y no son conscientes de su peligro- de la verdad de Cristo, y del modo de vivir auténticamente cristiano.



No  piensan como cristianos, o no lo sienten: pues no lo viven, aunque ellos consideren que  sí lo hacen, o que participan, que realizan actos de caridad, o comunitarios, de voluntariado, oyen misas, oran...

        

Si fuesen sinceros para contemplarse a sí mismos, hallarían que no cambian nunca, y además se aferran a ello como si fuese lo preciso. Como las rocas o las montañas, ven discurrir el tiempo, los años de su vida, sin romper con nada existente (ni externo, ni interno), inmutables son. Pero lo que asientan sobre sí mismos es la anticonversión, porque quien se convierte CAMBIA. 



Este es el nivel, y la apreciación que ha de afectarnos interna como externamente. Este cambio ha de ser radical, profundo, irrenunciable. Ha de dotar al ser de un horizonte nuevo, puesto tan sólo en Cristo.



         Por todo esto que describo no parece extraño que Cristo declare que “Ella, (su Iglesia), no está”.



         Pero me indica también en este texto las consideraciones que el Buen Pastor hace en relación al rebaño:



         “Os aseguro que el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino saltando por otra parte, es un ladrón y un salteador. Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas       (Jn. 10, 1-2)



         La puerta la dispone Dios, el Padre. Y el único que puede entrar y salir por ella es el Pastor del rebaño y las ovejas que reconocen su voz y le siguen. Quien trata de entrar saltando por otra parte es el diablo, el cual procura esto para robar las ovejas del redil del Dueño, donde se hallan con su Pastor. Así lo sigue declarando en:  (Jn. 10, 7-10 y 11-18)

         Pero sigue diciendo:

         “El guarda le abre la puerta y las ovejas reconocen su voz; él llama a sus ovejas por sus nombres y las saca fuera. Cuando ha sacado todas sus ovejas va delante de ellas y las ovejas lo siguen porque conocen su voz”.

(Jn. 10, 3-4)

         Y también tornará a explicar lo mismo en: (Jn. 10, 27- 30)

         Las ovejas que le siguen, le buscan, le apetecen, le oyen, le reconocen (como el ciego ante el prodigio recibido). Se dejan conducir por su voz. Estas son suyas tan suyas, que Él mismo se cuida de que no se pierdan. Son su pertenencia, y dice: “no me las arrebatará nadie de mis manos”. Tampoco al Padre, puede nadie arrebatarle nada...

        

A estas ovejas, o estos ciegos que han recuperado la luz y son videntes, por la fe, se han convertido, y así han querido permitirlo, dice Él:

         “Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás”.



         Mas... también indica: “Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él porque no conocen la voz de los extraños”     (Jn. 10, 5)


            Lo que en estos versículos deja entrever, debiera servirnos de alerta y prevención. Debiera mantenernos cuidadosos y solícitos, antes que

despreocupados.

        

Cristo sabe cuando nos previene en tales modos, que el rebaño que se constituye en torno a Él, no es en sí mismo sino un cúmulo de seres en vías de perfección. Un anhelo tan sólo, porque para que las ovejas le pertenezcan tan enteramente, han de saberlo reconocer, han de escucharle y seguirle.



Y siendo éste, el objetivo, la meta en el plan diseñado por el Padre, y procurado por el Hijo, es lo que todavía a Ambos, les falta por conseguir: la conclusión o consecución ÚLTIMA de todos sus intentos y esfuerzos.



         ... ¡He aquí la tarea! He aquí la misión de Cristo, recuperar las ovejas del pasto de su Padre, SALVARLAS.

        

Ha de salvarlas, porque no están salvadas. Porque corren el riesgo de ser robadas por el ladrón... Este peligro es real y verdadero peligro, o no hubiera hecho falta que Cristo dejara su lugar junto al Padre, para rescatarnos,  ni que hubiese de padecer en la cruz. Nada de ello fuere preciso, si tan sólo el amor del Abba,  propiciara la cercanía de cada oveja a la salvación.

        

... Cristo bien podía haberse ahorrado tantos esfuerzos, que al fin –dado el modo de pensar hoy por  muchos de los guías del rebaño- el asunto parece abrirse o cerrarse en el Amor misericordioso del Padre, SIN OTRA CÚSPIDE O NECESIDAD.

Pues “pocos hay que vean peligro alguno”; los más consideran “que estamos todos salvados”; y que “no es preciso convertirnos”  ¿Acaso no basta con la misericordia de nuestro Abba?.



(No lo debió pensar Dios así de bien, que nos envió a su Hijo, y consintió que lo destrozarámos).

¿Tenía Cristo que bajar del cielo, para morir en la tierra, como un indeseable, tan sólo para que los hombres entendieran que tienen un Padre, que les restituye la Alianza perdida, aunque no cambien, aunque prosigan en sus pecados, PORQUE LOS AMA?.

        

No creo en verdad, que esto pueda admitirlo nadie, aunque tantos hablan hoy disparates semejantes, como si en ello expresaran profunda teología. Más bien les disculpo en su decir, porque no saben lo que dicen. Peor, porque a menudo, tampoco saben lo que hacen.

        

Cristo hace esta advertencia, y esta distinción entre “las ovejas que le siguen, le oyen, y conocen”, y las otras ovejas, que perteneciendo al rebaño, pudiesen despistarse y seguir a un extraño. Él, ni siquiera quiere entrar a considerar esta situación (terrible) y aclara:

        

...”Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.



         Esta afirmación que Él desea contemplar, contiene un futuro, que entraña por ello, dentro de la aseveración que él hace, lo preventivo de la posibilidad.  Y Él afirma este supuesto como que es algo inserto a la razón, a la lógica.



...Ello, porque lo contrario, es  algo que carece de sentido y  contiene locura. No nos habla Él de disparates, sino de virtudes, de perfección, y así con este supuesto la declara.



No les ha sido dada otra voz que la del Maestro. No se les ha concedido otra  Palabra que la del Verbo encarnado (Jesucristo), así pues impensable parece que las ovejas sigan a un extraño. Como impensable puede ser llamar a la noche, día.



...Si las ovejas siguen a “un extraño”, dejan de ser ovejas del Pastor. Dejan de oírle, y ya no le siguen. Es decir: dejan de pertenecerle. Si las ovejas comprenden su extravío, volviendo a la lógica de Cristo: “huirán de él” (Del extraño).



Esto si pensamos en justicia y en derecho, como Él hace. Mas... ¿qué sucede, cuando las ovejas, tratan de aparejarse al Pastor, y a otros dueños?. ¿Si tratan de compaginarse a “los extraños”, los contemplan, los admiran, y los siguen, aunque se declaren bautizados y discípulos de su Señor?



¡Muchos dueños, que son extraños, tienen hoy las ovejas que se llaman cristianas! Que constituyen, Iglesia...  Pero esto precisamente, es lo que Cristo no contempla. Pues... ¿qué Voz les habla, y a que Voz siguen? ¿La de Cristo? ¿Es la Palabra oída, de los extraños?  En tal caso... ¿por qué la siguen?.



La Iglesia misma, como Institución, se detiene a contemplar a otros extraños, y permite que los fieles los contemplen, siendo que en ellos no se halla la salvación. Por esto también se aparta de su Pastor, y de la Voz  con que estas cosas le advierte.



Necesario es que medite en estas cosas, que constituyen desvío, y crean ambigüedad en el espíritu inocente de los fieles. Pues actúa así, para ser ecuménica, en alegato de amor. Mas, se confunde.



El amor, es siempre salvación. Y ya dijo Pedro: (Hch. 4, 12) que no se nos ha dado ningún otro salvador que Jesús, bajo el cielo. Así, estos “abrazos” que son prodigados a “extraños”, en la presunción de que pudieran llegar a no serlo, no conceden salvación alguna, si Cristo continúa dejado fuera.



...Pues no es que la Iglesia se deba o no acercar Ella, sino que habría de acercar a Jesucristo para que sea acogido en su Palabra por cuantos “extraños” se hallen. Porque en la medida que también ellos acepten al Salvador único enviado, podrán pasar a formar parte del redil, y ser parte del rebaño.



...Que no en vano dice Él:

“Tengo otras ovejas que no son de este redil. También a ellas tengo que apacentarlas. Ellas escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor.”            (Jn. 10, 16)



         Si bien, no es esta aproximación a Cristo, la que se procura por parte de la Institución, pues se parte de un estilo más afín a la política o a la conveniencia de los hombres, que al evangelio.



No se instituye la Voz de la Salvación, para no confrontar, con lo cual no se persigue el establecimiento de la Luz de Cristo, sino mantener un modo de “respeto humano”, que se construye a expensas del apartamiento de Cristo.



(En lógica de algunos: “no es que a Cristo se le aparte, esto no; pero dada la aproximación de los diversos “pastores” o “iglesias”,  ponerlo en el centro “no es por el momento lo más conveniente”. Y según este arbitrio, tampoco resultará eficaz, ni necesario para “el buen entendimiento”, descubrir lo que Él revela ahora, para los tiempos del fín, éstos en los que ya nos encontramos. ¡Naturalmente ello adquiere tintes apocalípticos, que tanto desagradan, y tan mal se contemplan!. Es obvio que no hace falta Cristo así).

        

Por todas estas cosas, la Iglesia, pierde su valor, su coherencia, su pureza que habría de volverla integradora, por ser referente contra el error.



¡Ella, es territorio del Espíritu Santo! Y no ha de salir de este lugar donde se contiene el Cielo, para acercarse –ni filosófica, ni teológicamente- a otros lugares de fe, distintos, si ellos no buscan a Jesús, el Dios Vivo. (Este acercamiento, hágalo –esto sí lo hace bien- a nivel humano, de caridad, de misericordia, de amor fraterno. Para ayudar a todo ser humano sea ecuménica, sí).



         Prosigue Cristo señalándome, desde este evangelio, otra merma, que hoy la asiste, como entonces asistía al que era pueblo de Dios. Dice: (Jn. 10, 22-39).

         Se debatían aquellos judíos en entender si habían de considerar a Cristo como el Mesías enviado, para creer en Él o no creerlo. Querían salir de dudas. (¡Al menos mostraban este interés!).



Hoy, éstos no tienen dudas en este sentido, pero vienen a ser tan escépticos e incrédulos como aquellos, llegado el caso.

        

Cristo, los revierte a “las obras que Él hace”, los milagros que le ven realizar en nombre del Padre, que demuestran con claridad que su poder está por encima del que posee cualquier ser humano. ¿No les basta?.  No. No le entienden, peor... no lo aceptan. ¡Éste se llama a sí mismo Dios! Y cogen piedras para tirárselas...

        

Les dice Él:

         “He hecho  muchas obras buenas ante vosotros de parte de mi Padre; ¿por cual de ellas me apedreáis?. Los judíos le contestaron: “No te apedreamos por ninguna obra buena, sino por blasfemia; porque tú , siendo hombre, te haces Dios”.          (Jn. 10, 32-35)



         Pero... contémplese esta Iglesia ahora; una Iglesia que cree en Dios Padre, Hijo y E. S., que conoce y va en seguimiento del Hijo, para llegar a ser bautizada en el Fuego del E. S. y entiende el Poder creador y la misericordia del Padre, contemple que tampoco Ella, pone buena cara ante los milagros.



Tampoco termina de entender, que Dios obra prodigios, y que su poder se alza por encima de todo límite. Y en ello se vuelve prudente hasta el escepticismo, que es “negación”. A menudo no entra ni en la duda, sino que como aquellos, prefiere coger piedras, para tirárselas, a quien pueda predicar “los dones del E.S.”, como vivencias místicas, que ellos no están dispuestos a contemplar.

        

...Les debe parecer que ante sí tienen a otro que gusta llamarse “hijo de Dios”, y no toleran demasiado bien, que exprese que se halla unido a Dios, a su Espíritu, siendo partícipe de su Ser.



(¡Pobre Pablo de Tarso, si en lugar de acudir “a los doce”, hubiese ahora venido!. Si hubiese contado a éstos, esa historia de la Luz vista, de la Voz oída, de la caída sucedida por la irrupción de Cristo resucitado... Menos mal que los apóstoles no se extrañaban ante estos prodigios. Ellos creían en el Señor, y sabían que es poderoso).



         Medite la Iglesia en todas estas cosas, y hallará cuánta razón tiene Cristo, al decir: 

         “Ella, no está”.

        

Cierto es que se encuentra ausente de sí misma. Del Ser que Cristo quiso concederle, por todas estas mermas que se señalan, pero podría “estar”, si regresara. Si comprendiera sus desvíos, sus pecados, y se volviera dócil a la voluntad del Señor, que a esto la invita. 



Cristo la insta a hacerse planteamientos nuevos de pureza, de prevención a todo enemigo que la aparte del camino a dónde Él la conduce. Ha de regresar sobre sus pasos, volviendo a su inocencia primera. Entonces Cristo la contemplará.



         PORQUE la Iglesia ha de entender lo que también me significa, aunque sea con una voz antigua, dicha hace ya mucho tiempo... El Señor me pone en (Ez. 43,1 – 44, 31).

        

En ello me hace entender un modo paralelo, entre lo que el profeta declara entonces, y lo que he de declarar de su Iglesia, hoy.

        

...Para que entiendan los jefes de la Iglesia, que el templo está habitado por la gloria del Señor, y Él lo llena, en tal modo que así ha de ser siempre, y de este modo, entendido, por todos cuantos acudan o pasen adentro.

        

Como Dios declara ante el profeta, lo que el pueblo habrá de hacer en adelante, manteniendo ante Él una actitud respetuosa, alejada del pecado, advierte ahora a este pueblo, que no va a tolerar que su santo nombre sea profanado, por causa de todas las prácticas que para Él son detestables, causa de ceguera, de escándalo... que no se corrigen (no miran hacia conversión alguna).



         ...Y como ordena al profeta que describa el templo que Él desea se construya y se purifique, así a mí me ordena que dé razón a su Iglesia de todas sus Razones, de modo que los que en ella gobiernan, entiendan, lo que resulta grato al Señor, le complace, y lo que detesta, y les pide que cambien.



Dice:

         “Si se avergüenzan de todo lo que han hecho, enséñales la imagen de este templo, su estructura, sus salidas y sus entradas, su disposición y su forma, todos sus ritos y sus leyes. Escríbelo todo antes sus ojos para que guarden con exactitud toda su organización y todos sus ritos y los pongan en práctica.

            Esta es la ley para el templo: en la cumbre del monte, todo el espacio que lo circunda será santo. Tal es la ley del templo.”            (Ez. 43, 11-12)



         Lo que aquí expresa el profeta nos hace contemplar la restitución del TEMPLO, tras los daños sufridos. La oportunidad nueva que Dios brinda a su pueblo, para corregir sus desvíos, sus pecados y errores... Por eso dice Él, “Si se avergüenzan”...

        

Es una condición, porque si no lo hacen, sobreviene la pérdida. Mas, escuchando ellos lo que el Señor les pide, Él mismo determina lo que le gusta, le glorifica, y le conviene. Y es esto mismo lo que habrá de obedecer y practicar el pueblo.

        

Entonces, con estos cumplimientos (ley que Él establece) el templo, descollará en la cumbre del monte.

         En este mismo sentido abunda Cristo del templo que se le consagra,  según la función que realicen los discípulos, si son luz para el mundo, o si son sal, PORQUE  quedarán constituidos como “Una ciudad situada en la cima de un monte”, la cual será contemplada por todos. (Mt. 5, 13-16)



         Y entonces, sí, “todo el espacio que lo circunda, será santo”. Entonces, este templo, edificado en la cumbre y lleno por la gloria de Dios, que los discípulos contemplan y respetan, vendrá a ser un espacio santo: el Reino.



         ...Pero es preciso para que esto suceda que se modifique todo, por todo. Se derribe el edificio actual, que contiene desdoro y ruina, y en su lugar se levante el que Cristo desea, hecho a la medida de su Gloria, de manera que sea lugar donde se esparza y se albergue su Espíritu.



Y es esta revocación algo que afecta a todo creyente en sí, y a la propia Institución, con el Papa a la cabeza. Y ha de ser tal, que entrañe purificación precisa, actitud de penitencia, de arrepentimiento, que deseche todos y cada uno de los pecados cometidos, de todo cuanto el Señor aborrece, y lleva diez años señalando.

Dice el Señor, en referencia al culto que ha de haber en su templo:

“Hijo de hombre, pon atención, mira bien y escucha atentamente todo lo que te voy a decir acerca de todas las prescripciones del templo del Señor y de todas sus leyes. Te fijarás bien en todo lo que respecta a la admisión en el templo y a la exclusión de él. Dirás a los rebeldes, a la casa de Israel: Esto dice el Señor Dios: Ya son demasiadas las monstruosidades que habéis cometido, oh casa de Israel; habéis introducido  extranjeros, incircuncisos de corazón, e incircuncisos de cuerpo en mi santuario para que profanen mi templo (...) Esto dice el Señor Dios: Ningún extranjero, incircunciso de corazón e incircunciso de cuerpo, entrará en mi santuario; ninguno de los extranjeros que viven entre los israelitas.”               (Ez. 44, 5-9)



         Muy claramente  define el Señor en esta palabra, que no desea trato con la impureza, sea que la aporten los “extranjeros”, por la diversidad de sus costumbres, cultura, o ritos contrarios a lo que ha de prevalecer en el Templo del Señor.



Esta es referencia a la anterior dada, cuando dice el Pastor: “no seguirán a un extraño, sino que huirán de él”.  ( Pone “extraño” como simil de “extranjero”).

        

Medite la Iglesia, cómo este pueblo, Ella, en tantos modos se ha llenado con la influencia de tantos pensamientos, estilos, costumbres “extranjeros o extraños”, a lo que es virtuoso y evangélico, según los mandatos de Jesús. Y entienda que ahora Él le pide que restituya esta pérdida de nivel, porque es impureza, equívoco, desvío..., tratar de hermanar lo que Cristo desea, y lo que el mundo, por exótico o progresista que parezca, establece.

        

Tampoco tienen cabida –no deberían- otros estilos de impurezas, como las que provienen de la hipocresía social, que torna a los hombres en mentirosos y por ello, “incircuncisos de corazón”, agentes de injusticias, que no buscan ni desean la salud del alma. Sirven con sus modos a la intoxicación y corrupción del ambiente de espíritu, y terminan degradándolo.

        

Ni los que viven manchados, por impurezas que afectan al cuerpo, hechos a los placeres, a los sentidos, al ego y su disfrute...

        

Medite la Iglesia si ahora, contiene en sí estos niveles de purificación, y cómo le son obligados, para ser recinto sacro. Sin ellos, no será constituida, Reino.



         Que Cristo entre en Jerusalén, ha de ser  por el amor que los fieles le muestren, y los consagrados. Por la fidelidad que se halle, pues Él no se avendrá a su pueblo, ni a dejar su Gloria en su Templo de cualquier manera.

        

Mucho han de meditar en esto los cristianos, si desean llamarse “hijos del Reino”, pues mucho han de cambiar sus modos, su corazón, sus necesidades, su vida, para ajustarla al modelo que Cristo les pone, el que Él mismo realizó, el evangelio, el que han seguido con gozo todos cuantos le han amado, y se han entregado por Él, glorificándole.

        

Aunque muchos no comprendan estas cosas, sabrán que fueron dichas y avisadas, cuando se cumplan: (Jn.12, 16).



         Vuélvanse humildes y receptivos, los consagrados, y tengan sobre sí, esta Palabra: Hch. 1,6-8), porque no fueron ellos los depositarios de la Voluntad del Padre, respecto a los últimos designios, sino que sólo fueron los propiciadores de la difusión del evangelio encomendado, para que la Voz de Cristo se oyese por todo el mundo. No lo fueron, porque no era todavía el momento...

         Por lo cual, desechen ese estilo superior, que les hace creer que ya está todo sabido; y que ellos poseen todos los conocimientos revelados. Poseen todos aquellos que les han sido necesarios para el cumplimiento de la misión que habían de llevar a cabo.



Sin embargo, ahora, Cristo, por su Espíritu, abre la puerta de los designios ocultos, que han permanecido en secreto, hasta que llegasen los tiempos del fin (los escatológicos). Ya estamos en ESA HORA.

        

...Y siendo éste el momento en que debieran estar recibiendo con gozo cuanto el Cielo les muestra, para beneficio de todos en el mundo, lo que propiciará el bautismo de Fuego, para el pueblo de Dios (Nuevo Pentecostés, Reino), y la salvación para otros muchos pueblos, siendo la Iglesia, la ciudad descollante sobre el monte del Señor, los que reciben estas noticias, las IGNORAN.

        

En ello vienen a mostrar a su Señor, su inoperancia, su infidelidad, y la ruina terrible que padecen. Como ellos no miran hacia su Señor, no le oyen, Cristo, deja de contemplarlos, y declara con solemnidad  esta NADA, que se perfila en el Templo, en modo semejante y terrible con la esterilidad de “la  higuera”.



                            “ELLA (que hubiere de ser Suya) NO ESTÁ

        


















  

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