(Continuación de la Carta a B. XVI sobre su Tercera Encíclica)
*
Hable el Papa como quien
es, jefe espiritual, a los hombres, como lo ha hecho... pero no deje de lado a
Quien se ha Presentado para hablar también a su pueblo, al mismo tiempo que él.
Dele lugar de
privilegio, como merece, pues Nicodemo, maestro en Israel, sí anduvo
dialogando con Cristo y escuchándole, por más que no supiera entenderle.
Precisan los hombres de
estos tiempos no sólo soluciones de la materia, sino tal vez de un modo más
acuciante, del espíritu. ¿Y quién les hablará mejor de ello que le cabe
conocer, que Jesucristo mismo?
Quiere Él alzar su Voz
en estos tiempos, pues para eso se muestra. Desea dejar impreso en los
corazones y en las mentes el LOGOS que viene de arriba, para dar alimento
esencial a toda conciencia.
No es que el Papa tenga
que apartarse o se inhiba. No es esto, ni Cristo lo desea, porque al contrario
lo que quiere es fundamentarlo.
Entienda la Presencia
hoy, del Señor actuante, y posibilite la oportunidad de que Él dimensione
su Verbo, porque es Él con su Espíritu quien sobre todos gobierna.
Cristo habla en estos
tiempos al mundo, y la Iglesia todavía no lo ha oído. ¡Y no habrá mejora
para la humanidad, sin la SALUD que sólo Él sabe administrar!
Medite el Papa, que su
trabajo –y está muy bien hecho- podrá beneficiarse si confluye al de este
ponente Esencial que es Jesucristo, el cual da la medida de las cosas, la
situación que acontece para estos últimos tiempos, en los que nadie piensa, de
los que ninguno nada imagina, porque no vio y no oyó, pero yo soy
testigo y conozco lo que he visto y he oído.
Razones que están
escritas arriba y Él contiene, que no sólo las AVISA cuanto LAS CUMPLE.
¿Quién informará con mayor certeza, que Aquel que da cumplimiento a su Palabra?
...¿Y que conviene CONOCER a esta humanidad que se
despeña, para que surja en ella el hambre de Dios y la sed que la
transforme en otra distinta de la que hoy con faz tan terrible se muestra? Una
transformación que la haga RESUCITAR y vincularse a la Vida.
9. Concluyendo,
creo por mi parte, que se hace preciso “continuar la encíclica”, o “dar motivo
a otra, que aborde las pretensiones de Jesucristo, y su propuesta de “sanación”
al mundo. En donde aparezca lo que NOS DICE AHORA y cuanto conviene CONOCER a
la humanidad sobre los designios ya últimos y sobre su Presencia.
Digamos que el Papa ha de concluir “lo empezado”, porque
señala él como diestro observador lo que acontece, pero no afirma, ni puede, el
modo en como puede el ser humano afrontarlo o superarlo. A lo más realiza
propuestas que pueden considerarse o no, toda vez que quien las oferta es “un
hombre”, no Dios.
Si no “completa” lo que acaba de ser formulado, no
concederá una finalidad coherente a los asuntos múltiples que aborda, y si no
vincula su voz a la de Cristo que es el que SALVA, su palabra por sí sola
carecerá de fundamento, sin pasar adelante, sin dejar en las conciencias otra
huella que la de un poso superficial, que pronto se borra.
Valoro en verdad su esfuerzo, y me parece bello verlo
debatirse en acercar la justicia y la fraternidad a todos los seres de la
tierra, más no se trata de convencer, ni persuadir. “La Caridad en la Verdad” exige
ese pronunciamiento formal que introduzca en el ánimo del hombre LA CULMINACIÓN,
junto a la promesa de Cristo que es QUIEN CUMPLE.
sus desdichas, de Aquel
y aquello, que es más fuerte y poderoso que él.
*
Cristo se ha hecho presente para anunciarnos no sólo la
precariedad existente, el descenso espiritual que hay en TODOS y es abismo,
como las consecuencias del desvío que está consintiendo esta humanidad.
Por lo tanto sería preciso, argumentar en base a “lo que
sucede y el Papa ha descrito”, una CONCLUSIÓN ESCATOLÓGICA que sitúe ante el
mundo las claves últimas que Cristo revela y ya NOS AFECTAN.
Una información veraz, inserta en la caridad que procura
el alcance de la TOTAL DIMENSIÓN para el hombre, de la cual podrá derivarse la
determinación de “unos” a seguirle, o de
“otros” a rechazarle, de tal modo que Cristo, cuando venga –y esto es ya
inminente- podrá proceder al juicio que realizará para situar “a los fieles” en su Reino, donde ya la
salvación los tomará.
“ Os digo que en aquella noche dos estarán juntos en una
mesa; a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán. Estarán dos mujeres moliendo
juntas, a una se la llevarán y a otra la dejarán.” (Lc. 17, 34-35)
No posee el Papa la verdad,
aunque de ella hable, ni la conoce él en su plena dimensión y trascendencia,
pero Cristo, autor de la Vida y Luz de ella, sí la conoce, la comunica y la
realiza.
Con su voz, dice Él
a todos los hombres y mujeres, esta Palabra:
“HOMBRES DE VERDAD Y DE FE ADORAD AL SEÑOR.”
No se dirige Él a los que no lo estiman, ni lo
aguardan... sino que por contrario establece una preferencia, que es rango
de “ente propio”. Porque habla Él así a los que son suyos: “su familia”
Y lo hace por lo que a continuación también expresa,
Oráculo del Señor:
“ LA ÚLTIMA HORA LA ESTOY ESCRIBIENDO.”
Estamos pues ahí, en este momento último que el Señor
“escribe” para nuestro bien, o nuestra condena.
Pero no se ha hecho un llamamiento al mundo, o cuando
menos “a los hombres de verdad y de fe que adoran al Señor” (a cuya posibilidad TODOS entran), para que
conozcan que se están jugando no ya los bienes materiales, cuanto la Vida
eterna.
Desde este anuncio, podrá contemplar el Papa, la
importancia de lo que realmente debiera llevarnos de cabeza, resultando todos
los entresijos del mundo hueros, y su conquista baldía.
Mas... ¿Debe seguir a oscuras la cristiandad? ¿Debe
ignorar el mundo que YA VA A SER JUZGADO? Esto merece un detenimiento serio.
Porque, ¿cree el Papa que si los seres humanos, la
Iglesia toda, no es prevenida y no conoce lo que Cristo YA OBRA se corregirá?
El temor –y hemos de tenerlo porque no somos todavía
“santos”- el temor a arriesgar lo seguro y valioso que esperamos, es NECESARIO
para luchar contra aquellos pecados y debilidades que nos hacen sucumbir. Lo
precisamos todos, para salir del anquilosamiento acomodaticio que impera, y
revisar a la luz de la doctrina evangélica, la trayectoria de la vida terrena
en sí; y la de cada vida. (Aquí cada uno se revierta a su conciencia y a su
discernimiento. Y si no lo tiene, se forme y lo apetezca.)
Una persona que conoce
repentinamente que padece una enfermedad terminal, entra
en sí, con numerosas
consideraciones. Y le parecerán terribles, si ya no las puede subsanar como
querría antes de su partida. Su vida sufre un cambio, su mente entra en rigor
de analista, y escruta sus acciones pasadas y presentes; extrae consecuencias
para el porvenir (el tiempo que le quede). Y en fin, vive mirando hacia el
futuro y su precariedad, con la esperanza de hacer “lo mejor”, “lo útil”, cuando
todavía tiene tiempo.
De igual modo, alertados por Cristo a cerca de NUESTROS
DAÑOS, y de la NECESIDAD DE LLEGARLOS A CORREGIR o modificar, bajo el riesgo de
“la muerte” (no me refiero a la física), todos habrían de volverse RECEPTORES
de LAS NUEVAS que Él HA COMUNICADO en estos tiempos para la humanidad (supuesto
sean “hombres de verdad y de fe”... que sí quieran adorarlo).
Porque tras ello y todo cuanto está avisando, pone con su
voz, otra alarma fulminante, Oráculo del Señor:
“ CUANDO OIGAS LO QUE TE DIGO ELÍAS...
(Me hace ver como si hubiese una película hacia atrás, la
descomposición de todo lo que constituye la creación: desaparecen los árboles,
las montañas, los seres todos... Es la anticreación, o la disolución en la NADA)...
...“VOY A METER”.
Dios Padre revertirá sobre Sí, la Obra magna que ha
creado, si ante la oferta de “Elías” al mundo, en los últimos tiempos para que
se convierta a Jesucristo, el mundo se despreocupa sin hacer caso.
Esta situación pende sobre nosotros, que nos ocupamos de
finanzas y bagatelas, sin querer mirar hacia Dios y sus empeños.
Que el Papa hable de ESTO no significa que haga suyas
estas alarmas sino que “las da a conocer” porque así lo dispone Quien es
mayormente Poderoso, el cual no sólo las anuncia y sostiene, cuanto LAS CUMPLE
si damos lugar...
Lo que Cristo hace con estas maneras es provocar el
zarandeo que nos haga salir del apoltronamiento en el que hemos caído TODOS,
creyentes o no. Porque lo que en verdad anhela es CURARNOS y poner en nosotros
su AMOR y su VERDAD única poción que NOS
SALVA.
Sostenga el Papa la antorcha de la Vida, e ilumine a este
mundo caduco con la LUZ que procede de Cristo, conociendo que en esta tarea
ingente, que entiendo que “le desborda”, no está solo, sino con la IGLESIA, con
muchos que creerán en Cristo, cuando “lo dé a conocer”, y estará su Señor al
lado, allanándole el CAMINO, este trayecto NUEVO (lo OMEGA), que todavía nadie
conoce porque no se ha dado a conocer.
Me despido, con este Oráculo, Palabra del Señor, que dice
a los suyos, al Papa, a su Iglesia...
“ NO VAYAS A OLVIDARTE DE MÍ, PORQUE TU PIEL ESTÁ SELLADA CON MI
NOMBRE.”
Urge a la Iglesia, su esposa, a recordar todo lo que
tiene comprometido con Él; todo cuanto siempre le ha entregado. El Amor inmenso
con el que siempre la ha estado envolviendo y cuidando, de modo que como
cualquier “amante” le grita casi con desespero, porque los cumplimientos llegan
y ella parece que no le atiende como debiera. Le dice:
“No vayas a olvidarte de mi...”
...Si le olvida, si esta esposa se vuelve infiel y
esquiva, será ella la que penará para siempre, el dolor del olvido.
¿Por qué..?
Porque lleva la piel,
marcada con el nombre de Jesús. La piel es la parte más sensible, la que
exhibe la belleza, la que recoge los roces, y percibe el Amor... Jamás podrá la
Iglesia desprender, aunque lo intente, este SELLO, que Cristo ha escrito en su piel, desde su
muerte junto a todos los hombres que en ella lo han amado a lo largo de los siglos.
( 15 – 7 – 09)
*
LA ACTUAL IGLESIA Y SU RESPUESTA A DIOS
Saludo al Papa, y le escribo
porque representa él a “la actual iglesia”; la que vive estos años borrascosos
y sañudos, que no parecen garantizar bonanza. Lo que a él digo, a todos los
hijos de mi pueblo me gustaría decirlo, porque es el Señor quien me envía a que
LE OIGAN.
Pero aunque el pueblo
tenga la opción de “escuchar” los avisos que el Señor hace, no tiene la opción
de decidir; y por ello debo dejar estas consideraciones en las manos de quien
ostenta autoridad capaz de dar LA
RESPUESTA QUE EL SEÑOR ESPERA.
Una vez más reclamo la
atención de quien se hizo “siervo”, según el mandato de Jesús:
“Vosotros me llamáis el maestro y el señor; y decís bien porque lo
soy. Pues si yo porque lo soy. Pues si yo el señor, y el maestro os he lavado
los pies, también vosotros os los debéis lavar unos a otros. Yo os he dado
ejemplo, para que hagáis vosotros lo mismo que he hecho yo. Os aseguro que el
criado no es más que su amo, ni el enviado más que quien lo envía. Si sabéis
esto y lo ponéis en práctica seréis dichosos.”
(Jn. 13, 13-16)
“Os
aseguro que el que reciba al que yo envíe me recibe a mi, y el que me recibe a
mi recibe al que me ha enviado.” (Jn. 13, 20)
para que reflexione en las
indicaciones que el Señor le muestra enviándome, y dé a su pueblo fortaleza,
llevándolo al entendimiento de las cosas que para estos tiempos está
manifestando el Señor.
Quiere Jesús que ponga
ante el Papa, la solicitud de CONVERSIÓN que él hace. Todavía es tiempo de
adquirir “el Agua Viva”, el manantial que salta hasta la vida eterna, agua que
calma la sed definitivamente. (Jn. 4)
Mas esta conversión ha
de formularse según los signos últimos que Cristo está concediendo, para que la
fe del creyente, asiente en el “todo completo” del Señor resucitado, que viene
a culminar su obra.
Aquí, convendrá hacer
revisión sensata de lo que “es, o ha sido conocido por la Iglesia” y de lo que “está
siendo manifestado”, lo cual es todavía “desconocido por ella”.
Porque sin el
conocimiento de “lo último revelado”, este pueblo pierde la perspectiva, como
el saber. Discurre desorientado y se desvía del camino por el que lo conduce su
Pastor. Urge, por lo tanto, reparar estas brechas, de modo que los designios
que el Señor pronuncia, hallen la continuidad pertinente en este pueblo que ha
de ser salvado.
No se trata de “quitar
la razón a nadie” o de “darla a quien no aporta méritos según el sentir
humano”, esos modos de mirar la situación adolecen de espíritu, porque están
ausentes de amor. Y es el amor lo que conviene afirmar, y único soporte, sobre
el que cualquier edificio prospera.
La mirada hemos de ponerla en Jesucristo y en el cumplimiento de su
voluntad, porque ahí donde él establece lo que desea, todo lo nuestro por
importante que parezca, sucumbe.
El escollo somos nosotros, nuestras imperfecciones, nuestras
limitaciones o nuestros pecados. Cristo habla; se muestra, se nos aproxima...
pero no reaccionamos con la fe de los niños. A veces falta prudencia para ello,
y a veces sobra demasiada, para salir hacia fuera de nuestros reductos y
encontrar lo que él nos está ofreciendo.
Si bien rectificar es
de sabios. Dejar de ser asustadizos, es comenzar una posición adecuada para
entablar el encuentro con él. Por eso prefiere él a los que “son semejantes a
los niños”, pues ellos tienen un espíritu libre y decidido, exento de la torpeza o las torpezas que arrastran las mentes de los
adultos y sus sentimientos.
“Volver a nacer”,
requiere recuperar ese inicio inocente, limpio... de aquello que surte la vida,
virgen. Aunque pueda parecernos difícil como a Nicodemo, “todo es posible para
el que cree”, como dijo Cristo.
También a los hombres de estudio, pegados a la razón humana,
escrutadores de ella y de toda la sabiduría que encierran sus logros, les
parece difícil, dejar de lado las elucubraciones de la filosofía, o del saber,
para insertarse como “niños de mentes impolutas” en la PALABRA que el Señor
concede, sea que no se entienda, y haya que acogerla, y ponerla en práctica,
con todo su misterio, sin saber ensamblarla a “nuestro saber”.
LA REVELACIÓN es
precisamente eso: LUZ, PALABRA, SENTIMIENTO y concede sentido no en las razones
que posee el hombre para sí, sino en las que el hombre encuentra en Jesucristo.
Esa es la FE.
A
menudo los hombres entran en conflicto entre ambas realidades: humana (“la razón”)
y divina ( “revelación”). No parecen armonizarse al Cielo. Al contrario
tratan con “su lógica” de adaptar el Cielo a la tierra, a lo terreno que en sus
intereses se encuentra. Y sobreviene la ruptura.
La FE
es dinamizadora de la gracia que el Cielo otorga, y la gracia circula por ella,
cuando se convierte en carril o en dispositivo. Mas es ante todo UNA RESPUESTA
a Dios, a Cristo y a su Obra en
nosotros. Cuanto mayor es la respuesta que desde la FE concede el hombre al
Cielo, mayor es el fluir de la gracia y de los dones que Cristo regala al
espíritu que con Fe lo contempla. Pero si el hombre discurre sin mirar hacia
Dios; sin querer aprender a encontrarse con Cristo, sin tratar de escucharle, y
sin poner su vida en la Vida que Cristo desde su Espíritu le muestra, bien
cierto es que deja de fluir la gracia y el Señor recoge para sí sus dádivas
(“perlas”...) Y cierto es que sin esta
respuesta, la FE se debilita, se oscurece o agosta.
Falsamente,
los hijos de la Iglesia consideran que “creer” es un ejercicio terminado por el
sólo hecho de estar pronunciándolo; nada
hay más lejos, y se encierran en una FE raquítica, que no alimentan, y tan débil
que tampoco propicia el necesario alimento a otros.
La FE
propicia carril al amor; le concede paso... Sin ella, el amor no emerge. Pero
tiene la calidad, como todo aquello que es divino, de converger al Misterio y
anunciarle, haciéndolo patente a los demás, desde los mismos argumentos, signos
y efectos que el Misterio concede. Por eso, las razones que brotan de la FE
pasan inadvertidas a muchos; especialmente si carecen de ella. Y no son
contempladas por el mundo.
Reconocerla,
y por ello adquirir su dimensión, es un ejercicio de la voluntad, más que del
intelecto. Hace falta “querer creer” “aceptar lo que el Misterio contiene y nos
acerca” aunque no se llegue a entenderlo. Por más que cuando la cercanía con el
Amado es mayor, se encarga él de clarificar y despejar los senderos ocultos en
su misterio. Y los pone delante con toda su dinámica de luz, de modo que
restallan por lo patentes.
A
menudo, las personas, prefieren creer “lo que entienden” y se desconectan o
dejan de lado “lo que les parece desmesura, o no entienden”.
No sólo los que se jactan en llamarse “incrédulos”
“gnósticos” “escépticos” o “ateos”,
discurren por esta situación, sino que también se hallan aquí los hijos de la
Iglesia, en su mayoría. No trato de reprocharles, sino situarlos en la realidad
espiritual que ostentan.
...Porque
la vida del espíritu se nutre en la FE y desde ella se proyecta. Carecer de
este vínculo nos retira del Espíritu, y nos confiere a la condición de hijos de
la tierra, o descendientes de Adán.
La
Iglesia actual, los que la gobiernan, hablan de la FE, pero no la ejercen y no
la proyectan. Quieren establecer como “verdad”, la que brota de sus
razonamientos, los cuales adquieren un punto de autentificación porque se
apoyan en la revelación anterior (ALFA), mas, en aquello mismo con lo que se
atan al Cielo de Jesús, hace dos mil once años, se desatan del Cielo y de
Jesús, AHORA que él se mueve para liberarlos y concede el cumplimiento de sus
designios últimos y los desvela.
...Ello, porque privan a su razón de la FE que LA
REVELACIÓN actual requiere y Cristo les solicita, en renovación de fidelidad y
servicio para el cumplimiento de sus promesas.
De este modo, convierten “lo que se reveló” (cuando
Cristo vino), en un aprendizaje, o “doctrina” que no los forja al Espíritu, o
según el Espíritu, ya que rechazan aquello que Cristo mismo les muestra como
“continuación y referencia última”. Pero esto que explico no quieren
entenderlo. Y no lo aceptan.
Si lo
hicieran, a la LUZ de lo que el Señor manifiesta, hallarían clarificado “lo
anterior” y “verían el discurrir de su historia, en la proyección de la
salvación que el Señor les presenta”.
En
verdad hace falta acercarse al Misterio y dejarse penetrar por él, pues como S.
Pablo describe lo que ahora vemos confuso, se clarificará, y volveremos a mirar
a Dios a la cara.
Entienda
el Papa, como primero y con él todos los demás que tener FE no es “nombrar a Cristo, sus cosas sólo, lo
que hizo”, aunque sea un comienzo o una situación inicial”, porque la FE se
demuestra “creyendo” y sólo así. Y ahora está él brindando una oportunidad de
FE a todos los seres de esta tierra, un nuevo impulso que haga verdecer lo
yermo y fructificar lo estéril. Una adhesión que mueva a su Iglesia a anunciar
su venida de nuevo y el cumplimiento de sus promesas. Que nos lleve
a sembrar lo que aún no ha sido, pero “lo comunica el Cielo”. Al igual que hizo
Pedro, el apóstol, cuando el Cielo le manifestó que Jesús era el Mesías de
Dios. Pedro, no silenció aquella LUZ, sino que anduvo proclamándola aún sin
entenderla. Porque tener FE, es dejarse conducir por el Señor “a ciegas”, como
hizo Abrahán, y han hecho todos aquellos que lo han amado por encima de si
mismos o de sus criterios.
Si la
Iglesia actual tuviera FE verdadera (hablo de los jerarcas que han recibido
“las Nuevas”), no solamente hallaría a Jesucristo en todo cuanto le he estado
comunicando, y habría contemplado su “manera”, transparente y asequible en
tantos modos, pudiendo llegar a CONOCERLE, con lo cual habría iniciado el
camino de la conversión cierta, sino que habría sabido difundir su FE, la que
ha recibido a Jesucristo (“OMEGA”) y su “Palabra Tercera”, a este pueblo
que ahora carece en tantos modos de espíritu.
Si
hubiese iniciado su ejercicio de FE en “lo Nuevo”, hace quince años, es posible
que el mundo hubiera permanecido en su locura, y no le hubiera hecho caso...
esto si se piensa al alero de la razón del hombre... Mas, si hubiese iniciado
la concesión de ESTA FE, entonces, el propio Cristo hubiese allanado sus
caminos y los de su pueblo, “porque así lo tenía él prometido”. Si bien esto es
“creer”...
La
consecuencia de la obstrucción hecha al Espíritu Santo y al Señor que ha
permanecido enviándolo, es la situación actual en donde se cosechan espinos y
abrojos. Se conoce el declive que es ruina, afloran los escándalos y se jactan
los enemigos, que la odian y persiguen.
La
consecuencia es este pueblo débil, mermado, incapaz de optar a la defensa de
aquello mismo que dice “estar creyendo”, cuyos ojos miran hacia la tierra, no
hacia el Cielo, aunque lo nombre, y lo prefiera. Ello, porque desde hace
décadas se les ha retirado la mirada de todo cuanto compone el ámbito
celestial, y han dejado de enseñarles a “buscarlo” como a “darle respuesta”, de
modo que el Cielo pueda estar vinculado a la tierra.
Difícil
se hace ahora recuperar este “tiempo abocado a lo estéril”, donde se han
preferido “logros humanos” y se ha desfavorecido “la consecución de la gracia”
apagando el vuelo del Espíritu.
Tampoco
aquellos que habían condenado a Jesucristo crucificándole, hallaban verdad en
las palabras de los apóstoles y les impedían nombrar a Jesucristo, o mostrar
que había resucitado. (Hch. 3,12 – 26) Pero se hallaban sorprendidos ante el
poder que desde ellos, Cristo
El creyente actual “se avergüenza” de manifestar ante
otros su fe; de proclamar su mirada hacia “lo santo”; procura imbricarse al
discurrir del mundo, que camina “sin alma” porque se ha desprendido de Dios,
para vivir según su arbitrio, y trata de pasar desapercibido. Se asusta y se
inhibe ante las voces airadas de los secuaces del infierno.
Es un
panorama triste y desolador que contempla Nuestro Señor consternado, pues le
confiere de nuevo al desdoro y a la pérdida, que sus enemigos procuran, sin
hallar en “los suyos” defensa.
Es
época sin LUZ, noche profunda en la que “no parece hacerse hueco a la
alborada”, pero Cristo está. Y espera él que este pueblo se alce con valor, con
fortaleza, que le defienda y lo establezca, para quebrar la cerviz de sus
enemigos.
Se hace
por eso preciso, que LA IGLESIA ACTUAL emerja de sus rutinas y acoja “la
Novedad” que Cristo le entrega y es LUZ, transparencia que asegura “el nuevo
día que comienza”.
Nada SE
RENOVARÁ por sí mismo; ni por lo que los hombres realizan “sin Cristo” o sin
contar con sus designios. No puede el Papa, por más que se empeñe, conceder a
este pueblo LA FUERZA que sólo su Señor podrá concederles, si LE CREEN y LE ESPERAN.
Los
consagrados, quien más o quien menos, ponen paños calientes a lo que anda mal,
pero no lo enderezan... Han consentido, por acogerse demasiado a los afanes del
mundo, que el mundo los absorba con él. De este modo han desasistido a Cristo.
Le han olvidado, dejándole solo, pero han sido ellos los perjudicados, la
Iglesia se ha dañado a sí misma, en la directriz elegida durante este tiempo.
La
situación que en nuestros días se desenvuelve es de CARENCIA. El mundo se
precipita porque ha rechazado a Dios. El espíritu humano se agosta sin remedio.
Vemos su ausencia. Nos sorprendemos en ver que el Mal avanza inexorable y
propicia desórdenes cada día más notorios. Todo se corrompe y se devalúa
inevitablemente. Nadie puede confiar en nadie, porque el pecado acampa, y sesga
fidelidades, generando traiciones impensadas... ¿Estoy exagerando?
Cierto es que existen aún
corazones que aman la virtud, o la desean, que procuran la paz y estiman hallar
“lo bueno que Cristo concede”. Por eso está él tratando de dar oportunidad a
“sus hijos”, si es que a él se vuelven y le contemplan.
Pudiera
esta Iglesia actual, haber sido fermento NUEVO, pues se le ha estado dando...
Tendría comenzada la tarea, y bastante organizada, creo... pero no lo ha hecho.
Así pues, se impone que COMIENCE a sembrar a Jesucristo que llega, con
todo cuanto él dice a los hombres de ESTE TIEMPO.
¡Se
detiene el Papa en mirar hacia el S. XVI, a los místicos españoles, cuando
tiene delante LA MÍSTICA que Cristo mismo le presenta en el S. XXI, pero no
quiere entenderla!
Lamentar
lo que pudo haber sido, no lo arregla. La situación la vemos, no podemos
esconderla. Mejor será rectificar. Cristo espera el sincero arrepentimiento de
la Iglesia, que regrese de su desvío. Cuanto antes, mejor.
Estamos
viendo caer gobiernos y precipitarse. El mundo árabe se muestra en estado de
ebullición, que aunque describe horizontes “demócratas”, no puede garantizar
que suceda y lo que procura es inquietud para los que se hallan participando en
esta eclosión y para los que la contemplan.
Mas esto sucede porque así está escrito y se está
cumpliendo (Ag.2, 21-22):
“Di a Zorobabel,
gobernador de Judá: Yo conmoveré los cielos y la tierra. Cambiaré los tronos de
los reinos y destruiré el poder de los reyes de las naciones. Volcaré los
carros de guerra y a sus conductores, caballos y jinetes caerán cada uno por la
espada de su hermano.”
Se resiste el Papa a entender los
designios... No ve y así tampoco da luz a la Iglesia, el poder que Jesucristo
tiene y le muestra.
Si creyera lo que le estoy explicando lo vería actuar contra sus enemigos, “como en el día de la
batalla”, que refiere el salmo...
Nada de
cuanto acontece es casual: la crisis moral que enturbia los ánimos en Europa y
concede corruptelas sin cuento; la crisis económica, aquello con lo que la
cristiandad se consume y se desgasta, es lo correspondiente a la respuesta que
Dios recibe de su pueblo. Es decir: nuestras acciones caen sobre nosotros
mismos, y vemos cómo nos cerca el “sin sentido” y como en derredor, todo se va
paulatinamente precipitando. ¿Acaso soy yo tan solo, la que me hallo
contemplándolo?
mostraba, obrando milagros. A ellos dice Pedro:
“Israelitas, ¿por qué
os asombráis de esto y por qué nos miráis como si por nuestro propio poder o
por nuestra bondad hubiéramos hecho andar a éste? El Dios de Abrahán, de Isaac,
de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su Hijo Jesús, al que
vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, el cual decidió ponerlo en
libertad; pero vosotros rechazasteis al santo y justo, y pedisteis la libertad
de un asesino; matasteis al autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre
los muertos; de lo cual nosotros somos testigos. Como este que veis, y que
conocéis ha tenido fe en él, ha quedado fortalecido; la fe en Jesús lo ha
curado completamente, como todos veis.”
El
poder de Cristo se manifiesta para la fe de los que creen en él. También ahora
todos los que le contemplen en lo que digo, hallarán en los cumplimientos que
describo, todo cuanto está REALIZANDO CON SU PODER en estos tiempos.
Hallarán su PRESENCIA MANIFIESTA,
y verán todo su HACER. Cerrar los ojos a lo que está sucediendo, es hallarse
desconectado del Cielo y de la tierra, porque han llegado los tiempos, en donde
muestra al mundo, su poder.
“Hermanos, sé que
obrasteis por ignorancia, igual que vuestros jefes. Pero Dios cumplió así, lo
que anunció de antemano por boca de todos los profetas: que su mesías tenía que
padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros
pecados; así llegarán los tiempos de consuelo, y el Señor os enviará al mesías
destinado para vosotros, es decir, a Jesús, al que el cielo debe retener hasta
los tiempos de la restauración universal de que habló Dios por boca de sus
profetas desde muy antiguo.
Moisés dijo: “El Señor Dios vuestro
os suscitará de entre vuestros hermanos un profeta como yo: escuchadlo en todo
lo que os diga. Y el que no escuche a este profeta será exterminado del
pueblo.”
Todos los profetas que hablaron a
partir de Samuel, anunciaron estos días. Vosotros sois los hijos de los
profetas y de la alianza que estableció Dios con vuestros padres cuando dijo a
Abrahán: En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la
tierra.” (Hch. 3, 17 –25)
Estamos
en los tiempos de “la restauración universal”, aguardando la venida de Nuestro
Señor, ya inminente.
Lo que
Pedro describe, sucedió con la primera Venida del Señor, pero quedará concluido
cuando Cristo de nuevo vuelva a la tierra. Así tendrán cumplimiento todos los
designios y todas las profecías lejanas que declararon momento tras momento,
los profetas.
Ya
nadie más hablará, porque todo lo que faltaba por saber, lo está declarando
ahora Jesucristo con quien envía, dando cumplimiento a lo que Pedro determina:
(Hch. 3, 23) porque si no admiten “lo OMEGA”, que está realizando el Señor,
“serán dejados” (Lc. 17, 34), cuando Cristo venga y suceda su juicio en la
tierra (Lc. 18,8).
“ Mientras hablaban
al pueblo, se les presentaron los sacerdotes, el oficial del templo y los
saduceos, molestos de que enseñasen al pueblo y anunciasen que la resurrección
de entre los muertos se había realizado ya en la persona de Jesús: los
detuvieron y los metieron en la cárcel hasta el día siguiente pues era ya
tarde.” ( Hch. 4, 1 – 3)
Molestó
a los saduceos y a los sacerdotes del templo que los apóstoles anunciasen a
Jesucristo resucitado, ya que ellos negaban la resurrección. Ahora también
molesta lo que yo digo, o así parece, toda vez que se desestima y se silencia,
quitándolo de en medio. Al igual que aquellos fueron reprimidos, conducidos a
prisión, Cristo y yo permanecemos encarcelados, o así tratan de mantener “la
Palabra” que está el Señor revelando. La proscriben y apartan, encerrándola,
sin darle oportunidad alguna de ser escuchada, NO SEA QUE EL PUEBLO LA ESCUCHE
Y SE CONVIERTA.
Mas lo
que hacen es mantener en prisión la voluntad de Jesucristo que estoy
manifestándoles.
La
Iglesia actual, ha de aprender, todos desde la cúpula, a obedecer a Dios y no a
silenciarlo ante los hombres. Y así yo en los milagros que contemplo, en cuanto
me aproxima desde su Ser con su poder inmenso, no puedo dejar de hablar lo que
él me solicita, para agradar lo que quieren los hombres. No puedo, como los apóstoles primeros, dejar
de decir lo
Pero como Pedro afirma, digo, pues ESE al que
crucificaron aquellos, y HOY sepultan estos, es “la piedra angular”, sea que lo hayan desechado.
“Él es la piedra que vosotros, los
constructores, habéis desechado, y que ha venido a ser la piedra angular. Y no
hay salvación en ningún otro, pues no se nos ha dado a los hombres ningún otro
nombre debajo del cielo para salvarnos.” (Hch. 4,
11- 12)
Al
ocultar la verdad de Jesucristo, su revelación última “se le cierra el paso a
él” y se concede preferencia “a lo
terreno”. Se le impide al Cielo su acción, para conceder el poder al mundo.
Y...
sucede aquello que S. Pablo censura: (Gal. 3, 1 – 5 y 4, 8 –11), en cuyo caso,
desde este proceder se reniega de todo cuanto Cristo realizó para salvarnos. Y
se declara inútil su sacrificio, como su resurrección.
Porque
si aquellos en los que descansa la autoridad, reniegan de “su Maestro” y como
Pedro, en alarde de temor, o sometidos al criterio de la indecisión profunda,
dicen: “Yo no lo conozco”, lo que hacen es conducir a la Iglesia al “desastre”,
alejándola del proyecto de SALVACIÓN que sobre ella existe; pues ya dijo S.
Agustín:
“ Dios que me hizo sin mi, no me salvará sin mi.”
Estamos en tiempos en donde transformamos insensatos las
raíces que son esencia por lo intrascendente, lo oportunista, lo efímero... Es
necesario regresar a Cristo, a la FE en
él y en todo cuanto está haciendo en
estos momentos para nuestro rescate. Es preciso mostrarle todo nuestro amor,
toda nuestra voluntad puesta en la suya, con total determinación y entereza,
fuera de toda duda o vacilación.
Ante
las exigencias del desacato a Dios que muchos hacen, o sus amenazas, cada vez
más airadas y desenvueltas, hemos de mirar siempre el hacer de Pedro y Juan:
“Les ordenaron salir de la sala del
tribunal, y se pusieron a deliberar entre ellos, preguntándose: ¿Qué haremos
con estos hombres? Porque ciertamente
han hecho un milagro notorio y manifiesto a todos los habitantes de
Jerusalén, y no podemos negarlo. Pero para que no se divulgue más entre el
pueblo, vamos a amenazarlos para que no vuelvan a hablar a nadie de ese
hombre.”
Los llamaron y les ordenaron que no
volvieran a hablar ni a enseñar nada sobre la persona de Jesús.
Pedro y Juan les replicaron: “¿Os parece
justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros antes que a él? Nosotros no
podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.”
(Hch. 4, 15 – 20)
que he visto y he oído...
Y por
lo mismo, todos cuantos evidencien esta Presencia, no habrán de callar para ser
complacientes a los que desean mantenerlo enterrado.
Está
deseoso él de ver aflorar esta valentía, que lo ensalza, lo obedece por encima
de todo y todos, y se enfrenta a los poderosos del mundo, sin temor.
“Puestos en libertad
fueron a reunirse con los suyos y les contaron lo que les habían dicho los
sumos sacerdotes y los ancianos. Después de escucharlos, hicieron todos juntos,
en voz alta, esta oración a Dios: “Soberano Señor, tú eres el Dios que has
hecho el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos; el que por boca de
nuestro padre David, tu siervo, dijiste:
“¿Por qué se amotinan
las naciones
y los pueblos hacen
proyectos vanos?
Se levantan los reyes
de la tierra
Y los príncipes
conspiran a una
Contra el Señor y su
mesías.
Así ha sido. En esta ciudad, Herodes
y Poncio Pilato se confabularon con los paganos y gentes de Israel contra tu
santo siervo Jesús, tu mesías, para hacer lo que tu poder y tu sabiduría habían
determinado que se hiciera. Ahora Señor, mira sus amenazas y concede a tus
siervos predicar tu palabra, y extiende tu mano para curar y obrar señales y
prodigios en el nombre de tu santo siervo Jesús. Acabada su oración tembló el
lugar en que estaban reunidos, y quedaron todos llenos del Espíritu Santo, y
anunciaban con absoluta libertad la palabra de Dios.” ( Hch. 4, 23 – 31)
1. Esta oración que los
apóstoles realizan es un acto de adoración pleno, por cuanto parte del reconocimiento
del poder que Dios tiene y al que se someten. (Sal. 2) Un poder que Dios
entrega a su Hijo, ante el cual han de quedar sometidos todos los poderosos de
la tierra, siendo que los que maquinan y hacen planes contra él, desafían no
sólo al Hijo, cuanto al Padre que lo envía.
2. Es una
oración que reconoce “los designios” que en Cristo ya han visto cumplirse.
Designios que estando proclamados por los profetas, están sucediendo en “su
tiempo”.
Estos
apóstoles, saben reconocer con FE, todo lo que estando avisado mucho antes, y
que les ha sido anunciado por Jesucristo, se ha cumplido en él, a pesar de que
muchos de su pueblo, incluidos los poderosos no han querido aceptarlo ni
creerlo.
3. Es una
oración para tiempos difíciles, porque reconociendo “la amenaza” que se cierne
sobre ellos, desde los mismos que han crucificado a su Señor, solicita al Señor
la divulgación de la palabra, la sostiene y la alza, lejos de silenciarla.
Medite
en estas cosas, este pueblo, sus jefes... den al Señor una ORACIÓN NUEVA, su
respuesta, y rompan el silencio, la distancia que mantienen, con la que se
retiran cada vez.
4. Es una
oración, la de los apóstoles, que acepta los milagros y los solicita. Estos
realizan una comunicación con el Cielo, para que este responda a la tierra,
convencidos de que ello “es posible” o
“sucederá” por virtud del nombre de Jesús, invocado. Es una posición de
FE.
5. Como
toda oración que se realiza por amor y con fe, las súplicas de estos
discípulos, hayan respuesta.
Miremos, desde estas preces apostólicas a
mirar como ellos:
1. La
Iglesia actual, pueblo y consagrados, entienden y reconocen que Dios tiene
poder absoluto, inmenso; lo mismo Jesús. Y aunque lo invoca en tantos salmos, y
oraciones bellas, ¿reconoce el poder que Cristo está manifestando en estos
tiempos, con el que los conduce hacia el fin?
¿Dirige sus súplicas para que todos acojan su Venida cierta?
Todo cuanto declaro, en mis escritos,
respecto a lo que Cristo realiza en mi, lo que me explica, y las promesas que
me desvela... es el poder con el que está sometiendo a su voluntad a todos los
elementos de la tierra.
No
puede dejar de entenderse el poder que Cristo expresa y es revelación a quien
él quiere, como aquello que no es compaginable al absoluto que sí tiene y
manifiesta, que sí entiende la Iglesia. Porque todo procede del mismo.
Hemos de acostumbrarnos de nuevo, regresando
a aquellos momentos iniciales, a reconocer el poder que Cristo tiene, y manifiesta
a quien quiere, desde su Espíritu Santo. Porque cuando él entrega “un don” o
“realiza un prodigio”, no lo realiza sólo para alguien concreto, sino para que
sirva de “testimonio vivo”, y lleve este poder a ser contemplado por los hijos
de su Iglesia, de modo que le alaben y glorifiquen por ello.
Por el contrario cuando muestra él su poder
en alguien concreto, y no se acepta, se obra con desfavorecimiento de la
persona que “testimonia lo que ha visto o vivido” en Cristo, pero se desfavorece por lo mismo, toda la acción
celestial, que él ha concedido, y ha de ser luz para el pueblo.
2. Los
apóstoles reconocen los cumplimientos que están sucediendo en su época, desde
los anuncios expresados en la antigüedad. Así nosotros, la Iglesia actual
debiera reconocer “los avisos que el Señor le está dando” y “lo que está
sucediendo” para reconocer que se están cumpliendo “sus promesas”. Reconocer
“el paso del Señor, su acción” y elevar súplicas por ello.
3. También
ahora son tiempos difíciles, situaciones de amenaza severa para la Iglesia.
Esto habría de llevarla a meditar seriamente, y pedir a su Señor el amparo
preciso y la fortaleza. Lo haría si entendiera lo que él le viene anunciando:
“tribulación grande y persecuciones”. Las estamos viendo ya en muchos países,
pero prosigue contumaz, sin querer HACER RECONOCIMIENTO de estos avisos que el
Señor le hace.
4. Los
apóstoles mostraban al Señor en su oración la FE que tenían en él, en su poder
de obrar milagros. Se adentran ellos en territorio sobrenatural, con la
naturalidad misma que tienen los niños. La Iglesia actual no lo hace. Se asusta
de los prodigios y descree el milagro. ¿Cómo lo va a suplicar? ¡Y sin embargo
está necesitada de que el Señor los realice constantemente, para su propia
supervivencia!
A la Iglesia
actual se le hace preciso recuperar esta FE que ya no tiene, la de “los niños”,
en la seguridad que el evangelio, por palabras de Jesús declara: “Llamad y se os
abrirá, pedid y recibiréis, buscad y encontraréis...” porque aunque todos declaren que “si creen”, les invito
a expresarlo, según lo que Cristo les está en estos tiempos proponiendo: “Que
se aproximen a él con fe, como la samaritana, y llamen a sus amigos, para beber
el “agua viva” que les está acercando, con lo que les ANUNCIA: su llegada.”
¿Lo creen? ¿Lo están esperando y hacen súplicas de fe verdadera y esperanza
jubilosa, aguardándolo? ¿Me reciben,
como heraldo de sus NUEVAS? ¡Esta FE!
5. Pero si
ellos clamaran al Cielo, el Cielo les respondería como le respondió a los
apóstoles; como responde siempre que se suplica como aquellos lo hicieron,
desde la verdad que se sostiene en el amor, y lo expresa con convencimiento.
La
Iglesia actual, debe aprender a rezar al Señor y a esperar la respuesta que el
le concede: En verdad lleva ya quince años dándole razones de su Amor y de su
poder, para que le reciban anhelantes, le crean y expresen a los demás SU
LLEGADA, la “Buena Nueva”, que abre para la Iglesia horizontes de Cielo
impensables.
El camino “del HIJO PRÓDIGO” sigue abierto, y está él
todavía esperándolos. Esta historia remontó por LA CONVERSIÓN y tuvo un final
feliz.
No
suceda que sea el Señor el que LLEGUE y esté esperando que su pueblo salga a
recibirle, pero “anda en sus cosas”, sin querer enterarse de sus avisos que “lo anuncian”, y permanece “ciego” sin
contemplar todos los signos que ha realizado, y realiza... para constatar su
PRESENCIA, permaneciendo a su LLEGADA, sin ser visto.
Es
preciso, que la Iglesia, lo piense.
Pero si
prosigue sin querer darle la mano, el Señor retirará su faz de ella, dejándola
en sus afanes, con los impulsos del mundo, cercada por el dolor y el caos que
propician quienes han aborrecido a Dios, en ámbito de tinieblas.
No voy
a añadir nada más, pero suplico a Jesús conceda “luz” a su siervo, para que
llegue a entender estas cosas de modo que le dé “respuesta” para el bien de
este pueblo que anhela llegar a encontrarse con su Señor, y de sí mismo. Atentamente, mis saludos a S.S.
(20 – 2 – 11)
******* LA
LLEGADA DEL SEÑOR *******
PRELIMINAR
No
es la primera vez que me dirijo al Papa, en su calidad de lider de la Iglesia
con autoridad, pero voy a volver a presentarme, en testimonio que quien soy y
lo que represento: esta identidad que declaro es acreditativa y no cualitativa,
porque no es de mi persona de quien debo hablar o decir. Pero acreditar que soy
católica, bautizada, practicante, y miembro del Cuerpo Místico, sí deseo
comunicarlo para alejar toda posibilidad de duda.
Lo
que represento es a Jesucristo, su Presencia, que debe ser acogida y aceptada,
y constituye la misión que él me entrega: ANUNCIARLE.
Así
pues, escribo con la Palabra de Dios, la Palabra que el Señor me entrega y
desea sea tenida como lo que le es propio: SU VOLUNTAD, que en ella expresa. Un
voz que ha de ser asumida por nuestros corazones y ejercida como lo que es
definitivo y prioritario; entendida asumida por nuestros corazones y ejercida como
lo que es definitivo y prioritario; entendida como “aquello que es Misterio” y
por tal razón, no es nuestro, y no nos pertenece, pero nos está siendo
concedida como “don”.
El
destinatario es el pueblo de Dios (la Iglesia), y porque a ella, para su rescate
va dirigida, la hago conocer al Papa en primer lugar, en razón de la
servidumbre que profesa a Jesucristo, Señor y Dios nuestro, y a su pueblo.
Mas
siendo este un “llamado a su autoridad” como pastor, no excluye a ninguno y por
ninguno ha de ser excluida, ya que la interpelación que el Señor hace, requiere
LA CONVERSIÓN de cada uno y de todos. En modo individual e íntimo, pero que
también se exprese en modo colectivo o comunitario, para que el Señor conceda a
su Iglesia la unidad con su Espíritu.
Explico
esto, porque la Iglesia- institución, se amalgama demasiado a lo político que
contiene el sistema de poder del hombre, especialmente “la democracia”. De esta
fusión,
1. UNA MIRADA A LA SITUACIÓN ACTUAL
Me gustaría no tener que
ser pesimista, y no quiero serlo yo que entiendo el pesimismo como una derrota.
Pues si aquello que se daña, se muere o se pierde, está en nuestra mano
remediarlo, el pesimismo no tiene lugar... Si algo está mal, o no funciona; si
alguno o muchos yerran... no hay que esperar a ver como sucumben, o como lo
existente se desploma. Hemos de
arreglarlo; reconducirlo; SALVARLO...
Los
acontecimientos que concurren sobre el mundo, “hechos”, no apreciaciones, nos
dejan vislumbrar un panorama hostil, que extiende su daño cada vez en mayor
medida. Que repercute en todo, en todos, pero más cada vez, o en modo más
llamativo contra la Iglesia. Que arremete, violento en muchos lugares del mundo
para abatir a los católicos y su fe; y
no nos deja ya mirar para otro lado, porque sucede por doquier. Los amenaza,
los margina, los denigra y zahiere, los expulsa, los proscribe o los mata SIN
RAZÓN. ¿No es esto?
Hechos que tratan de arrinconar el
espíritu creyente, pero se alzan sobre todo contra JESUCRISTO.
Es
El Señor, el daño, la raíz que desean extirpar, y quienes lo odian, sus
enemigos, se conjuran en modo de anticristo, contra él, y contra aquellos que
lo siguen. Esta es la realidad.
Pero
entiendo que este suceder muestra su desacato, porque también es un hecho
patente, la debilidad de la Iglesia; de este pueblo, que primero debiera
proclamar su fe y defender a su Señor, antes que optar por el martirio.
La
Iglesia con autoridad, no hace nada significativo al respecto; no con la
autoridad RELIGIOSA y moral que podría, y aún con la autoridad política, de la
justicia, a la que como ciudadana, sirve y defiende. Lo cierto es que “los
enemigos” contemplan que el hombre de fe católico/cristiano” es débil; está
llamado por sus jefes a “no defenderse”,
y se convierte así en presa fácil para sus desmanes, porque es vulnerable.
Puede ser abatido. ¡Debe ser abatido! Porque así, sucumbe con él, la razón de
poder que ha existido sobre el mundo, desde hace2.012 años, y saben que es más
poderosa. ESTE ES EL MODO DE VENCER A CRISTO.
Analizo
a la luz de estos sucesos terribles, el
papel de una jerarquía eclesial, que prefiere realizarse de puertas hacia
dentro, sin determinación excesiva, por la que pueda el mundo juzgarles (ya sin
señalarse, los odian demasiado), y así pasa de una religiosidad mediocre, a
unos afanes políticos, que la hacen aparecer absolutamente por fuera de toda
circunstancia, y como quien “no se entera de lo que ocurre, aunque se entere”.
Lo
cierto es que prefiere dar la mano a “la política”, retirándose de cualquier
intento que aquella no estime y no
apruebe. Pero con esta actitud, está pagando tributo a césar, no a Cristo. Que
lo piense.
La
Iglesia institución, paga a la concepción demócrata, lo que la misma democracia
le arrebata, pues ni lo valora, ni lo defiende, ni lo ensalza. Se inclina a sus
leyes, y en ello deja de defender, por cumplir lo legal establecido con rango
de hombres, lo que el Señor definió con claridad rotunda; lo que predicó; lo
que le sirvió para morir en sacrificio; en definitiva, lo que Dios estima.
Cierto
es que debemos confraternizar y armonizar la fe, al sentir social y político
establecido, sin servir de litigio; mas sin olvidar que el litigio sobreviene
cuando el poder terreno, no quiere conceder rango al poder espiritual. La paz,
que convierte a los fieles en seres humillados, no valorados, como quienes lo
hacen mal por servir a Dios, es una burla. Consentirla, es injusticia, y razón
por la que tantos cristianos están siendo perseguidos, torturados, violentados
hoy en tantos lugares que se atreven, ellos sí, a definir su posición.
Sé
que es muy difícil el papel de la Iglesia en la actualidad, porque la realidad
del mundo se ha vuelto inasequible a tantos, a casi todos... Contiene una
espiral de daño, que como agujero de gusano, engulle la luz que también brota
en muchos, que todavía creen en la consecución de un mundo mejor repartido,
mejor ordenado y más perfecto. Los líderes mundiales hoy no son un ejemplo a
seguir, y por ello, sus ideas políticas se vician y aunque parezca que brotan
de las fuentes ideológicas desinteresadas, terminan por adaptarse al sentir del
líder, y de cuantos le acompañan, que actúan finalmente como partitócratas
(especie de oligarcas modernos), desde la opulencia alejados del pueblo una vez
más.
La
Iglesia de Cristo, no ha de reñir con lo existente, pero no ha de subrogarse a
sus maneras, leyes, modelos, o cualquiera cosa que la limite o circunscriba,
porque la Iglesia representa “un reino no de este mundo”, y vemos como
inevitablemente todos los reinos de este mundo perecen lamentablemente y
arrastran en sus desafueros la justicia, el amor, y todo cuando sirve de
cimiento a la humanidad.
La
misma democracia, que parece un paradigma político y social, cuya filosofía la
hace salvaguarda del pensamiento, cualquiera que sea; y de la libertad humana,
deviene contradictoria, para lo mismo que acredita, pues por favorecer a unos,
desfavorece a otros (caso del aborto o la eutanasia, por ejemplo). Así, bajo la
pretensión de un principio de igualdad y justicia, termina siendo injusta y
dejando campo a la arbitrariedad del pensamiento según esté aplicado por
quienes gobiernan. Tampoco “el pueblo”, bajo cuya potestad se nutre este sistema, representa un orden
moral, ni posee una capacidad de discernimiento que le lleve en muchos casos a
elegir lo mejor, o lo que es conveniente. Esto lo sabemos.
Las
modernas democracias se resienten en mucho, traslucen un bienestar que no es
real, ni asequible a todos; una justicia que pocos logran y conceden
corruptelas continuas, escándalos y toda clase de delitos.
Aunque
alguien la catalogó como el modelo de gobierno “menos malo”, no es y no puede
ser la pauta a seguir, pues sus efectos conducen a la hibridación de todo
aquello que contiene o contuvo pureza, ya que al no contemplar “algo en sí
mismo” pues aglutina sobre sí “todo lo
que hay, con todas sus tendencias”, lo que consolida es mediocridad, caos,
relativismo e injusticia.
Cierto
es que otras formas de gobierno son por sus modos de aplicación y sus efectos
en la sociedad terribles y por ello en mayor modo desechables. Porque todos
estos sistemas, brotan del hombre, para el hombre, y consolidan “el poder sobre
el mundo”.
Cristo
huyó de este poder, cuando querían
hacerlo rey:
“
La gente al ver el milagro que había hecho Jesús, decía: “Este es el profeta
que tenía que venir al mundo. Y Jesús dándose cuenta de que querían llevárselo
para hacerle rey, se retiró otra vez al monte él solo.” (Jn. 6, 14 – 15)
emerge el relativismo que la sociedad
padece, y que aplica a todo, incluida la religión.
La
Iglesia debe tener su ejercicio, deslindado de todo aquello que la limite o la
lleve a renunciar a su dimensión sobrenatural. Los campos, debe tenerlos
definidos, enseñarlos con claridad notoria, de modo que el pueblo entienda con
corrección lo que ha de preferir y ejercer en Cristo.
Me
consta que no es así como ocurre, y que muchos con autoridad, prefieren ejercer
como políticos antes que como religiosos. Estos contribuyen a la falta de
identidad con la que hoy la Iglesia asoma al mundo, y pierde, en verdad,
significado.
¿Es
la religión política? ¿Quiso Dios, en la persona de Jesucristo, conciliar la
fe, lo que él traía, con las maneras y los argumentos del mundo? Por el
contrario definió con claridad que no es posible “servir a Dios y al mundo” y frente a sus embates, declaró:
“Os
he dicho estas cosas, para que tengáis paz en mi. En el mundo tendréis
tribulaciones, pero tened ánimo, que yo he vencido al mundo.” (Jn. 16, 33)
Cristo
ha vencido al mundo. Lo hizo notorio. ¿Y la Iglesia, lo vence, o se deja vencer
por él? En verdad, se rinde de muchas maneras al poder de los hombres, lejos de
aproximarse al poder que Dios tiene. Hipoteca la Grandeza de Dios a los
decretos que brotan con razón o sin ella, de los parlamentos políticos, cuyo
fin está estrictamente aquí, abajo. Así sirve a los hombres, no a Dios.
Paga
tributo al césar y por ello no se distingue, ni emerge de entre los otros
poderes que coexisten al par. Mas... ¿esto quería Cristo? ¿Qué se ensamblara
tan por completo al mundo que se hiciera una con él?
En
verdad que ha perdido su lugar; el que Jesús vino a darle... Un lugar de preeminencia que sólo concede la fe cuando
es pura; cuando no se halla atravesada por intereses de tierra.
Ingenuamente
considera que “sirviendo al césar”, este le agradecerá sus esfuerzos por este
hermanamiento que la arranca de sí, para no desentonar demasiado, con lo que el
mundo celebra. Pero esto la conduce a la pérdida; sólo a ella, ya que el mundo
se rige por los dictados de Satanás, y no tiene reconocimientos ni gratitudes.
La
Iglesia malgasta su caudal, y así discurre en modo inexorable a la ruina. Pone
el afán en “los asuntos del hombre” y se olvida de ensanchar el horizonte que
la conduce a la Vida.
Pero
no trato yo de recordarle “sus tropiezos” y si lo hago y la corrijo, si tanto
me atrevo, es tan sólo PARA QUE SE PONGA DE PIE.
Cristo
siente hambre; está deseoso de hallar frutos, pero la higuera que los promete,
sólo contiene hojas; es estéril... (Mt. 11, 13 – 14) y defraudado, por “esta
nada”, la maldice. Esto lo contemplan los apóstoles.
¿Los
que ahora son apóstoles, son incapaces de
comprender el cumplimiento de esta palabra?
Lo
son, en efecto porque miran sin fe. Porque “tienen ojos y no ven; oídos,
pero no oyen; entendimiento, y no entienden...”
Si
estuvieran ávidos de verdad y se esforzaran en admitirla, si se dejaran
impactar por la luz, y no por los fucilazos de esas luces temporales,
momentáneas, que ellos mismos diseñan, en las que concentran todos sus
esfuerzos estos años, hallarían este aviso sobre sí; como también los otros que
Cristo les da; y harían revisión sensata y prudente de su situación actual.
Revisión en la que habrían de preguntarse muy certeramente: ¿Hacia dónde
caminan? Porque yo les digo que el tiempo ha llegado, y Jesucristo está a las
puertas de nuevo, para dar cumplimiento a todas sus promesas. Mas ellos, ¿las
están aguardando?
Llegará
él y se pondrá delante de los que utilizan el templo con toda clase de
mercaderías estériles, y lo circundan con intereses mundanos e
inconvenientes. Derribará él las mesas
de estos cambistas modernos, y esparcirá por el suelo sus ganancias. ¿Qué no..?
(Mc. 11, 15 – 19)
Dice
el evangelio: “La higuera maldecida se seca” La iglesia se seca. ¿No lo están
viendo?
La
situación por la que atraviesa es de reducción sistemática a TODO NIVEL. Es
pérdida y sólo pérdida:
-
disminuyen las vocaciones
- se cierran conventos, monasterios
por falta de discípulos.
- disminuye la cantidad de creyentes
en modo general, pero especialmente la Iglesia ve disminuir su presencia en la
mayoría de países islámicos y en países de Asia y África, aquejados por graves
persecuciones contra ellos, ante las que aparecen inermes.
- en Europa (lugar demócrata) cada
vez disminuye la fe de los fieles, y el espíritu falta. No hay sino un cardumen tibio que nada
contagia y a nadie seduce. Los sacramentos se dispensan sin que exista una
actitud de compromiso por parte del que los recibe (así el sacramento de la eucaristía;
del matrimonio; bautismo...) y es notorio el modo en como los sacerdotes han
dejado de prestar asistencia espiritual, al par que algunos adoban este cóctel
con el escándalo. En Europa se buscan las raíces de lo que una vez fue...;
siento decirlo: esta Iglesia está muerta; si aún no lo está, se muere sin
remedio, sin que alguno lo contemple o haga algo preciso por salvarla.
Esto
es en verdad mucho más hondo que un mero análisis. La Iglesia jerarca debería
estudiar “su fracaso” que es “ruptura con el plano celestial”; y si capaz de
entender que este es el mal que la aqueja, habría de buscar remedio; procurar
la CURACIÓN en el ÚNICO que puede recuperarla.
Cristo
anuncia “la resurrección de los muertos”
(Mc. 12, 26 – 27) “Dios es Dios de vivos” él vivifica todo lo que está adquirido por
él, y lo adquiere; hace brotar carne y tendones en los huesos secos que
Ezequiel describe. Por lo tanto entienda
la Iglesia la VIDA a la que Dios quiere llevarla, y ante este reconocimiento recupere la fe.
Que
se pregunte cada uno dentro de ella, desde al mayor al menor: “¿ A quien
sirve?” Que tenga el valor de responderse: “¿ A quien..?”
...Porque
si la respuesta es “ A JESUCRISTO”, que lo escuche ahora que le habla.
Si el hacer de esta Iglesia no está diseñado para agradar al mundo ¿qué le
estorba acoger la VOLUNTAD de su Señor, y realizar lo que a él complace?
Hay
un espíritu de confusión tenaz, que invade el templo, sin que ninguno se atreva
a combatirlo, ni a evidenciarlo, sea que lo esté contemplando: “Se proclama el
Nombre de Jesucristo, pero para hacer la voluntad de los hombres y dar curso a
sus razonamientos humanos”. Es decir: “se utiliza al Señor y se dispone como
escaparate, pero en la trastienda, quienes organizan, disponen, controlan y
tejen son los hombres con poder o autoridad de apóstoles, que ya nada tienen
que ver con aquellos; o en muy poco se parecen. Porque los primeros apóstoles,
sí obedecían al Señor, y no tomaban determinación que no estuviera contenida en
el Espíritu y encaminada por él. Así realizaban actos de fe, incapaces en estos
tiempos, que el Señor confirmaba con sus milagros.
Esta
Iglesia se retira de “la autoridad de Cristo”, y se autoriza a sí misma
en su Nombre. De este modo se aleja cada vez más del plano divino. No es por
ello tan extraño, que cada vez se inserte en modo más cómodo a los tejemanejes
del mundo. Pero así le va.
Cumple
de nuevo, aunque en estas cosas no piensa, la parábola (Mc. 12, 1 – 12) y como
aquellos asalariados se quisieron apropiar “la viña” a pesar de las instancias
del dueño; incluso dando muerte a su hijo, así se comporta desestimándolo en su
Presencia manifiesta y en ello se dispone insensata a lo que el Señor
profetiza:
“La
piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido;
esto ha sido obra del Señor, una maravilla a nuestros ojos.”
Será
“una maravilla “ como S. Pablo explica a los judíos que proseguían tras
la resurrección, rechazando al Señor:
“ Mirad, engreídos,
y quedaos admirados y
asombrados
pues voy a realizar
en vuestros días una obra
que no creeríais
si alguno os la
contara.”
(Hch. 13, 41)
2. ENTRAR EN
CONSIDERACIONES
La
referencia a “esta maravilla” está en “la venida del Señor”. Ya viene él
a su templo, y lo purificará como la lejía de las lavanderas (Mal. 3)
Vendrá
ahora, para recoger consigo a todos cuantos le aman, le han sido fieles, le han
estado aguardando y han hecho propósitos firmes de conversión, para cuando
estén ante él, viéndole cara a cara.
No
viene a juzgar al mundo, sino a los suyos, a los que dejó “su Obra” y “sus promesas”.
Es “el amo que regresa de las bodas y quiere comprobar si sus sirvientes
han permanecido en vela, aguardándole, o se han dedicado a comer y beber,
olvidándose de que tenían que rendirle cuentas a su regreso”.
¿Se
han olvidado de que él volvía? Parece que sí...
En
peor modo, no quieren ni saber este regreso; desoyen a quien lo pronuncia como
si les hablara de la peste. ¿Por qué? ¿No creen que las promesas se están
cumpliendo? Entonces ¿qué edifican? ¿qué
esperan? ¿A qué lugar inconcreto se orientan?
Cristo
habló entonces a “los doce”, les hizo conocer cosas cuantiosas, algunas
evidentes y otras insertas al misterio. Y les dijo que este “misterio” no lo
podían conocer en su totalidad en aquellos momentos, porque no estaban
capacitados para poder con ello: (Jn. 16, 5 – 12) pero les prometió que vendría
“el Espíritu de la verdad” y les revelaría todo por completo.
Pues
bien, yo digo que el Espíritu de la verdad, ha venido y lleva dieciséis años,
tratando de hacerse hueco en su Iglesia. Viene con la verdad, pero ninguno
quiere oírla.
La
Iglesia ha dado forma al misterio, durante estos siglos y de un modo sesgado en
estas últimas décadas, desde el concilio, presumiendo conocer lo que “no
conoce” y ha interpretado como completo, lo que todavía no había adquirido la
definición esencial, porque el misterio pertenece a Jesucristo, y es el único
que “lo abre y lo desvela” a quien quiere, como quiere, cuando quiere. (Y
prueba de su desconocer es este afán que rechaza, porque siente temor de
aceptar una realidad inmanejada por ella. Un “algo” que escapa de alguna forma
a su control, porque se trata nada menos que del Señor mismo)
Si
bien, ESTO YA SUCEDE. Mirar hacia otro lado, es absurdo. Pensar en poder
continuar como si el Señor no estuviera, un despropósito. El Señor le avisa y a
ello me envía, para que comprenda que “no hará nada por sí, ni para otros, el
sarmiento que es cortado y permanece lejos de la vid”. Se seca. La desecación
la vemos, su estigma lo tenemos presente. Lo anuncia el Señor en el canto de
(Ag. 1) porque todos los males que sufre este pueblo, proceden del olvido que
han realizado del templo del Señor, que estando en ruinas, ninguno edifica, ni
construye, antes prefiere edificar en lo que le es propio, para su vivir
terreno. ¿No es esto lo que sucede, en verdad?
Cristo
avisa del “odio del mundo y de las persecuciones” (Jn. 15, 18 – 25) las estamos viendo;
avisa de “la incredulidad” que sucede de parte de los que rechazan “la
luz” ( Jn. 12, 37 – 50) también la
estamos viendo; describe la “intolerancia de los suyos” (Jn. 16, 1- 4) que prefieren apartar,
sepultar, desprenderse de aquello, o de aquel que les resulta incómodo, o les
parece un peligro...
Él
lleva la cuenta de todo lo que ha dicho; de todo lo que ha hecho, y de las
respuestas que ha recibido. Él se ciñó la toalla para que “los Doce”
entendieran que su condición era servir de igual modo que él prestaba servicio:
para honor del Padre y para el bien de los hombres.
Hoy,
esta Iglesia se ciñe la toalla ciertamente, y trata de favorecer a muchos que
no pertenecen a su seno; casi es esto lo que realiza en modo prioritario. Pero
Cristo, oferta este servicio a los que en adelante serán su Cuerpo místico.
¿Está
el Cuerpo Místico atendido, en estos momentos? ¿Con qué modos de atención? ¿Se
le da a los creyentes, la atención necesaria, no sólo desde Cáritas, sino desde
todo lo que el sentir eucarístico, que Cristo pone en el lavatorio de pies,
representa? Porque también dice a Pedro: “El que se ha bañado, no necesita
lavarse más que los pies, pues está completamente limpio; y vosotros estáis
limpios, aunque no todos.” (Jn. 13,
10)
En
efecto: “Los pies sí hay que lavarlos de toda impureza, con que los toca la
tierra”. A pesar de estar “bañados”. Cristo enseña a los suyos a tener este
grado de sumisión tal que redima al que puede hallarse impuro; esto es “sucio”;
sea que ya esté limpio, o así se considere...
¿POR QUÉ?
Porque
ser UNO con él, entrar a formar parte de la eucaristía que él celebra y es
ALIANZA ETERNA, requiere de parte del compromisario, un nivel tan alto, tan a
nivel de lo que Jesucristo ES, ENTREGA Y REPRESENTA, que en nada desfavorezca
la cesión de este “sacrificio”, convertido en misterio.
Por
tal razón será labor primordial de “los Doce” en adelante, lavarse unos a otros
las impurezas que “la tierra” deje imprimirse en sus pies (aquello “con lo que
anda”, o “por donde anda” )
(Aquí, la acepción “se
ha bañado”, es metáfora que significa: “está impregnado por el Espíritu”, y
por tal razón “limpio”, mas con todo, si toca la tierra, puede volver a impuro.
Es por ello la labor que encomienda a todos los suyos, entre sí y con cada uno,
hacerse servidores de los otros, con el fin de recuperarlos siempre al
Espíritu.)
Sin dejar este contenido, que (Jn. 13) expresa,
recogemos las palabras
del Señor, cuando envía
en misión a sus discípulos. Les dice:
“ No vayáis por tierra
de paganos, ni entréis en ciudad de samaritanos. Id a las ovejas perdidas de la
casa de Israel.” (Mt. 10, 5 – 6)
Dos prohibiciones
expresas les dice: “ni paganos” “ni samaritanos”. No han de entenderse con
todos a la fuerza. No han de conceder a “los paganos”, lo que está reservado a
los hijos; ni a “los que tienen otro punto distinto de fe” han de empeñarse.
Por el contrario les da el mandato firme de “atender a las ovejas perdidas de
su pueblo”.
A día de hoy, ¿cómo
cumple estas prescripciones la Iglesia? Tal vez Cristo no podía entender la
necesidad que la Iglesia tendría en estos tiempos de implicarse en muchos de
los asuntos del mundo. Tal vez era Cristo quien no sabía lo que aconsejaba a
los que en misión partían...
Mas, razón tiene él
siempre en lo que dice, en lo que avisa, en lo que prescribe como necesario.
Porque la misión de “los Doce” debe circunscribirse de un modo esencial a los
hijos del Reino; al pueblo de Dios, por excelencia. Esto no excluye a paganos,
ni a samaritanos, porque tienen la opción de cambiar sus esquemas, arrepentirse
y convertirse, como el resto del pueblo. Pero si “los Doce” se dispersan y
dedican sus efectivos, sus esfuerzos, sus medios a “los que no quieren tratos
con Dios”, o a “quienes discuten siempre, a cerca de Jesucristo, pues no lo
aceptan según cuanto ha sido revelado”, lo que hace la Iglesia es desaprovechar
su tiempo y sus recursos, dándolos a terreno baldío. Mejor habrá de
concentrarse en los hijos de su pueblo, que sí conocen al Señor, están
bautizados, y han de aproximarse a él tan del todo como sea posible. Esto, HOY,
por querer atender otros menesteres, NO SE CUMPLE; por ello sucede la realidad
que vivimos.
Quien en la Iglesia
pueda y quiera, que lo piense.
Cristo viene a recoger
los frutos de su siembra, de cuanto realizó y cuanto realiza. Otro escollo
surge en esto, del que hablaré.
Porque estas mermas
descritas, afectan a la Institución, respecto al pueblo, respecto a Cristo,
según lo que entiende, lo que siempre ha realizado y forma parte de su misión.
Pero se convierte ahora en cisma profundo para Cristo, que AVISA SU LLEGADA y
la Iglesia no quiere entenderla. Avisa él de todos los cumplimientos que sucederán
y la Iglesia se resiste a creerlos y en peor modo, tenerlos en consideración.
Así, ella misma se
convierte en “territorio alejado del Señor”. En patria que no le reconoce y no
le espera.
Aquí, sí que es verdad
que no puedo yo ayudarla, porque no puedo aunque quiera “llenar con mi aceite,
su aceitera vacía” (Mt. 25)
Esto no lo digo yo, sino
CRISTO SE LO DICE, porque todavía está él tratando de recuperarla.
Es HORA DE FE EN CRISTO.
Fe tan total y plena como la de Pedro, Pablo, Juan... y tantos que confiaron en
el Señor y en sus promesas.
Una fe que no desdeñe
los trabajos necesarios para que esas promesas se cumplan.
Es la hora de someterse
a Jesucristo, apartándose de los dictados de los hombres. La Iglesia de Cristo
no ha de ser complaciente con los poderosos del mundo. Al contrario, ha de ser
tenaz en defender “lo que cree”, y en “alzar lo que el Señor le está expresando
en estos tiempos: LO QUE LE REVELA y es su Palabra, sea que a los otros parezca
desproporcionado e inconveniente. Ella ha de fijar su obediencia en Dios, no en
los hombres: (Hch. 5, 29)
Triste será para la
Iglesia entrar “a estos cumplimientos” rebelde, porque entonces lo hará para su
caída y si en ello persiste, lo que procura es su condenación.
Pues dice el Señor (Hch.
7, 49-50):
“El cielo es mi trono
y la tierra el estrado de mis pies;
¿Qué casa podríais construirme
y qué lugar para reposo mío?
¿No hizo mi mano todas estas cosas?
Y el apóstol Esteban
declara:
“Hombres de cabeza dura
e incircuncisos de corazón y de oídos, vosotros resistís siempre al Espíritu
Santo. Como fueron vuestros padres, así sois también vosotros. ¿A qué
profeta no persiguieron vuestros padres. Mataron a los que predijeron la venida
del Justo, del cual vosotros ahora sois los traidores y asesinos; vosotros, que
habéis recibido la ley por ministerio de los ángeles, y no la habéis
guardado.” (Hch. 7, 51 – 52)
De lo que se desprende,
que “no nos necesita Dios” ni tampoco precisa de “nuestras obras”; pero por el
contrario “nosotros sí lo necesitamos, y también su obra”, de manera, que si
despreciamos lo que él ha hecho; lo que hace por recuperarnos, ello sucede por
lo que explica el apóstol a continuación: Porque hay dureza en el corazón, y
sordera grande para escuchar lo que se está avisando y diciendo; o lo que es lo
mismo: porque existe una incredulidad que resiste al Espíritu Santo, sin poner
en él su fe.
Estos modos de actuar
son en tal caso, los mismos de siempre: los que sirvieron para matar a los
profetas que predecían la llegada del Señor; los que impulsaron a los judíos a
sacrificar al Justo, una vez llegado; o los que sirven ahora a los hijos de ese
pueblo, para ignorar al Señor, que está anunciando SU SEGUNDA VENIDA.
Esteban lamenta en
aquellos un comportamiento que ya debía haberse superado, porque la LUZ había
venido, pero ellos seguían en tinieblas. Así ahora, cabe lamentar de los que
creyendo saber que está todo hecho, y considerando tenerlo todo estudiado, se
encuentran de nuevo con el misterio en que los encierra el Espíritu Santo.
¿Querrán abrir los ojos para ver, o permanecerán, como sus padres, asidos a las
tinieblas?
Como sucedió con Pablo
de Tarso, ahora sucede, y envía el Señor delante a”alguien que no ha sido
apóstol”.
Gusta a Jesús romper las
normas, salirse de los esquemas trazados. Ampara sus propuestas en el desconcierto, para contemplar cómo las
acogemos. Mas es ello ¿cómo..? ¿con fe? ¿sin ella? ¿con amor? ¿con
aborrecimiento..?
Como Pablo entonces,
estoy siendo enviada: judío él, a los judíos; católica yo, a los jefes de la
Iglesia, católicos... Como él narra el misterio de la aparición del Señor,
narro yo todo cuanto está él realizando ahora, tomándome por testigo, de modo
que sea reconocida su PRESENCIA, en mi manifiesta. De modo que se le responda,
de parte de los que “dicen que creen”, a LA CONVERSIÓN que él solicita, y este
pueblo, todos, se inserten a su misterio, que desvela.
3.
ENCAMINARSE; PUNTO DE PARTIDA.
A estas alturas, y
según están las cosas ¿no ven los que
ejercen con autoridad, que es necesario recuperar a este pueblo? ¿no consideran
aún que hayan de proceder otra vez con
compunción de ánimo, arrepentimiento cierto y espíritu converso, porque han
causado ofensa al Señor, desviándose de sus caminos, orientándose a la pérdida,
por vericuetos extraños, de los que ya urge regresar?
Lo saben, pero ¿lo
quieren reconocer? Creo que no, y es este el drama que padecen.
A Pablo lo acusaron los
mismos judíos; le hicieron la guerra y el Señor lo envió a predicar a “los
gentiles”, dejando a sus acusadores prendidos en la confusión...
A mi, se me ignora a
propósito, como si alguien “no digna de crédito” “inexistente”... ¿cómo
decirlo?
A las NOTICIAS (Buenas
Nuevas) que llevo al Vaticano, “mis paisanos”, levantan toda clase de
“barreras”, que tal vez contienen “acusaciones” con las que procuran un
manifiesto rechazo, que dura ya dieciséis años, sin que en el transcurso de los
cuales, alguien admita en la Palabra que digo, alguna razón. ¿Tan mal me
explico, o de temas tan poco interesantes hablo? ¿Tan errada, que nada de lo expuesto, les aprovecha?
En verdad, defender el
Nombre de JESUCRISTO, que yo hago, debe ser en tal ámbito algo muy raro, tal es
la comunicación que muestran.
Ninguno tiene el valor
de dar voz a lo que piensa, pero pues todos responden igual, entiendo que todos
piensan lo mismo.
Por más que mucho me
agradaría encontrar que alguien se parezca a Gamaliel, y piense de modo
diferente.
Yo aseguro que el Señor
mismo les hará conocer a ellos, a cada cual la injusticia que rechazándole,
cometen. Lo hará con transparencia tal, que herirá sus ojos con la claridad que
en estos momentos rechazan, y después que la conozcan –pues no se arrepienten-
los dejará yacer en sus tinieblas para siempre.
Que
lo piensen, porque yo sé que así será.
Lo
que Cristo desea entregarles es “el don de Dios”, y el modo de que lo reciban
está en que quieran y acepten COMER AHORA EL PAN con el que les está saliendo
al encuentro.
Como
tras aquella noche larga e infructuosa, los discípulos regresaron sin haber
podido pescar nada, porque ya no estaba su Maestro, y ellos ya no entendían su
vida, sin tenerle al lado (Jn. 21, 1 – 14), pero supieron reconocerle
por voz de Juan, y se apresuraron a la playa donde comieron el pan que les
acercaba, y el pescado, Cristo espera también que en estos momentos reconozcan
su PRESENCIA que anticipa como signo de
su Venida inmediata, y mientras él se manifiesta, se alimenten con lo que en
estos instantes está él cociendo sobre las brasas, de modo que no desfallezcan,
ante los acontecimientos que se desencadenen y ya han comenzado.
La
Iglesia actual está pasando por momentos terribles, pero no es esto lo peor que
le sucederá, porque está escrito y avisado todo ya, sin que quiera reconocerlo.
Además de todo cuanto he
declarado en los libros, cartas e informes enviados, los cumplimientos últimos
están detallados en la “Carta- Informe”, porque la barca se partirá en dos,
dividiéndose; porque están en ella “los lobos feroces” que acechan al rebaño, de los que S. Pablo da
razón en “su despedida” (Hch. 20, 18 – 38)
Estos combaten contra la
fe y contra el propio Señor, rechazan su advenimiento y no quieren creer en sus
promesas. NO LO ESTÁN ESPERANDO, que LLEGA. Y se harán discípulos del “falso
profeta”. Combatirán contra él, prestando su servicio al ANTICRISTO, hasta
poner sobre el altar el sacrilegio horrible que Daniel habla, y Cristo repite,
cuando anuncia la ruina del Templo.
No es tiempo de
aturdirse, por lo tanto, siguiendo los giros de la política del mundo; sino
tiempo de mantener abiertos los ojos, el espíritu, la mente y el corazón, a
todo signo que procure el Cielo.
Estamos en los tiempos
del fin; vivimos –si quieren pensarlo- la última oportunidad que nos
concede Jesucristo, desde su Palabra Tercera, que me revela, pero dará él a los
que lo escuchen, cuando venga.
Es hora de despertar y
salir del embotamiento permitido en estas décadas de “nada”. Hora de recuperar
el camino, estar firmes, puestos en pie, ceñida la túnica, las sandalias
calzadas, y el manto sobre los hombros... NO HAY TIEMPO QUE PERDER.
El recorrido no va a ser
fácil, y será abrupto, peligroso, largo...
4.
CONCLUSIÓN
Los que se dispongan a
Jesucristo han de mirar el MENSAJE que él concede, con ojos de fe valiente. Fe
capaz de seguirle en lo incierto; en el desdoro, la pobreza o la pérdida que
procuran los enemigos.
Mas ha de ser una fe que
se sustente en el Amor y por él trabaje, para consagrarlo y propagar su
aliento, a todos cuantos el Señor ama. Que no se amilane, ni se canse, sino que
permanezca y persevere en la esperanza para la que nos está llamando.
Llegado él, sucederá su
juicio, de manera que “unos serán tomados” y “otros dejados” (Lc. 17, 34 –35)
Será preciso vincularse
a él por completo, a su voluntad, con ejercicio de caridad que recoja al que
titubea y aliente al que desfallece. En donde a él unidos, seamos siervos y
salvadores, partícipes de su misericordia y de su Obra.
...Porque la Iglesia
permanecerá –y esto ya lo vemos- cercada por enemigos, para que se cumpla todo
cuanto el Señor tiene dispuesto, de modo que hará de ellos estrado de sus pies.
(Lc. 20, 42 - 43)
El Señor reza para que
la Iglesia lo reciba, lo crea, lo siga y se una a él; para que su llegada a la
tierra sea de nuevo: “Entrada triunfal”, de modo que su pueblo lo
reconozca como: “Bendito el que viene...” “como el Rey”.
Reza, porque no sólo hay enemigos fuera del templo, sino
en peor modo, dentro, y son estos los que de nuevo querrán crucificarlo (Esto
ya no pueden, pero enterrarlo, para que todos lo olviden, destruirlo y procurar
vencerlo, sí.)
La Iglesia no puede
ocultarse a los designios escritos, que ya se cumplen y la cercan; sea
valiente, porque en su debilidad, Cristo la hace fuerte; si por él se levanta y
se enfrenta al mundo. Alce la voz para pronunciar ante todos que el Señor llega
y dará su merecido a cada cual.
¿De qué tiene miedo? Su
patria no es el mundo; dé impulso a su fe; levante sus fueros por encima de
todos los poderes de la tierra.
Algunos se asustan de
que los etiqueten por esgrimir la verdad. A mi me preocuparía ciertamente, mostrar
ante el Señor mediocridad o tibieza, porque a los que así se comportan con él,
por agradarse a sí mismos, o a otros, los vomita de su boca.
En fin, mucho querría yo
impactar a los que dicen que creen, para que crean, porque está ya a las
puertas Quien les hará repaso de la VERDAD que ha permanecido revelando.
Lo mismo que aquel rey,
regresará a pedir a sus deudos “los denarios prestados y sus ganancias”. Los
examinará en la obediencia que a él han mostrado, no a otros, sean jefes.
Es hora de abrirse paso
hacia el cumplimiento que el Magnificat señala, porque dará el Señor pan a los
hambrientos y realizará justicia. Como Santa María invoca:
“ Ha desplegado
la fuerza de su brazo,
ha destruido los planes
de los soberbios,
ha derribado
a los poderosos de sus tronos
y ha encumbrado a los humildes.
Ha colmado de bienes
A los hambrientos
Y despedido a los ricos
Con las manos vacías.
Ha socorrido a su siervo Israel
Acordándose de su misericordia
Como lo había prometido
A nuestros padres
A favor de Abrahán
Y su descendencia
Para siempre.”
(Lc. 1, 31 –35)
<<<>>>
Trato de abrir el camino
al Señor, allanarlo... para que cuando él llegue, nos halle a todos dispuestos.
No está en mi ánimo ofender a nadie; por eso generalizo al hablar. He dicho lo que “veo”. Lo que me cabe conocer
y el Señor me muestra, lo que él me solicita que diga. Él hace evidentes todas las cosas y saca a la
luz, las que permanecen soterradas.
Todo cuanto realizo, es
con él, y por su gloria. Sea por siempre bendito y alabado.
Mis
deseos al Papa, de un año nuevo en paz, unido al Señor. Saludos.
10 – 1 - 12
APÉNDICE FINAL
No
ha sido mi pretensión cansar al Pontífice, sino informarle, porque el Señor,
estima necesaria esta comunicación. Necesario que conozca lo que ha venido
sucediendo; lo que él manifiesta, su PRESENCIA, que no ha querido ser
refrendada por los anteriores papas, pese a todo cuanto se les ha comunicado,
más allá de estas cartas.
Lamento
que haya ocasiones en que el celo por el Señor, me haga tener que señalar lo
erróneo de aquellos con quienes debo confluir en espíritu, por más que no puedo
obedecerles si se apartan de la obediencia que a Cristo deben y él ahora
señala, pues SE MUESTRA.
Pero
Cristo no se separa de los suyos; no desestima a su Iglesia, por el contrario,
la reclama y la elige AHORA lo mismo que siempre, para que la Iglesia se vuelva
hacia él, lo ame y le obedezca, siendo fiel. Le avisa para que rectifique sus
modos, que lo ocultan a la faz del mundo, porque no cambia él, ni su doctrina,
sino ella cambia, por adaptarse al devenir del mundo y sus intereses, dejando
de lado en muchas maneras, lo que Cristo estima.
Cristo
espera en ella, desea que ella se abra del todo a él y le reciba con FE, se
aproxime a su Espíritu, en COMUNIÓN cierta, de modo que no se extrañe con lo
que ya cumple, sea que ella no lo pensara, o lo creyera propio de otros
momentos. Nada que el Señor realice, ha de parecerle inconveniente, ni extraño.
Ella ha de caminar por dónde el Señor la lleva.
Y
yo, nada le digo que no proceda de su VOZ, en nada me aparto de aquello que el
Señor ama y desea se establezca.
Medite
SS. El Papa, que esto que le envío, es
el Señor quien se lo manda, no para oscurecer, sino para clarificar; no
para herir, sino para restañar y recuperar lo que se pierde; lo que está a
punto de perecer...
Trabaje
el Papa con Jesús, aunque al principio tenga que escucharme... Como Pedro,
cuando dormía en su prisión. Extraigo este texto del Libro: “HECHOS – LO
NUEVO”:
Herodes
Agripa persigue a la Iglesia. Liberación de Pedro. (Hch. 12, 1 – 18)
El rey Herodes, por aquellos días
prendió a algunos de la Iglesia para
maltratarlos. Hizo morir a espada a Santiago, hermano de Juan y encarceló a
Pedro, ordenando a cuatro piquetes de cuatro soldados que lo custodiasen. La
Iglesia oraba mientras tanto.
1. “La misma noche en que Herodes iba a
hacerlo comparecer, Pedro estaba dormido entre dos soldados, atado con cadenas;
los centinelas montaban la guardia en la puerta de la cárcel. De repente se
presentó un ángel del Señor, y la celda quedó toda iluminada.”
Lo que sucedió a Pedro entonces se
convierte en símbolo de lo que HOY sucede a esta Iglesia.
Pedro va a
comparecer ante el poder enemigo, y esa misma noche, en tanto él duerme, sin
conocer lo que está ocurriendo, el Señor obra para mostrarle su liberación.
También este “Pedro”, y con él, la
Iglesia, va a ser sometido a juicio, pero tan seguro se encuentra y tan
confortable, que duerme sin precisar los acontecimientos que en torno ya se
están desencadenando.
Duerme en medio de los soldados que
lo vigilan, pero está atado con cadenas, y los centinelas montan guardia para
que no se escape.
Los mismos que están dentro, lo
vigilan y lo ciñen de cadenas que es incapaz de desatar. Otros además lo
vigilan celosos, no vaya a escaparse... En realidad el Papa es un preso, dentro
de esta fortaleza llamada Vaticano. Mientras él duerma sin liberarse, toda la
Iglesia padece la opresión...
El Señor conoce los planes de los
malvados, y le envía un ángel, de manera que la celda quedó toda
iluminada.
Sí, este “Pedro” que duerme HOY,
aunque se halla ceñido de cadenas, vigilado por quienes así prefieren tenerlo,
ha recibido la visita de “un mensajero del Señor” pero no ve –pues tiene los
ojos cerrados- la luz que colma la estancia.
2. “El ángel tocó a Pedro en el costado
y lo despertó diciendo: “Levántate enseguida”. Y se le cayeron las cadenas de
las manos. El ángel le dijo: “Cíñete y ponte tus sandalias”. Así lo hizo. Y
añadió: “Échate el manto y sígueme”. Pedro salió y lo siguió, sin saber si era
realidad lo que el ángel hacía, pues se figuraba que era una visión.”
Quién le ha sido enviada para que
despierte, le toca en el costado. Y le dice: “¡Levántate enseguida!”
Es lo que estoy tratando de hacer
todo el tiempo, enviándole la Palabra del Señor, lo que él revela para estos
tiempos; haciéndole conocer las promesas que ya se cumplen.
“Tocarle el costado”, es situarlo en
el punto aquel, en el que Cristo crucificado, al ser traspasado por la lanza,
dejó caer de su costado: sangre y agua. De su costado abierto brotó la
primera Iglesia. Y es a este recordatorio que Cristo me envía: para hacerle
comprender que andan desviados, que han perdido el rumbo y se alejan cada vez,
siendo que han de regresar al punto de partida; a la manera de la primera
Iglesia, a su pureza, a su fe; a su humildad y servicio. Al Amor y a la
adoración que sentían los apóstoles por él.
“Pedro” ha de despertarse, que aún
no lo hace, y en el momento de abrir los ojos, reconocer lo que el ángel lleva
tiempo ya diciéndole: “¡Levántate en seguida!”
Levantarse
es disponerse a CREER. Orientar sus ojos, sus sentidos, sus
pasos, por
la FE, dejándose guiar por este ángel, en lo que le dice. En cuanto lo haga,
verá cómo se desprenden sus cadenas, y sus manos quedan libres. Podrá actuar
con la autoridad que tiene, realizar lo que Cristo le pide, si se deja guiar
por las nuevas que le concede el cielo. ¡Cómo es preciso que “Pedro” se
incorpore, y levante su ánimo hacia Cristo, contemple su costado abierto, y
salga de su dormición!
No hay tiempo que perder. Los
cumplimientos han llegado, y el ángel le dice: “Cíñete y ponte tus sandalias”.
Le dice también: “Échate el manto y sígueme”.
La liberación de Cristo, la pascua,
exige que esté preparado para afrontar todo lo que llega sobre él y su pueblo,
como les sucedió a los judíos que Moisés liberó. Es preciso ceñirse y calzarse,
porque hace falta recorrer un largo camino. Y ha de poner sobre su hombro el
manto, y es ello un modo de expresar que ha de revestirse y abrigarse con el
amor del Señor, para el recorrido que le aguarda. Una vez esté dispuesto a
enfrentarse a ello, habrá de seguir las instrucciones del ángel: lo que el
ángel le ha mostrado desde el Señor, su Palabra y atender sus avisos.
Este Pedro del evangelio, le
obedeció, se dejó conducir por el ángel y traspasó la puerta, por más que no
sabía distinguir si aquello era realidad o visión.
El “Pedro” actual, no tiene fe para
confiar en lo que le está siendo mostrado; no piensa si quiera que ESTO sea una
visión; rechaza contemplar lo que está viendo en quien se lo lleva. Debiera
contemplar los signos que en este evangelio están narrados, y pueden orientarle
a despertar, porque es así lo que sucede, aunque ni lo mire, ni lo entienda.
3. “Pasaron la primera y segunda
guardia y llegaron a la puerta de hierro que da a la ciudad, la cual se les
abrió por sí sola. Salieron y avanzaron por una calle, y de repente el ángel lo
dejó.”
Si hiciera como el primer Pedro,
dejándose guiar por el Espíritu del Señor, que le envía su ángel, se daría
cuenta que de traspasa todos los obstáculos: la primera y la segunda guardia,
todo cuanto dentro lo frena, desaparecería, o se minimizaría sin tener
influencia para detenerle. Y al llegar a la puerta de hierro que da a la
ciudad, la vería abrirse por sí sola.
¿Por qué..?
Cuando “Pedro” sea capaz de
liberarse de los carceleros que dentro lo vigilan y lo ciñen de cadenas,
manteniéndolo preso, cuando los de dentro reconozcan que su empuje está guiado
por la mano del Señor, lo respetarán y le abrirán paso. Pero de igual modo, la
puerta férrea de la sociedad, que siempre trata de cerrarle el paso a la
Iglesia, reconocerá en este “Pedro” que se ha liberado, a un verdadero ministro
del Señor, y a un verdadero pastor de su pueblo, y lo recibirá sin servirle de
obstáculo.
Dice el texto que salieron y
avanzaron por una calle, y de repente el ángel lo dejó.
Esto sucederá: En cuanto “Pedro”,
avance ya liberado por una trayectoria (calle) en donde lo está situando el Señor,
el ángel ya no será necesario.
Una vez que el Papa aprenda a
conocer lo que Cristo le está solicitando y se dirija a ello decidido, dando a
la Iglesia la orientación precisa, para proseguir el camino por el que se
libera, ya no precisará lo que le he venido avisando y explicando, porque será
el Señor mismo con su Espíritu quien lo conduzca, ya que está caminando en su
dirección.
4.
“Entonces Pedro, dándose cuenta de
lo que pasaba, dijo: “Ahora sé realmente que el Señor ha enviado su ángel y me
ha arrancado de la mano de Herodes y de todo lo que esperaba el pueblo judío.”
El primer Pedro, aunque había tenido
dudas, se fió de aquel aviso, lo creyó, lo siguió y se dejó conducir. Y en hallándose libre, en
la calle, comprendió que todo era obra del Señor, para liberarle de Herodes y
de los judíos.
Si este “Pedro” se dejara influir,
si creyera y fuese dócil a la voluntad del Señor, hallaría por lo mismo su
libertad, y comprendería que los cumplimientos en los que nos hallamos
desencadenarán furiosas persecuciones
contra la Iglesia y sus hijos, y que es el Señor, quien enviándole su
mensajera, está tratando de salvarles, pero aunque los enemigos cada día son
más tenaces y se atreven en mayor proporción, siendo tan grande la debilidad de
este pueblo, que carece de defensa, Benedicto
XVI, no quiere mirar hacia lo escatológico, ni hacia el presente mismo
en el que se le AVISA. Tiene sus ojos y su mente, como su corazón prendido en
lo ALFA, y tan sólo da las razones de los Padres de la Iglesia, que aunque
sabias y santas, carecen de la perspectiva actual que el Señor mismo le
muestra. S. Agustín y otros , no conocen lo que hoy preparan los enemigos del
Señor que son anticristo; así sus consejos pudieron servir a los hombres de su
tiempo, pero no nos servirán ahora, por más que el Papa se empeñe en quererlos
adecuar.
Esta es la realidad que vivimos, el
modo como responde la Iglesia a la liberación que el Señor desea concederle.
Dicho está.
*
Doy por terminado cuanto era necesario conocer al nuevo
Pontífice ( FRANCISCO), por el momento.
Con
todo mi ser pido por él al Señor, para que sea fiel y le ame con todo su
corazón, su mente y sus fuerzas. Para que beba en su Palabra y la establezca
por doquier, para que sea lámpara y sal,
difundiendo por el mundo, los vehementes destellos de la LUZ y todo su sabor.
El
Papa tiene una gran labor: primero ha de despertar a la Iglesia, sacarla de sus
desvíos; llevarla a encontrarse con el Señor, a acogerle y oírle... Y cuando
dentro de la Casa esté todo convenientemente ordenado y limpio, debe derramar
esta FUENTE de claridad, sobre el pueblo de Dios, para que el pueblo reconozca
a su Señor PRESENTE y lo ame. Esto servirá por lo mismo, para que también vaya
recibiendo el mundo el potencial de esta LUZ y de este AMOR.
No
sienta temor por servir a JESUCRISTO, como él quiere, ni por restar obediencia
a otros intereses que de él se retiran. Porque él Señor mismo, estará
combatiendo a su lado.
Glorificado
por siempre sea. AMÉN.
(
Hago un inciso final, al Papa, para que contemple a este Señor y Dios nuestro,
lleno de Amor y misericordia:
Cuando el Señor me solicita que
escriba al Papa Francisco, unos días después de haber sucedido su nombramiento,
le respondo desmotivada, y protesto porque no querría escribir otra vez a la
Iglesia. Le razono:
“Señor,
son tres Papas, ya... Pensarán que me obsesiono en ir a ellos para molestarlos.
Además al tener que decirle que los otros no me han escuchado, lo que pongo
delante es mi fracaso. Tu fracaso, Señor... Por más que esto es fracaso de la
Iglesia, en Ti. Sabes de sobra que aunque se lo diga, no quieren oírlo. Sólo
ensanchan su corazón para recibir alabanzas por sus logros. ¿Cómo oirán a quien
se los retira?”
El
Señor me llena de consuelos y enjuga mis lágrimas. Entonces me dice:
“Pero
yo sigo esperando recibir sus gestos de cariño y no ceso de pensar cómo hallar
el modo de que me contemplen y me quieran.”
Miro
al Señor trato yo de consolarle. Le digo:
“Tú
no te rindes, esperas...”
Y
me responde él:
“No
te canses, sigue intentándolo; tu fracaso es mi fracaso, pero no podemos
rendirnos. Debes dar a Francisco también la oportunidad, y por él a la Iglesia.
Si la rechaza lo que suceda no será culpa nuestra.”
)
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