NECESITAMOS CREER

A estas alturas del S. XXI, con muchas cotas de progreso científico superado, todavía necesitamos aprender las que son fundamentales para la vida del espíritu. Las que el ser humano precisa para poder desenvolverse al máximo.
Por eso expreso que "necesitamos creer". Nos hace falta FE. ¿Por qué..? Voy a entrar en una controversia más profunda de lo que quisiera, pero al par conveniente, porque falta a muchos, pronunciarse con planteamientos firmes hacia "lo eterno".
Bobamente se ha hecho asimilar en los últimos decenios, que sin tener que modificar nada de sí, y sin tan siquiera esforzarse por lograr el cielo, siendo tan sólo personas normales, ya estaba el camino hecho y el podium asegurado.


ESTO NO ES ASÍ. No trato yo de arrancarlos de lo fácil, y poner obstáculos para adquirir lo imperecedero, sino de abrir sus mentes, que permanecen cerradas y contienen numerosos sesgos de indefinición, cuando no de error mismo. Miremos a Cristo, nuestro modelo. Mucho le costó a él, que los hombres -y no todos lo han hecho- entendieran su divinidad, por lo cual se vio forzado a mostrarnos en modo terrible el intercambio perfecto: la naturaleza humana de Jesús, rota y derramada hasta el límite, muestra a la humanidad la Vida que la confiere a la plenitud que la resurrección concede. Y como contrapartida, de su derramamiento surge la fe en nosotros, de tal naturaleza que convierte nuestra limitación en potencial, y nuestra disposición hacia el resucitado, en VIDA.

Hubo de morir, para dejar patente, lo que a nuestra inteligencia no hubiera sido nunca visible. Para que naciera la FE en la VIDA que no es nuestra, pero existe a pesar de nosotros, porque pertenece al Padre, Cristo  entregó su vida humana, e hizo patente su SER siempre divino, que no quisieron contemplar los hombres.

Pero ahora, los mismos hombres que han vivido con el destello ingente de la resurrección, se apartan para seguir los postulados de un humano progreso y dejan de contemplar, lo que tantos siglos recorrieron, asidos a esta certeza.

Por eso Cristo nos interpela, desde las palabras de S. Pablo (Gal.3, 1-5). Porque llenos de insensatez como aquellos, esta sociedad que ha sido siempre "creyente" y "discípula" de su Maestro, se abaja de sus pilares; deja de lado sus principios cristianos, procedentes del evangelio, y deja de considerar a Jesucristo, al que apenas si contempla, como si fuera algo caduco.
No es el progreso la fuente; no es la panacea, ni concede el progreso la resurrección o la inmortalidad. Sólo los necios se dejan engañar, o consideran que "progreso y fe" son algo incompatible. Si el progreso fuera enemigo de la fe, Dios Padre, no nos hubiera concedido el mundo. Ni esta vida preciosa; ni tampoco nuestra inteligencia... Sólo son reacios a la fe, "los hombres" que RECHAZAN a Jesucristo; pero estos no saben discernir lo que es el progreso, aún cuando se autoproclamen "progresistas".

En realidad, el verdadero progreso no ha de estar limitado a la conquista del entorno material y de los retos que propone el universo, o la vida, sino que habría que lograr conquista semejante, realizando al hombre en modo íntegro, hacia la Voluntad, por la que fue creado. Y en ello, habría que propiciar el magisterio de Cristo, porque es tan sólo desde él que el ser humano puede imbricarse a lo que resucita para siempre. Algo tan sencillo como este ejemplo: puede haber bombilla, enchufe, cable y electricidad, pero no obtendremos ningún resultado satisfactorio, si la corriente eléctrica no fluye y la bombilla no se une a ella, por algo tan sencillo como un enchufe. Cristo es nuestro enchufe, el único que establece la conexión.
No hay otra manera, pues como Pedro dijo:
"Y no hay salvación en ningún otro, pues no se nos ha dado a los hombres ningún otro nombre debajo del cielo para salvarnos."  (Hch. 4,12)

Lo único que dificulta que suceda esta evolución necesaria es la ausencia de fe. Y es la fe, una calidad superior en el individuo, pero al mismo tiempo un fluido que le es regalado desde el principio. Es un don. Ricos en fe, son los niños. Y algunos adultos descreídos infravaloran el sentido de la fe, como algo "infantil" o propio de personas "inmaduras". Si bien proceden en este juicio como auténticos ignorantes. No voy a detenerme en explicar estos errores, pues lo son, pero no es el tema que me ocupa.
Los niños, tienen abundancia de ese don y lo ejercen con total naturalidad y sin menoscabo alguno de su ser. Porque es la fe, confianza. Es la fe, crédito y espera. Nadie como los niños, confía o cree, y espera. Y si las personas adultas los rescatan de esa "ingenuidad", no es porque ellos obren mal por creer, sino porque hay otros que malogran la inocencia y les engañan... Cristo ama a los niños y a los que "son semejantes a ellos".

La fe, está en creer; y todos pueden y deben ejercerla. De hecho la mostramos a los hombres y a las cosas, nos fiamos, aunque sea a distancia, o sin conocernos. No podríamos desenvolvernos entre nosotros, si nos faltara.

Pero voy más adentro, porque la fe de Jesucristo, la que él mostraba hacia el Padre, y le llevó a la muerte persuadido de la resurrección, es una verdadera exigencia, un reto para la humanidad.
Una opción que cuesta tanto a los hombres que se convierte en obstáculo para Cristo, siendo por lo demás tan simple o tan sencilla como la que los niños llegan a tener.

¿De dónde proviene esta dificultad asombrosa? Complejo sería desgranarlo, pues son numerosas las causas, y en última instancia, habría que señalar como causante a "la serpiente antigua", la misma que arrebató el paraiso que teniamos.
La opción de creer, haría que puestos en Jesús, acogiésemos sin medida, todo cuanto procede en él.  Parece fácil. De hecho la mayoría de los cristianos es esto lo que llevan haciendo desde hace dos mil diez años. En realidad "aprenden" lo que deben saber, esto que empieza siendo fe, termina por ser tan sólo aprendizaje, porque la fe, entraña algunos peldaños de mayor empaque.
La verdadera fe la tuvo Abrahán, que confió en Dios, sin verle; oírle sí; sentirle, sí... pero era difícil dejarse persuadir por un Dios desconocido, estando rodeado por dioses múltiples, ídolos por doquier... y sin embargo, LE ESCUCHÓ OBEDECIÉNDOLE en aquello que era costoso, incomprensible y le requería por entero.
Dios le había pedido que abandonara aquella tierra, su casa, sus ganados, su gente... y fuera a una tierra desconocida, que le mostraría él. Abrahán tuvo FE. Confió en Dios. Nadie le había enseñado antes a creer. Oyó y creyó. Así de simple.

Fue verdadera fe la de Santa María, comprometida ya para casarse con José, el ángel le avisa de la voluntad de Dios, que la elige para ser la Madre de Jesús, y ella se fía; CREE. Creer le supuso enfrentarse a su sociedad y a sus normas, elegir el posible desdoro y la incomprensión; o el rechazo de su marido. Pero ella se mantuvo firme y entrando de la mano de Dios en unos conceptos nuevos, no aprendidos, que figuraban escritos y eran promesas, pero nadie había visto cumplirse, ella los acogió, para serle fundamento. ESO ES FE.

Fue fe la de Pablo de Tarso, enemigo de Cristo, perseguidor de cristianos, que asistió al martirio de Esteban... y poniéndosele Cristo delante en el camino de Damasco, envolviéndole con su Luz cegadora, Saulo se convierte. De enemigo, pasó a defensor acérrimo...
Muchos hombres y mujeres de fe, "no aprendida", sino "inesperada",  que  no sabe cómo se le presenta y le envuelve, ni como le persuade con su Luz, hay a lo largo del A.T. y después, tras la resurrección de Jesucristo. Pero esa no es la FE que tiene la Iglesia ahora, ni los que están al frente, ni tampoco el pueblo, la sabe tener. 


Hoy unos y otros estudian y aprenden. Es algo semejante a "vivir de lo que han hecho otros". Y cuando Cristo los estrecha como AHORA a creer lo que no está contenido en los libros "como siempre", porque está escrito, pero no cumplido, si bien ya se CUMPLE, y se lo envía a decir con su ángel, ellos, los unos como los otros, no saben reaccionar, porque habrían de arriesgarse con sus respuestas, y no han aprendido a vivir según el verdadero espíritu de unión con Dios, para entender que es así como obra, y como siempre ha obrado con todos los profetas y con quienes han ido delante anunciándole. Los manda él a su pueblo, y aguarda a que quienes les escuchan les reciban y les crean, porque es Él quien les habla.

Cristo avisa ya en nuestros días de "su llegada" ("La segunda venida"), algo que figura como promesa, y está escrito. ¿Y cuantos le están esperando? todavía están viviendo en lo sucedido hace dos milenios... No quieren creer, entender no quieren que ha llegado el tiempo OMEGA. Que Cristo prepara ya los momentos últimos, y para eso avisa a los suyos, para que se dispongan a esperarlo, les envía sus nuevas para que CREAN, pero estos consagrados están lejos de la fe, tan lejos como Tomás "el mellizo"... peor, porque ya no ven ni los signos, ni las pruebas. La Presencia de Cristo no la consideran. Tomás, a pesar de su obcecación, sí la entendió y se arrodilló adorándole.

Cristo lleva tiempo avisando "lo que sucederá", porque ya van a ser cumplidas todas las promesas. Pidió a la Iglesia que publicara su proclama de CONVERSIÓN, para que su pueblo estuviera dispuesto a su llegada. Pero nada se ha hecho.
Pues bien, yo digo que el tiempo se termina. Estamos NECESITADOS DE CREER, y no es una opción a elegir, cuanto "una necesidad" de tal magnitud, que puede otorgarnos a LA VIDA o dejarnos de lado... (Lc. 17, 34-35)

Cuando el Señor venga, tendrá lugar su juicio.  ¿Alguno lo piensa? Os digo que no. En estos momentos, con el Señor en lo que asegura para estos tiempos, no hay ninguno. Lo que he hecho saber y está escrito, se cumplirá del todo. Ya se está cumpliendo.
¿Y dónde está la Iglesia de Pedro? Se quedó allí, en la primera llegada del Señor, en los tiempos ALFA, y así piensa seguir por los siglos de los siglos. Llegará el Señor, como el ladrón, y ninguno saldrá esperarlo.
¿POR QUÉ? Porque no tienen la fe de Abrahán, la fe de Santa María o de Pablo. Porque la FE de la que suelen alardear, no les requiere romper ningún esquema, ni asumir un verdadero compromiso. Los creyentes de ahora no se la juegan, no quieren exponerse, por el Señor... Él sí lo hizo, y lo entregó todo.

Seamos realistas, en estos tiempos, quien más o quien menos tiene una fe de "bolsillo", y un Dios que se adapta a lo que le conviene. Esta es la falacia. La gente se conforma, y no ve más allá de lo que le dicen otros; o de lo que aprende. Pero la verdadera FE, no está vinculada a lo que aquí conocemos, sino al MISTERIO, a Dios, a lo que DESCONOCEMOS porque a nadie se le ha dado penetrar LO IMPENETRABLE. Y cuando sucede, y alguno recibe directamente las promesas de lo Alto, cuando Cristo, desde su Espíritu concede a alguien REVELACIÓN, es el momento de evaluar la fe, si es verdadera. Si la fe que decimos tener es la de Abrahán, o la de Pablo... porque solo los que se arriesgan a creer lo que directamente COMUNICA  el CIELO, tienen esa FE que sí es un don valioso y verdadero.

En estos momentos hace falta creer lo que estoy declarando, porque yo no hablo de mi cuenta, sino como he dicho a la entrada del blog, hablo de parte de Otro, y sé muy bien lo que digo. Las razones que explico no me las ha enseñado ninguno de aquí, de modo que mi fe no procede del mero aprendizaje, cuanto de la experiencia que Jesús me está brindando.
En el anterior epígrafe hablaba del "Mayor mandamiento". Y es la cuestión que debiera plantearse cada uno de los que afirman creer:  ¿Quiero yo de verdad amar a Dios por encima de todas las cosas?
Y si es cierto que lo ama así, que medite: ¿qué le impide creer que ya llega otra vez Jesucristo y dará cumplimiento en nuestros días, a lo que viene avisando? ¿Acaso se puede amar, sin creer? Yo os digo que es al contrario: primero hay que creer, creer del todo, y entonces el amor sucede en modo inexpresable.
Cristo desea que nos arriesguemos por él. No se conforma con cualquier cosa; desea ver que estamos dispuestos a seguirle, a creerle sea que nos parezca un disparate aquello que nos presenta.
Un disparate, pareció a los discípulos oírle hablar de la eucaristía, y que habrían de comer su carne y beber su sangre. Se escandalizaron y muchos dejaron ya de seguirle. También ahora, cuando se anuncia todo cuanto va a permanecer cumpliendo, personas de fe se espantan, y se retiran como aquellos.

Pero yo digo, no hay que temer a Cristo, sino correr a recibirle. Acogerle en todo cuanto nos muestra. Recibirle como el Rey, el Bendito que regresa de nuevo a su pueblo, para rescatarlo en modo definitivo.

Porque esta es la verdad: Ya viene nuestro liberador; viene el Señor a salvarnos, él mismo dará a cada uno su salario. No hemos de perder ni un minuto. Es hora de CREER; de ESPERAR, de revisarlo todo, y hacer puesta a punto. Es el momento de nacer a LO NUEVO.

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