CONECTADOS AL AMOR

1

En este tema trataré de abordar un asunto místico, necesario, trascendente. El AMOR... La definición de S. Juan: " Dios es amor", eleva este concepto y sentimiento, al vincularlo a Dios, como aquello que constituye su Esencia íntima, y nos supera del todo. Porque establece identidad entre el Ser y el atributo que el Ser tiene. 

De cualquier forma, podemos decir como el apóstol: "Dios es amor", mas no podemos decirlo a la inversa, aunque reconozcamos la identidad que hay establecida en ambos. Es obvio, porque el amor es una creación, que procede de un Origen y ese origen no es otro que Dios. No es el Amor, el que produce a Dios, sino que es Dios quien manifiesta a los seres todos, a la creación inmensa, su potencial infinito, y su latido.
Ese latido, contiene su Aliento, y vivifica todo aquello que toca, o lo que contempla su mirada.

Empezamos a comprender -deberíamos reconocerlo sin ambages- que la vida contiene el amor de Dios derramado en cada porción, por pequeña que sea, de la Obra creada, y de los seres creados.
Y por ello, nos constituye ante Él, como quienes reciben de sus manos este don, y como quienes han de responderle por ello.
Por decirlo de otro modo, expresar que al otorgarnos la vida Dios nos vincula a su Amor, por pura gracia, por generosidad que contiene la total esperanza, y la absoluta misericordia.
...Somos, porque Él nos imprime la vida como don. Entendemos porque Él nos vincula con su Aliento, a mantener proximidad o semejanza, mediante  nuestro espíritu a su Espíritu, capaz de reconocer el lenguaje, los signos, los gestos del Amor que contiene.

Aproximarnos a Dios, es por el espíritu; sólo a través de su desarrollo conseguimos la completa trascendencia.
Penetrar la belleza de la Obra creada, nos hace vislumbrar el total Poder que Dios tiene, y la plenitud de su Amor; pues su Poder es Amor y viceversa.

Cada vez que nos hallamos inmersos  en la contemplación de "la Obra", fascinados por su dimensión; sobrecogidos por su magnificencia; entregados a su belleza, entendemos a Dios, su multiplicidad de miradas, y su locuacidad silenciosa, diseminada por doquier, en todo, en todos... porque la belleza  que corona su magna Obra, contiene la expresión de su Amor Único.

Algunos hombres no lo comprenden. Por eso S. Pablo les reprocha su ingratitud:


"La ira de Dios se manifiesta desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen la verdad con la injusticia; ya que lo que se puede conocer de Dios, ellos lo tienen a la vista, pues Dios mismo se lo ha manifestado. Desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, se pueden descubrir a través de las cosas creadas. Hasta el punto que no tienen excusa, porque conociendo a Dios no lo glorificaron ni le dieron gracias; por el contrario su mente se dedicó a razonamientos vanos y su insensato corazón se llenó de oscuridad. Alardeando de sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios inmortal por la imagen del hombre mortal..."         ( Rom. 1, 18-23)

Digo "algunos hombres", por mencionar a los que obstinados tratan de permanecer sin querer contemplar la EVIDENCIA del SER de DIOS, impresa en toda la anchura, la altura y profundidad de su Obra creadora; hombres que se inclinan ante la razón humana tan sólo, sin querer penetrar en el Misterio que ante sí tienen. Muchos de ellos, se basan para sus razonamientos en las huellas, corpúsculos, impresiones cuales sean, que dejan los seres de esta vasta naturaleza en su evolución, o en su configuración, para llevar un seguimiento y un estudio, que jamás dedican a Dios, del que no quieren reconocer nada, y así dejan de contemplar lo máximo, presos de su ceguera.

Y cierto es, que aunque estos cierran los ojos, otros valoran y contemplan su faz, multiplicada en todos los destellos de su Hacer ilimitado. 
Fue Cristo, el único en conocer con diafanidad, al Padre, y por ello, el único que puede darnos cuantas noticias sobre su Ser y su potencial inmenso. De tal modo, que sólo podemos acercarnos al Padre, desde Él. Cristo es el camino y el vínculo inefable, para que lo terreno que contenemos, trascienda hasta el Espíritu.
No se nos ha dado sobre la faz de la tierra, ningún otro Nombre, sino sólo el de Jesucristo, capaz de salvarnos (Hch. 4, 12)


Cristo, hecho carne nuestra, pero Espíritu de Dios, abraza y abarca con sus  brazos, cuanto el Cielo contiene, y cuanto contiene la tierra, como dice el apóstol:


"Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, que es Jesucristo."  (1Cor. 3, 11)

Lo que los hombres constituyen, aún tratando de acercarse a la verdad, difiere en modo sensible, si no está puesto sobre los mandatos que Él nos ha dado, porque también dice el evangelio:

" Si alguno entre vosotros piensa que es sabio según la sabiduría de este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como dice la Escritura: "Atrapa a los sabios en su astucia". Y además: "El Señor conoce cuán vanos  son los pensamientos de los sabios."         (1Cor. 3, 18-20)

Y de igual modo sucede con los que consideran que "aman", si comparamos su amor, al Amor que Jesucristo nos tiene, y con el que se presentó ante nosotros.
Lo que a nosotros nos parece claridad, son amenudo fucilazos leves, o confusos espejismos, tal y como Pablo predica en (1Cor. 4, 1-12), porque el amor válido discurre a la inversa del que nos gusta ejercer, o como lo damos. Lo que los cristianos entregan es despreciado por el mundo, y así hasta ellos mismos dejan de merecer sus honras.

Como Cristo padeció la incomprensión del mundo, sus burlas y su encono, así los que le siguen hallan respuesta inversa al amor que derraman, pues más se entregan, son menos correspondidos; a menudo son maltratados y desechados por los demás...


Pero dejemos claro, que el mundo va sin Dios, y en ello SE EQUIVOCA. Se equivoca en modos que no logra entender siquiera. Y en ocasiones, yerran también los que afirman creer, si no distinguen lo que complace a Dios, y lo separan de lo que agrada al mundo. Si por agradar al mundo, dejan de lado el AMOR que al Padre y al Hijo corresponde.

Dice S. Pablo: "Hermanos yo no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como niños en Cristo. Os di a beber leche, no alimento sólido, porque no lo podíais soportar; ni podéis todavía, pues aún sois carnales. Desde el momento que hay envidias y discordias entre vosotros, ¿no es porque aún sois carnales y vivís a lo humano?"     (1Cor. 3,1-3)


El apóstol descubre la realidad que sucede: los hombres todos, han de crecer en espíritu, porque han de adquirir su potencial, ya que carecen en sí de ello, al ser criaturas surgidas de la tierra, "carnales", en el decir de Pablo. 

Aunque llevan consigo el Aliento de Dios, no son dioses; si bien pueden llegar a elevarse como dice la Escritura: "Yo dije, dioses sois."
Esta elevación que desarrolla en nosotros el Espíritu, sólo puede producirse por vía del AMOR.

Como niños, tomamos de Jesús la Palabra, y el ejemplo, en modos que la tierra nos enfrenta, y por los que caminamos como a contracorriente, y tan a nuestra costa que nos resulta en ocasiones esfuerzo grande, impulso desmedido, que se diluye muchas veces, sin que tengamos la constancia de saberlo sostener o penetrar...

Jesús nos llama "NIÑOS". Así nos ve; seres "no terminados de  desarrollar", inmaduros, como los que no han crecido, a pesar de lo adulto o lo senil, que podamos manifestar por nuestros años.


Lo mismo que la LUZ nos deslumbra, y a veces nuestros ojos no la contemplan, el AMOR circula a nuestro lado, durante toda la vida, sin que sepamos calcularlo, medirlo, abrazarlo o entregarlo. Esto MISTERIO es.


Difícilmente penetraremos en el AMOR sin Cristo, imposible es, porque como todo lo que de Dios procede, en Cristo adquiere fundamento, y nosotros nos acercamos a ello, si seguimos su ejemplo, o si adquirimos su virtud. 


Llamamos "amor", al sentimiento que brota, y es terreno, adornando los flancos de esta vida. Amor al padre, a la madre, a los hermanos, a los hijos, las esposas, los esposos, al prójimo... Sentimos amor por la vida y cuanto la contiene, personas, animales, plantas... por nuestros países y nuestras cosas... incluso por nosotros mismos.


Todo el amor, humano y Divino se unifica en Cristo y le tiene como origen, como fin y referencia. Así pues, no hay nada de este vivir nuestro, que no le contenga, o donde Él no pueda verse contenido. 


Define el Señor los cauces de este fluído vivificante; son dos: "amar a Dios sobre todos los seres y cosas" y "amarnos los unos a los otros"

Sólo nos da dos mandamientos, mediante los cuales podemos CONECTARNOS AL AMOR, que fluye y comunica con Dios y con el universo. 

Parece que digo sólo palabras, pero os aseguro  que estoy hablando de lo único que importa, y se convierte en esencial.


Lo comprenderemos en los puntos siguientes.




2


Parece, en estos tiempos, que tratar de persuadir a los hombres sobre Dios, sea un afán desfasado, propio de una mente poco vanguardista, y alejada del mundo real y científico. Proponer a los hombres de esta época, que se vuelvan a Dios, que contemplen a Jesucristo y le sigan, como que sea algo que sólo se debe ofertar a los hombres y mujeres de la Iglesia. A los demás les asoma una sonrisita burlona, que no saben simular, porque consideran que hay en este modo de vivir, algún indicio de puerilidad, de la que ellos salieron y de lo que se alegran.
Espero que cuando terminen de leer este artículo sepan borrar ese aire de superioridad estéril, que les asoma, y penetren en otra realidad, más cierta que la que consideran. 

Prosigo. Neciamente, muchas personas desvinculan "este vivir" del plano divino; y en especial de los planes que Dios tiene. Pocos, de no ser verdaderos creyentes, se preguntan por estos planes que tiene Dios, para con ellos y para con todos... Sin embargo los designios están, y Quien los ejecuta, EXISTE, sea que se entremete a nuestro vivir, o a nuestro ser, en modo silencioso e imperceptible.

Cristo, que desvela ante nosotros, el Amor que reside en el Padre, y el que ha de haber en nosotros, ante el escepticismo de los incrédulos, que hacían burlas, dice:

" Vosotros presumís de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, porque lo que se estima tanto entre los hombres, no tiene valor alguno ante Dios."     (Lc. 16, 15)

 Con total claridad dice Jesús la presunción que acapara a tantos, que se estiman en lo que no son, pues caminan a la inversa del sentido que para el Señor tienen las cosas. Dan valor a lo que no es importante, y dejan de hacer aquello que realmente habría de importarles.
Gozan en la posesión de bienes efímeros y desperdician su vida en estos logros, siendo que desasisten su alma de los bienes que van a serles requeridos al final...


Así le pareció al "Hijo Pródigo", que quiso desvincularse del Padre, apartar todo el trato que tenía con Él (Lc. 15) para insertarse en el mundo. Lo de más valor, para Él, lo más sugestivo estaba fuera, y se retiró de su lado, llevando consigo su herencia. Ávido de placeres, la malgastó, y discurrió por la planicie del pecado, agotando sus bajezas, a tal punto que "guardaba cerdos" y "deseaba nutrírse con las algarrobas que comían ellos" 


Este joven se impregnó con la total impureza, deseando lo que "los cerdos" comían... 
Esto sucede a todos cuantos se aproximan a lo mundano, y se revuelcan en lo infecto (el pecado), deseando sus halos y sus logros, como si alimento... pero no todos reflexionan como hizo este "Hijo" de la parábola:


"Entonces reflexionando, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me muero de hambre!"    

Este joven, que partió con hambre de mundo, supo reconocer que lo que el mundo le ofrecía era escasez, carencia, ausencia de todo cuanto es limpio y verdadero. Y recordó el PAN que en la casa del padre, recibían todos, incluso siendo jornaleros...

Los tiempos que nos colman, tienen a muchos jóvenes, a demasiadas personas, seducidos por logros terrenos, abandonados a la inercia del pecado, sin límite y sin reflexión, alejados del Padre... Las algarrobas que "los cerdos" comen, son muchas veces drogas, alcohol, ignominia y violencia... no PAN. 

Cristo los contempla, y observa su declive, que es pérdida de todo aquello que podrían tener, que Él ha venido a darles, que puede asegurarles la VIDA... y dispone el PAN, verdadero alimento, para los que deseen iniciar el retorno a "la casa" o  a "la pureza primera"... Desea oirles decir:

"Volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de llamarme hijo tuyo; tenme como a uno de tus jornaleros. Se puso en camino y fue a casa de su padre."


El Padre lo contempla, lo vio "cuando aún estaba lejos". Cuando este joven hace el propósito de regenerarse y regresar al lugar del que salió, a su origen, a Dios... Pues dice el texto:


"Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio, y conmovido, fue corriendo, se echó al cuello de su hijo y lo cubrió de besos."


El AMOR es ágil, raudo, se desata, se vierte; así Dios, cuando contempla que nuestra voluntad se encamina hacia la Suya. Corre Él del todo, nos alcanza, y nos cubre con todos sus regalos amorosos, sus dones y su gracia, como hizo con este "Hijo" que volvía. ¡Ojalá supiésemos tener hambre de este afecto Supremo, y nos alzásemos del barro, con el que nos engarza la vida, para sentirnos colmados con la abundancia que Dios tiene!


Se arrepiente el hijo, y se siente indigno de llevar este título, porque lo ha mancillado, pero el Padre le dice a los criados:


" Sacad inmediatamente el traje mejor y ponédselo; poned un anillo en su mano y sandalias en sus pies. Traed el ternero cebado, matadlo y celebremos un banquete, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido encontrado. Y se pusieron todos a festejarlo."

Este AMOR del Padre, es SALVACIÓN. Es plenitud altísima, que Él otorga a quienes lo aman. Entrar en la salvación del Padre, es gozar de lo máximo que desea Él entregarnos.

Este "hijo" SE CONVIRTIÓ. Cambió su actitud, sus modos, los fundamentos de la carne por los del espíritu, y regresó en apetencia de aquella pureza primigenia que gozaba en la casa de Padre, y era recurso, abundancia, PAN.




Otro nivel distinto asoma en "el hermano" de la parábola y en "el administrador infiel".


Cristo señala desde estos ejemplos los modos distintos de "amar" que tienen los hombres. Ninguno, como podemos ver es perfecto. Sólo Dios y Cristo nos aman con un AMOR así.
Si bien de todos los ejemplos que utiliza en esta página: (Lc. 15-16), el mejor es el de aquel o aquellos, que reconocen "su culpa y regresan hasta Él".


Volviendo a la parábola, hallamos al hermano del joven, que al ver los preparativos que el padre dispone para agasajar al hijo, se enfada y se niega a entrar. Con todo el padre sale a persuadirle, pero le contesta:


"Hace ya tantos años que te sirvo sin desobedecer jamás tus órdenes, y nunca me has dado ni un cabrito para celebrar una fiesta con mis amigos. ¡Ahora llega ese hijo tuyo, que se ha gastado toda su fortuna con malas mujeres, y tu le matas el ternero cebado!"

Este "hijo" que ha permanecido en la casa del Padre, sirviéndole obediente, representa a todos los que permanecen en la casa por el bautismo, y viven siriviendo según su fe, con votos, o sin ellos. Pero tienen un sentido de sí mismos como "de una perfección" o una "bondad", que jamás conceden a otros que caminan vacilantes, o fluctúan, o discurren descarriados, como ese hermano. Se consideran con mayores derechos y virtud. Su pecado es orgullo. Pero además carecen de misericordia.


Si algo prevalece en esta parábola es el AMOR que el Padre tiene, total bondad y misericordia. Un Amor que reconoce el amor cuando regresa herido y es verdadero. Entonces se abaja y lo cura y le regala, y lo SALVA.


Es cierto que el hermano mayor ama a su padre, y permanece junto a él sin retirarse, y no osa desobedecerle... Mas, ¿por qué lo hace? Aquí habría mucho que ahondar, pues tantas razones impulsan a tantos a mantenerse en un lugar, ocupando un sitio, por el que no sienten afán, ni devoción verdadera, o porque esperan conseguir más que otros, en tal tarea. Y estos mismos, se rebelan, contra quien todo se lo concede, si ven que se inclina a recibir a alguien -en su concepto- con menores méritos...


Muchos eclesiásticos, personas de relevancia y posición, se comportan como este hermano de la parábola, y "se enfadan", por considerarse menospreciados. Aquí anda la soberbia. 


Le razona el padre:


"¡Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo! En cambio, tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado."

Y en ello le afea su falta de misericordia, es decir de Amor, tal que se asemeje al que Él siente por cada hijo que regresa; por cada uno de los que estando perdidos o muertos, se convierte.

Porque el Amor, ha de mirar primero lo que quiere Dios, lo que a Él le complace, y luego lo que puede complacernos a nosotros mismos. Lo que Dios estima no es "la obediencia ciega", sino la obediencia que es preferencia amorosa y voluntaria, que le sirve en lo que a Él le es preciso. Y lo más preciso para Dios, es recuperar a sus hijos perdidos; o si muertos, resucitarlos... 


Este "hermano" no valora todo cuanto goza por estar junto a su padre, ni tampoco el sufrimiento de su hermano, que ha vivido en el fango del mundo. Así falta a la gratitud, que debe a su Padre, como al amor hacia el prójimo. De manera que no ha cumplido ni el primer mandamiento, ni el segundo.
Finalmente "no entra". La rebeldía prevalece.


Así, tantos hay, que se estiman ellos, por encima de todo cuanto señale Dios, o señalen otros en su nombre; y por amor a sí mismos (egoísmo), no sienten dolor por los que sufren; ni compasión por quien regresa, sino envidia. Si ve que Dios alza al que cayó -para éste sigue caído y muerto- y lo encumbra, con sus dones y su gracia, no lo soporta.


Cristo nos alerta a tener abiertos los ojos, los sentidos, para amar a Dios, como Él ha de ser amado, sin exigencias por nuestra parte; sin condiciones. Y lo mismo para amar a quien esté necesitado de recibir nuestro cariño.



 "El administrador infiel" (Lc. 16, 1-12) va referido también a quienes al servicio del Señor, dejan de darle lo que le corresponde, y faltan a su misión de muchas maneras, llegando a serle deudores en mucho, pues dilapidan un caudal que no es suyo, como si lo fuera...

Es verdad que lo sirven, pero de un modo tan imperfecto, que se orienta primero a aquellas cosas que son terrenas. Aquí quienes ejercen en modo tan incorrecto, no aman al Señor según el mandamiento primero. 


Esta clase de servidores, por desgracia abunda en la Iglesia. Cristo les reprocha su dejadez, y les avisa: (Lc. 13, 25-30). Llegará Él, y hará pasar al Reino a los que le han servido, y estos se arremolinarán junto a la puerta gritando: ¡Abrenos! Mas Él les dirá: !Apartaos! No os conozco."  


Lo mismo que ellos, los fieles seglares, que tampoco han recogido en modo conveniente "los denarios" que el Dueño les ha dado, y los han enterrado, sin proceder a realizar ganancias.


A todos los que dicen "servirle", seglares o consagrados, dice Él esta parábola; porque si son sagaces, cuando vean que Él llega para pedirles el pago de cuanto le adeudan, lo buscarán y lo reclamarán a aquellos que también les son deudores. Y así podrán llegar a salvarse, y permanecer junto al Dueño.

Lo que todo esto significa es algo muy sencillo de comprender. Y a veces se malinterpreta: El Amor entregado por Jesús, Señor nuestro, ha de ser correspondido. 
Sabemos que Él nos ama; algunos lo asumen como Quien tiene obligación, y recuerdan en ese punto su misericordia, casi como exigencia de la bondad que tiene Él. En este sentido "se le juzga". ¡Los hombres, juzgan a Dios! Siendo que una vez más invierten los términos.


No se trata de mirar lo que Cristo hace bien (aunque nos detengamos en ello), sino de contemplar lo que nosotros, cada uno, hace mal. La pregunta que habría de surgir no es, (aunque lo pensemos): "¿Cómo me ama Cristo?" sino "¿Cómo amo yo a Cristo?"


Creo que nos es preciso este cambio de perspectiva, para que no nos suceda como al "administrador infiel". Para que no tenga que llegar Él y pedirnos cuentas.


Existe otro modo de amor, que queda contemplado por el Señor en (Lc. 16,19-31)


Es el amor que los hombres dedican a sí mismos y al mundo pero NO  a Él;  es un amor entregado a sus placeres y vanaglorias. Cristo lo contrapone al ejercicio del SEGUNDO MANDAMIENTO, y nos describe lo sucedido con epulón y Lázaro. 


Muchos epulones viven sus vidas tan sólo para sí mismos, como si sólo ellos existieran sobre el mundo. No se acuerdan de los que a sus puertas sufren o pasan hambre, están enfermos, abandonados. No los atienden, pero podrían hacerlo, pues poseen recursos suficientes.


A estos Dios los ha bendecido con bienes cuantiosos, por los cuales los prueba, para ver qué uso hacen de ellos. Si son capaces de saber canjear los caudales de tierra por caudales de Cielo. 


Así epulón banquetea cada día, con sus amigos, mientras Lázaro a su puerta pasa hambre y aguarda a que este rico le dé las migajas de su banquete. Pero esa justicia que parece no existir sobre la tierra, adquiere culminación en Cristo, porque muertos ambos, era Lázaro quien gozaba la abundancia de los justos, y epulón por el contrario, sufría los tormentos que había ido acumulando con sus obras injustas. 


Lo que Cristo desea explicarnos con esto, es que esta vida contiene una oportunidad ÚNICA, para que utilicemos todas nuestras capacidades y nuestros recursos, insertándolos al AMOR. Un Amor que mire hacia Dios en primer lugar y por Él o desde Él , al prójimo. 


Esta vida nuestra es breve, a veces larga... No sabemos nunca hasta donde llegará, y por eso hemos de hallarnos siempre a punto para realizar el bien; cualquier bien; a todos, a cada uno, y hacerlo porque con ello agradamos a Jesucristo.


Es lastimoso ver a personas que viven solas, porque no son solidarias, y no desean que les pongan en compromisos. Porque tienen lo suficiente, y sólo miran hacia sus deseos, hacia sus caprichos y sólo desean su protagonismo. 


Y no hay gozo más satisfactorio, que ayudar a los semejantes, como dice la parábola: "Cuando des un banquete invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos, a los ciegos; entonces serás dichoso porque ellos no pueden pagarte, y recibirás tu recompensa en la resurrección de los justos"   (Lc. 14, 13). 

El amor que es misericordia, y todo lo baña de ternura; y a todos comprende o eso quiere, por más que no sea reconocido, admitido o correspondido; que hace hueco a los otros, y no los desprecia, nunca mira para sí; no se complace en adquirir fama, ni prestigio, es sentimiento continente de una pureza que el Señor estima como joya.


A esta sociedad moderna le sobran epulones y Lázaros. Está descompensada terriblemente. Muchos gastan de más; invierten cantidades inmensas, que podrían servir para saciar el hambre de los "Lázaros del mundo", las malgastan en excentricidades o caprichos, sin mayor valoración.


Por eso es necesario regresar hacia Jesucristo mientras sea posible, y no retirarnos de su Amor; que aprendamos a derramar el nuestro.




3

Prosiguiendo con lo dicho en el punto segundo, a la vista de este amor que realizamos, incompleto o imperfecto, valdrá la pena reflexionar lo que Cristo señala como importante.

En estos tiempos de un modo muy acusado se percibe como los hombres y mujeres, desvinculan "este vivir" de Dios y de todo cuanto Él hace; muchos ni creen; otros, simplemente se mantienen alejados e ignorantes, como si lo tuvieran marginado.
Por eso vivimos mal. La vida se convierte en "sinrazón" y se vuelve cada vez más injusta. No querer posar la mirada en esta proporcionalidad es querer a ultranza, engañarnos. A mayor alejamiento de Dios, mayor proporción de violencia, de injusticia, de soledad, de barbarie...

Aunque muchos consideran que los políticos "les harán la vida más fácil" o "les proporcionarán paz y bonanza", se engañan. Aunque hayan quienes confían en la ciencia para que su bienestar aumente, se engañan... 

Cristo ya dijo a sus apóstoles que "lo que mancha brota del interior de la persona" y también la Escritura dice: "que de la abundancia del corazón, hablan los labios".

Lo cual nos sitúa en el plano moral, o de comportamiento, esencial para que este vivir nuestro no se convierta en "lo árido" o en "la guerra", sino que sea "pacífico" y engendre "tolerancia".

Del interior brota la envidia, el odio, el crimen y cuanto atenta contra el amor que ha de hacerse manifiesto a los hombres. Y si multiplicamos estos efectos, desde cada persona, nos hallamos en una sociedad deprimente y calamitosa, que se regodea en sus pecados. No es tan enteramente así la sociedad nuestra, pero vamos de camino, si no corregimos todo aquello que nos hace desviarnos.

Lo otro que dice la Escritura, nos sitúa en el extremo contrario, pues si el corazón lo tenemos lleno de amor, de esta abundancia, todo cuanto pronuncien nuestros labios será edificante o procurará serlo. Brillará el agrado, la amabilidad, el respeto y la concordia.

No hay una sociedad que sea enteramente "mala"  ni enteramente "buena", pero sí es necesario que entendamos que podemos construir hacia uno u otro lado. ¿Qué nos interesa?

Señala Él con su sabiduría los detalles que habríamos de contemplar y ejercer, para mantener el equilibrio, entre lo que Él ama y lo que exige el mundo, pues vivimos como seres de la tierra, pero no hemos de olvidar que somos hijos del Cielo. 
No establece Él separación entre un vivir y otro vivir. Por el contrario los aúna. Pienso que en las sociedades modernas, cada vez se pretende mayor separación entre le plano divino y el humano, y es ese el fallo.

Cuando cura en la sinagoga al hombre que tenía la mano seca, en sábado, rompe los esquemas de su sociedad. Se salta los preceptos establecidos por los hombres, insertos a la tradición desde hacía muchos años. Porque cuando conviene hacer el Bien, es el Amor quien toma las riendas, quien  sirve y ha de ser servido. 
En el punto de "hacer el bien", los hombres habrán de confluir hacia lo que Dios ama, no los hombres. 
Y si hay quienes se oponen, o disponen leyes en contra que sirven de freno, hará falta saltárselas. Esta es la enseñanza.

"De la abundancia del corazón..." brota el amor que Cristo ama; ese con el que es y desea ser correspondido. Pero cuando uno henchido de esta abundancia exclama: 

"Dichoso el que participe en el convite del reino de Dios"

el Señor mismo le reponde con esta parábola: (Lc. 14,15-24), pues... ¿quiénes son los convidados? 
Parece que todos pudiesen opinar como el que ha hablado y estuviesen deseosos por entrar y ser partícipes, pero la realidad que suceda será otra... Y Cristo se la explica. 

La invitación para pasar al banquete del reino, la dejó hecha Cristo, antes de morir, y la constituyó sobre su propia inmolación y su Presencia eucarística. Porque como S. Pablo proclama: " Si sufrimos con él, viviremos con él". La realiza Jesús cuando invita a los que quieren seguirle:

"El que quiera venir en pos de mi, tome su cruz y me siga" o cuando avisa al hombre acomodado que quería seguirle: "Las raposas tienen madriguera, las aves del cielo, nidos, pero el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza..."

Durante toda nuestra vida, la de cada cual, desde que resucitó, nos convoca a convertirnos, a entrar con Él en su banquete, siendo convidado de su Amor... y aquellos que le han respondido, celebran estos ágapes.
Pero llegado el trayecto final, apurándose ya el cumplimiento de sus designios, realiza Él esta parábola, y la cumple en los momentos de nuestra historia. Y se presenta Él mismo, invitando a los suyos al banquete que prepara en su Reino. 

Fácil fuese la respuesta, y pues han transcurrido dos mil diez años, todos los fieles en la Iglesia y todos los consagrados, los bautizados todos, tendrían que responderle gozosos, con el grito de esperanza y júbilo que aquel desgranó a su lado:
"Dichoso el que participe el el convite del reino de Dios."

... Y para que se vea el cumplimiento que alcanza esta Palabra, Cristo nos enfrenta AHORA la realidad que sucede. Pues lo mismo que aquellos invitados se excusaron y no respondieron, los católicos invitados, guardan silencio, lo cual no es respuesta, o lo es, de NEGACIÓN... y no acuden. 

Envía Él a quien le sirve, salga a los caminos y cercados, y haga saber a todos que aún hay sitio.

Verdad es que todavía es tiempo de acudir, y cuantos dicen creer en Él y amarle, habrían de ESCUCHAR su llamada para entrar al banquete del Reino que ya va a ser establecido.

Han llegado los tiempos últimos, y se termina la ocasión que Dios nos brinda, y desde Él, Jesucristo.
¡Dichosos los que respondan a la llamada del AMOR, y quieran ser partícipes en ello! (Después aclararé esta necesidad que nos colma, sin que sepan verlo).

Las razones por las que el Señor no está siendo respondido, las señala el evangelista a continuación: "Abnegación cristiana"

No se le responde porque falta este sentido. A quien más o a quien menos, le falta capacidad de sacrificio, de modo que "haya de acoger la cruz"; o porque "tal vez  Cristo le estreche a un compromiso demasiado definitivo". Se espantan, como si esta vida pudiese eternizarse, y no se dan cuenta de que hemos entrado en los tiempos del fin. 
Ya no hay sino volverse hacia el Amor, hacia el Señor del todo... Pues, ¿van a llevar consigo esto que aquí poseen?

Otra de las razones está en: "La oveja perdida"  ¡Muchas hay! Vivimos en una sociedad que nos ciñe con lazos de pecado muchas veces... Donde prevalecen los goces terrenos, "el "yo" ególatra", el exceso y el capricho... Una sociedad que aparta a Dios, y se decanta hacia un presente insensato, que no contempla ni restricción, ni escándalo, ni modificación que hacia la virtud amada por Cristo, le lleve. Ni se contempla LA META, ni se mira hacia el pasado. 
Todo está ahí; a nuestro alcance para gustarlo... Es la manzana de Eva que mordemos vez tras vez, en modo inconsecuente.

Esta es otra de las razones por las que Cristo no es respondido a la llamada que NOS HACE. 
Ahora bien, si alguno se siente extraviado, si reflexiona en su vivir incompetente, y recaba ayuda del Señor, esté seguro de que Él, su Pastor, sabrá encontrarlo. (Lc. 15, 1-7)

Aquí se echa en falta a los pastores de la Iglesia, que contemplan el grave descarrío en el que viven sus hijos, insertos al mundo, y no se mueven con todo el afán que podrían, para rescatarlos.

El otro nivel que señala el evangelista, se halla en (Lc.15, 8-10), y por lo mismo esta sociedad nuestra, cada uno de nosotros, y la propia Iglesia, son interpeladas. Porque lo que se pierde es "una moneda". El ejemplo que nos pone restalla: "Una moneda" es algo de valor, pero "pequeño". En ocasiones, de tan escasa entidad, que no nos molestamos en removerlo todo, como hace la mujer de la parábola, para encontrarlo. 

Parece que Jesús exagera, proponiendo este ejemplo tan nimio. Pero os digo que no. Miremos lo que somos, lo que otras veces hemos sido... Hoy todos hablan de "los valores que se han perdido". He aquí la clave. Esa moneda que se pierde, representa "la virtud" que nos hace ser coherentes con la Palabra de Dios y con su Espíritu.

Posiblemente, que perdamos "algo" de ello, no parece cosa importante, pero si no lo buscamos y lo rescatamos de inmediato, como hace esta mujer temerosa de Dios, iremos descendiendo peldaños paulatinamente. 
Lo que ayer me parecía un escándalo, hoy, lo tolero y tal vez mañana lo practico y lo gusto. 

Si perdemos monedas de fe, nos vamos quedando agostados y secos. Si perdemos monedas de virtud, nos hacemos impuros y pasamos fácilmente de un desacato leve, a otro de mayor envergadura. Si estas pérdidas no sólo las acusa la persona en su vivir íntimo, sino que inciden como ahora ocurre, en la SOCIEDAD entera (quien más, quien menos...), el resultado es ESTO que hoy nos abruma: un desierto, una tierra de nadie, donde ya la virtud evangélica está ausente, y habría que volver con paciencia, con mucha paciencia a edificarla. Pero también habría que situarla en personas "nuevas"; es decir,  personas de fe y de espíritu, que amaran a Jesucristo, deseando renovarse y regresar a la pureza que Él nos otorga.  

¿Quiénes están dispuestos a regresar del todo, junto al Señor? ¿A dejar de lado, las motivaciones inicuas de este vivir, que los condena? La propia Iglesia, ha contemplado el declive, sin saber evitarlo. Avisada desde hace ya muchos años, ha hecho sordos sus oídos... Y observa cómo todo su bagaje espiritual anda devaluado. ¿No lo ve..?

Por eso culmina el evangelista con la parábola del "Hijo pródigo" porque aunque parezca que ya lo tenemos todo perdido, como sucede al de la parábola, está el Señor, y aguarda nuestro regreso, ansioso por perdonarnos.


Ahora explicaré lo que vengo señalando desde el principio de este artículo, y cómo importa unir nuestro vivir a Cristo y a la Vida que Él nos oferta. Diré lo que es estar unidos a su AMOR, "conectados", para no quedar aíslados, como entes sueltos.

Trataré de simplicar los conceptos, porque los detalles que concedo son místicos, y aunque utilice imágenes que los aproximen, sólo son un modo de hablar de aquí, que trata de corresponder o iluminar lo que de aquí no procede, porque es divino.


Dos modos de vincularnos a Jesús tenemos, que se interrelacionan hasta constituirse consecuencia: la FE y el AMOR. 
Cuando miramos hacia Jesús y confiamos en Él, nos invade su CERTEZA. Esta es la FE. En virtud de esta "certeza" le amamos. 
Pero también, si nos prendamos de Cristo, si le amamos, apenas llegamos a conocerle, bien cierto es que CREEMOS en Él. 


Así diré que la Fe es al Amor, lo que el Amor es a la Fe. Ambos son modos distintos, que confluyen y nos hacen confluir hacia el Señor. Pero de ambos modos, el más perfecto es el AMOR. 
Tal vez la fe proporciona el Amor que se inicia. Y poco a poco, a medida que mejor va conociendo al Señor, va desarrollando el amor. (Aquí veo a la mayoría de los fieles de la Iglesia, incluso consagrados). 

Pero cuando el individuo, es adquirido por el Amor, todo en él está completo, como si el infante se hubiese vuelto adulto. (Aquí se hallan las personas espirituales, místicas, que han desarrollado, "lo completo").


La Iglesia misma se constituyó sobre estos dos pilares: Pedro, la "piedra" , representa el soporte o el fundamento, y se mueve por FE,  y Juan, "el discipulo amado", representa "la mística", lo que compete al espíritu, y se mueve por la fe, pero sobre todo por AMOR.


La culminación de cada uno de los seres, para llegar a lo perfecto, sería la de adquirir el Amor y desarrollarlo, para ser imagen viva de Dios Omnipresente. Porque sólo en esta identidad, seremos reconocidos por Él.


Llegar a lo perfecto cuesta mucho, y nos parece un handicap, algo que saben conceder los santos, pero no las demás personas. Es verdad. Pero ningún atleta, ganó las olimpiadas, siendo un niño, y sin el debido entrenamiento.


Conocedores de este destino, habríamos de impulsarnos por amor y hacia el Amor con todo nuestro ser y nuestro empeño.
Cristo no nos pide imposibles, y ya he dicho que sentimos amor de muchas maneras, pues también entre nosotros mismos nos vemos necesitados de concederlo, recibirlo, compartirlo...


Es necesaria una educación que lo pronuncie y lo ejerza en modo constante, y que delate su ausencia, como lo indebido, pero sin causar aplastamiento, pues todos somos pecadores, y andamos mermados. Todos somos aprendices durante este breve trayecto de nuestra vida. Amar se nutre del ejemplo. 

Curiosamente en Navidad, los creyentes se llenan de este sentimiento de forma espontánea, y sus rostros se iluminan, y ríen sus miradas. Sienten el valor de la armonía, de la paz, y aprovechan esos días festivos para ejercitarla. ¡Ojalá, se sintieran siempre traspasados por ese impacto, y lo mantuvieran consigo, en su espíritu, como aquello que no puede faltarles nunca, ni "a los otros", porque es estar situados en la belleza y en la alegría de lo Único!


Aprovechamos mal la vida y faltamos casi siempre a sus ocasiones, tantas, que nos conceden lo máximo. Si lo espiritual tuviese un lenguaje económico, hablaríamos de pérdida de recursos, o de malversación... Si cada día, hora y minuto de este vivir nuestro, fuese dejar abierta la exclusa del amor, ¡cuánto vertido fructuoso!


Esto lo vemos en esas personas, afortunadas ellas, que han sabido cosechar muchos amigos, que han dejado harta memoria de su pasar, ayudando, compartiendo, comprendiendo, sonriendo, y consolando... y son muy queridas y recordadas.


A partir de este momento, si no lo habías pensado, puedes hacer la puesta a punto. Comenzar el kilómetro cero, y llegar  lleno, no vacío.




4


Voy a poner un destello, para que lo último expuesto sea más fácil de asumir. Cristo quiso mostrarme el AMOR del Padre, su dimensión, su interrelación en nuestras vidas. Así, tratar de separar el plano divino del humano es un disparate y demuestra tan sólo la ignorancia de quienes desconociendo tanto obran mal para sí, y para los demás a los que persuaden o enseñan a desprenderse de Dios y vivir sin Él.


Lo primero que me significó fue la Belleza de cuanto existe, y enseguida, me mostró el Poder que el Padre tiene, su fuerza terrible capaz de hacer emerger las montañas, o de allanarlas, capaz de diseminar los astros por el cielo y poblarlo, y desatar la furia de los mares. 


Puso ante mí una Fuerza tan devastadora, que todo podía levantarlo, crearlo, y por lo mismo destruirlo, pues me hacía contemplar cómo la tierra  se abría bajo mis pies, dando paso a los abismos. 

Me significó ante Él y su magnificencia como un ser débil, tan débil que era incapaz de resistir aquella Fuerza y si me ponía ante Ella, podría morir sin saber soportarla. Y cierto es que me llené de sobrecogimiento.


Pero al par que esto hacía, me hizo sentir la proximidad de un efluvio amoroso, sutil y dulcísimo, que recogía en sí mi alma, abrigándola con absoluta ternura. Era un Amor no sentido, indescriptible lleno de gloria y belleza, que dejaba sobre mí un tacto suavísimo, cual roce de pluma. Pasaba a mi adentro, como suspiro, tan leve y acariciador, que parecía diluirse y dejar prendida una huella amorosa que cautivaba y dejaba en el alma el anhelo de no desprenderse jamás de aquel goce y aquella ternura.


Nadie puede imaginar este Amor sublime. bello, dichoso, envolvente y lleno de ternura, que reside en el Padre.
Apenas descubrí en mí que aquel fluido dulcísimo procedía del Padre y era su Amor, Cristo me reveló varias cosas:


El Amor del Padre está impreso en toda la Obra creada, toda la Creación destila o rezuma este Amor y contiene su huella y su belleza. El Padre se complace en sus criaturas, las ama, las ampara y protege, de todas ellas tiene preferencia por "el hombre". 

Lo contempla como el ser más desvalido, y pasa junto a él como un suspiro, sin apenas rozarle, porque su Fuerza es tan poderosa, que podría matarle. El Padre nos conoce a todos, a todos nos ama, conoce nuestros rostros, nuestros nombres. Siente predilección por los más desfavorecidos, a estos los ama de un modo entrañable.


Derrama sobre nosotros su Amor, como si lluvia que descendiese del cielo, gota a gota, y todo lo penetra, todo lo empapa, sea que esté escondido. Él se derrama constante por todos nosotros, dispone su AMOR, su voluntad inmensa por el orbe, y abraza Consigo a todo ser y criatura; le da igual quien sea, o como sea. NOS AMA.


Entonces Cristo me hizo comprender un enigma, que desde los principios, me soliviantaba. Yo le había preguntado "cómo podría servirle" y Él me había dicho con voz interior: 


" ÁMAME EN ELLOS. DALE A ELLOS ESTE AMOR QUE DICES QUE ME TIENES Y ES TAN GRANDE. REPÁRTETE POR MI."


Parecía fácil así dicho, pero ¿cómo era amarle de esa manera?  Durante meses me asistió aquella preocupación, mas quiso Él desvelarme el AMOR del Padre, el amor y cómo funciona, cómo se entrega a todos y se reparte, dejándolo fluir constante, como si lluvia amorosa, poco a poco, gota a gota...  

Así debía yo amarlos a todos, así verter todo el Caudal que el Cielo me daba, el Amor que sentía por Jesús, había de concederlo, repartiéndome como lluvia que penetra y empapa suave todo cuanto encuentra, a todos... 

Debo decir que mi espíritu se tranquilizó de inmediato y se dispuso desde entonces a la tarea de AMAR, para que la tierra dejara de estar seca. Esto hago y he venido desde entonces haciendo.

Así debiéramos proceder todos y cada uno hacia los demás: amándolos con el AMOR que el Padre nos muestra, y con el AMOR que Cristo nos ha enseñado desde su ejemplo. Y la tierra se convertiría en hontanar y en vergel... ¡En tierra nueva!

Por desgracia no es así como sucede, y Cristo desvela ante mi una realidad que todos desconocen, pero es CIERTA.

Muchas personas viven "en sus cosas", separadas de "las cosas del Cielo". Hacen como un doble nivel, dando importancia en modo mayor al nivel humano, a lo de aquí; a esta vida y este vivir... Lo espiritual, lo Celeste, Dios, el Señor... la Virgen, los santos... son cosas de Iglesia. Son para los "beatos" que gustan estar siempre rondando por las parroquias y las sacristías. ¿No?

Los que van al bar, al cine, al restaurante, de vacaciones,  la playa... ¿piensan en Dios? Lo más probable es que no, aunque alguno haya que momentáneamente, o por cualquier circunstancia lo piense. Si están en sus trabajos, ocupados por todo cuanto deben dejar concluido  o dispuesto, ¿piensan en Dios? 
Yo estoy casi segura de que no; pero trabajarían menos estresados y mejor, si lo hicieran.


No es normal, ya lo sé, estar en las obligaciones terrenas, los hijos, el tráfico, las compras... acordándonos de Dios; y mucho menos pensar en Él, para complacerle.
Pero os aseguro que sería un ejercicio mental y espiritual fructífero. Yo lo sé bien.


De este modo, la mayoría de las personas, regresan al Padre casi como vinieron, sin NADA. Han vivido para ellos, no para Él. Se han ocupado de sus intereses, de lo que "el presente" les ponía por delante, sin contemplar meta alguna, ningún punto de llegada. Algunos a lo mejor más tarde, ya cercanos a la vejez se han hecho planteamientos, y han dado a su vida en sus últimos años una orientación religiosa y de fe.

Pocos, a decir verdad, piensan en la muerte. Los jóvenes ni se preocupan por ello, pero en algún momento llega. Vivimos con esta realidad sea que no la queremos pensar.


Entonces nos vamos llenos o vacíos del Amor que hayamos dado a Jesucristo, y a la Trinidad, y del amor que hayamos dado a nuestros semejantes. No es tan importante el amor que hayamos recibido -aunque también es amor- como el que hayamos dado. Pues dice Él: "¡Y vuestra recompensa será grande!"

Los hay que se sienten eximidos de pensar en estas cosas, porque han tirado por la calle de enmedio, y declaran: " NO CREO; no hay Dios."  Y apuran todos los tragos de esta vida, sin pensar para nada en sus consecuencias. Mas esto es una gran temeridad. Por poner un ejemplo  diré que es tan atroz, como circular con el coche a gran velocidad, en dirección contraria, habiendo  afluencia de circulación. Seguro que termina en desastre.

Hace algunas semanas me concedió el Señor un destello de lo que significará al morir, lo que aquí hemos hecho o hemos dejado de hacer. 
Sitúa primero lo Suyo y me dice un canto que suele cantarse a la entrada o comienzo en la misa:


"Juntos sintiendo en nuestra vida la alegre Presencia del Señor"

Esto que me señala es importante: "vivir unidos, sabiendo que Él está Presente, vivo, y su cercanía es nuestro gozo. Nos alegra."
 
Tras ello pone el acento en las últimas revelaciones que me está concediendo y que componen el TESTIMONIO que estoy dando de Él, de esta PRESENCIA SUYA que Él actualiza, con la que se muestra y me enseña sus caminos, para que todos los aprendan, pero halla obstáculo en ello, porque "no quieren recibirle".

Entonces me envuelve en su manto y me ciñe con su Espíritu. Me deja oír algo confuso, indeterminado, que hace referencia a una persona que conocí en mi trabajo, y que algún tiempo después de jubilarse, falleció.

Lo que me explica es algo "como que tiene que quitarla del sitio en el que está porque no le corresponde".
Alude a que: "no cambia"  "Le falta aceptación, fe".

Como me lleno de asombro por ello, me dice entonces con su voz, Palabra del Señor:
" ALLÍ YA LA FE NO SE MODIFICA."

 Pero no lo entiendo, y no sé qué pensar... Me lleva a (1Ped. 3,18-21) Lo que leo no me aclara las cosas, pues dice:


"Pues también Cristo murió una vez por los pecados, el justo por los injustos con el fin de llevarnos a Dios. Sufrió la muerte corporal, pero fue devuelto a la vida espiritual. Fua a anunciar la salvación incluso a los espíritus que estaban en prisión, los cuales se habían mostrado reacios a la fe en otro tiempo, en los días de Noé, cuando Dios esperaba con paciencia mientras se construía el arca, en la cual  unos pocos, ocho personas, se salvaron del agua..."

Me lleno de estupor, pensando en esta... No logro encajarla en situación tan desastrosa, ¿inferior a esos que estaban en prisión, a los que visitaste tras tu muerte, para que te reconocieran? ¿Cómo es esto?

El Señor me explica con su voz, Palabra del Señor:


"ESOS NO ME HABÍAN CONOCIDO, PERO ELLA TUVO LA OPORTUNIDAD Y NO LA APROVECHÓ. NADA RECIBE."

Fitra con luz lo que también sucede con otra persona fallecida, de la que anteriormente ya me había hablado, porque "nada más se podía hacer", siendo que Él mismo a su muerte me recomendó que rezara por ella. 

Me lleno de interrogantes, porque no sé hacerme idea, en verdad de este suceder. Y me pregunto dónde están los que han permanecido cerrados...

Entonces el Señor me responde de nuevo con su Palabra, Oráculo del Señor:

" NO TE ANGUSTIES POR ELLOS. LOS QUE HAN AMADO VAN INSERTOS AL AMOR, A LA CORRIENTE DEL AMOR VERTIDO."

Le pregunto qué significa eso, y añado:
"Señor, ¿sólo los que te han amado a Tí, te contemplan?"

Responde el Señor con su voz, Palabra del Señor:

" SÍ, ESO ES ASÍ. LOS QUE ME AMAN ESTÁN EN MI PRESENCIA; LOS QUE NO ME HAN AMADO PERMANECEN EN LAS TINIEBLAS. NO RECIBEN MI LUZ."

Medito en ésta, porque desde que falleció, te he rogado por ella, por su alma, en cada misa, y siempre que rezo; lo mismo que por otras muchas personas y familiares que conozco, por lo que también me revelaste en otra ocasión sobre un tío mío, llamado Antonio, del que me dijiste que "allí estaba muy solo, sin que nadie rezara por él, y que cuando muriera su mujer, ya nadie lo recordaría, para ofrecerte oraciones por su alma".

Recuerdo que me sorprendí mucho por ello, porque yo tenía de mi tío un sentido de ser una persona que era incapaz de hacer daño a nadie, "un buenazo", por más que no gustaba frecuentar la Iglesia, ni tenía gran fe... En su interno, creo que algún recuerdo infantil de Jesús, algo le quedaba, de cuando niño.
Entonces me revelaste, que " todo se mueve por el amor, y hemos de estar dentro de esta corriente que fluye desde el Padre y se extiende por todo el universo, empapándonos y empapando esta vida nuestra." "Que es muy importante, desarrollar el amor, todo el amor que podamos tener, darlo del modo más perfecto, a Dios, y también a los hombres." "Porque si amamos, nuestro espíritu es recogido por el Amor de Dios, y por el amor de todos los hombres y seres que también nos aman, porque los hemos amado".

Importa por lo tanto, acrecer este capital, "amandonos los unos a los otros" y "amando a Jesucristo"
Las personas que no disponen de este capital, o no poseen la identidad que el amor concede, después, allí andan solos, extraviados...

Le pregunté sorprendida por esta mujer, a la que tantas misas y oraciones había dedicado durante años:

"¿Las oraciones, las misas, no sirven..? Estos, sin Luz, ¿dónde están..?"

Entonces el Señor me respondió esta Palabra, Oráculo del Señor:

" EN EL PURGATORIO HAY MUCHAS ESTANCIAS; ALGUNAS SON MUY OSCURAS. LAS ORACIONES Y LA FE DE LOS CREYENTES, LES PUEDEN AYUDAR A SALIR DE LA QUE ESTÁN Y PASAR A OTRA ESTANCIA DE MAYOR CLARIDAD Y MEJOR COMPAÑÍA."

Me sorprendo en esta sabiduría con temor, por cuanto veo lo terrible que muchos recibirán según viven y lo despreocupados que están. Entonces Jesús me dice esta Palabra, Oráculo del Señor:

" HACE FALTA CREER EN MI; LA FE ES LA LUZ. TIENEN QUE CREER EN MI Y RECIBIRME."


Concluyo este artículo refiriendo a modo de resumen lo que conviene APRENDER.
La Palabra de Jesucristo restalla, y cuando dice: "HACE FALTA CREER EN MI", lo que está expresando es la NECESIDAD que tenemos de Él, aunque no seamos capaces de reconocerlo. 
Cristo no es Alguien que podemos añadir a nuestra vida, o retirar de ella, según nos acomode, sino que es LO NECESARIO. Tan necesario como el agua, como el aire...

Repite Él de segundas, pero con otra inflexión: " TIENEN QUE CREER EN MI" Y es así pronunciado LA OBLIGACIÓN, lo que entraña "condición sine qua non".
Aquí muestra en modo rotundo que no podemos optar por nuestras preferencias, ni dejarnos guiar por nuestros caprichos. Él, nuestro Señor, nuestro Dios, no puede ser postergado, abandonado no. TENEMOS QUE MIRARLO, Y CREER LO QUE NOS DIGA.

Lo que nos dijo y lo que NOS DICE. Ya lo hacen mal aquellas personas que durante dos mil diez años, se han resistido a aproximarse para tratar de CONOCERLE, y viven errados, separando su vivir de Dios y de Cristo, como si dueños de su ser y de su historia... pues hemos visto que somos "su pertenencia", por más que en Cristo podemos ser "sus hijos" y llamarle como Jesús: "Abba".

Tal vez a algunos les falte aprender que CREER EN JESÚS es orientarse a la LUZ. Porque ya entonces dijo a los fariseos que le escuchaban sin querer entenderle:

"Yo soy la luz del mundo. El que me siga no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida"     (Jn. 8, 12)

Lo que AHORA está revelando también procede de Cristo y ha de ser creído. En esto no sólo yerran los hijos del mundo, que retirados de Él no lo escuchan, sino los hijos de la Iglesia, que prosiguen anclados en "lo ALFA". Predican lo sucedido hasta su resurrección, pero rehúsan conocer y admitir lo que ESTÁ REVELANDO para los tiempos últimos: "lo OMEGA".

Y como Pedro, el apóstol declara: " Se acerca el fin de todas las cosas"

Conviene meditar en ello. Aprovechar "los talentos" que tenemos y el Señor derrama, y reconocer el tiempo en el que nos hallamos para darle con todo nuestro ser TOTAL RESPUESTA.

No nos pide imposibles, lo que nos está pidiendo es FE y AMOR. A cambio Él nos dará lo mayor: LA SALVACIÓN que esperan hallar todos los hijos del Reino.

Hace falta que la Iglesia, salga de sus límites, fijados por Ella misma, que recupere el sentido de la redención que Cristo ha depositado en sus atrios, para avivar nuevamente estas llamas. Lo que los apóstoles  hacían no contiene maravilla, sino Fuego:

"Los apóstoles hacían muchos milagros y prodigios en el pueblo; todos se reunían en el pórtico de Salomón. Los demás no se atrevían a unirse a ellos; pero el pueblo los tenía en gran estima. Y el número de hombres y mujeres que creían en él Señor aumentaba cada vez más..."  ( Hch. 5, 12-14)

Como entonces, cuando se aproximen y CREAN "lo Nuevo", verán las maravillas que el Señor derrama, y como aquellos apóstoles llenos de FE y de ardor por su MAESTRO, también las harán. 

La mayor maravilla, me pienso será volver a dar a las personas que han perdido la esperanza, los detellos de la Vida Nueva, que Cristo trae Consigo, su Banquete, con el que espera agasajarnos en el Reino. 
Si ellos, despositarios del AMOR del Padre y del Hijo, se impregnan de este potencial, y lo vierten y derraman sobre el pueblo, hallarán el gozo de las almas santas, que participan de la fiesta que Dios concede en los ágapes eternos.

...Y habrán logrado el rescate de tantos cuyo destino era la oscuridad, llevándolos a la Luz, ACERCÁNDOLOS a la corriente del AMOR para siempre.


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Contactar: esoriente90@yahoo.es

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