PERSPECTIVA ESPIRITUAL

Caminamos asidos a metas humanas. Las personas hoy, contemplan la vida desde un universo reducido en su dimensión; un universo comprendido en el "yo" de la tierra, nada más. Parece que así deba ser, en el sentir de muchos, pero esta apariencia de seguridad flaquea muchas veces, cuando la vida nos enfrenta a sus complejos interrogantes. Cuando sobreviene la enferdad, el límite y la impotencia que nos hace contemplar la pérdida o el fracaso. Es entonces cuando la meta del hombre, que sólo ha mirado sus expectativas de tierra, se torna desesperanza.
Las grandes incognitas: la vida, la muerte, Dios... siguen sin ser resueltas por ningún hombre. Y la solución no está en prescindir del sentido profundo que contiene "aquello" que el hombre no puede eliminar, ni crear, como si inexistente. Porque es verdad que existe el MISTERIO. El ámbito no humano, que completa en todo las esperanzas del hombre y las sobrepasa.
Existe DIOS, por más que los hombres y mujeres de este siglo traten de prescindir de él; por más que traten de superarlo en sí mismos, en creación que edifican desde aquello en lo que posan su poder como pequeños dioses. Esto es incredulidad.
Como negra mancha, se extiende por doquier este panorama que arrasa el verdor de lo que fuese espíritu; no lo contempla. Pero yo digo, desde lo que me cabe vivir y CONOCER que el hombre que pernanece sin Dios es tan sólo un esbozo de sí mismo. Nunca alcanzará el desarrollo pleno. Circunscribe su alcance a sólo lo que abarca la tierra, y en ello se hace pobre y queda desprovisto de su propia totalidad.
Dios nos hizo ricos, dentro de lo insignificante de nuestros cuerpos, porque al dotarnos de su ALIENTO, nos confirió el grado de desarrollo máximo, que desde la tierra alcanza lo inmortal.
Perder de vista esta NECESIDAD de vivir en el espíritu, es semejante a la del hombre que querría vivir tan sólo siendo un niño, sin desarrollar su vida hacia nada más. Semejante a quien teniendo piernas y fuerza, se acomoda a un modo de vivir paralítico y lleno de impedimientos, todos fácilmente desechables. O al que teniendo visión, cierra los ojos como si fuera ciego y así camina, sea que va todo el tiempo tropezando.
Vivimos para vivir. Y este "vivir" contiene la total plenitud, la dimensión máxima, asequible al hombre; a todo hombre. Lo diré mejor: "Nacemos en esta vida no para quedarnos en ella, sino para traspasar por completo su ámbito, insertándonos en la VIDA de Jesús."
Explica Jesús a Nicodemo (Jn. 3) como se hace este trueque y le habla de "La necesidad de nacer de nuevo" lo cual entraña para este maestro de la ley (hombre instuido y miembro del sanedrín), un contepto tan extraño, como les debe parecer HOY a muchos (instruidos también), que se les hable de "conversión". Porque es como Jesús lo plantea nada más. Nacer de nuevo, o convertirnos, requiere de nosotros, de cada cual, un cambio tan total de perspectiva, que deje de mirar todo lo que mira, y comience a mirarlo como reciennacido. Como alguien que empieza a mirarlo todo por primera vez. 
Se trata de una OPORTUNIDAD con la que borrar todos los trazos mal dados, los borrones, los abismos que durante el tiempo que sea, o se haya prolongado nuestro error, hayamos consentido. Quien permite que esto suceda, es Jesucristo. Él borra, si nosotros consentimos. Si aceptamos que queremos limpiarnos tan en profundidad que surtamos como criaturas nuevas y resplandecientes. ¿No queremos probar?
Cristo entonces, toma sobre Sí, esta opción que le damos y nos configura a llegar a ser plenos. Redimensiona nuestro ser, y si nos mantenemos a su lado y en su ejemplo, construye con su Espíritu, nuestro espíritu.
En estos tiempos por desgracia muchos viven ausentes de Dios y en rechazo silencioso o patente, de Cristo. Se aparejan a su cada día, insensibles sin detenerse a ejercer ningún pensamiento que atraiga hasta ellos "lo espiritual". Se asustan. Lo encubren, como si algo que puede enfrentarles con su "ego", como lo que les parece dañino; pero se engañan.
Mediten en lo interno de sí mismos, si han hecho todo lo posible para no perder la oportunidad que les brinda el Maestro; aún tienen tiempo, todavía... Todavía esa "persona" que discurre alienada por la vida, puede orientarse hacia la plenitud que Cristo le regala, y es dimensión eterna. Es el regalo magnífico que Dios concede a los hombres con su poder. Aquello que ningún hombre puede establecer, ni llegar a destruirlo. Cristo tiene extendida su mano hasta nosotros, espera él por más que el tiempo se acaba como explicaré en sucesivos momentos, porque "Conviene hacer el bien antes de que sobrevenga la noche. Sin luz nadie puede trabajar."


LA SITUACIÓN AHORA, para Jesucristo, es bastante inhóspita. Trataré de resumir de un modo breve sus contrastes.
De un lado, los seres humanos por doquier, entregados a "lo terreno" y alejados del "espíritu", viven aturdidos y aturdiéndose en contrasentidos, que los reducen cada día más, y los embrutecen hasta llevarlos "al sin sentido". No ponen los ojos en el ÚNICO que puede recuperarlos. Se resisten a creer. Si alguien lo predica o les habla, se burlan y lo enjuician desde su desacato. No le brindan su amistad.
De este modo, Cristo es retirado y evitado desde el rechazo, a conceder influencia que sane esta negatividad. Otros, se definen "creyentes" y en verdad lo son... pero deben aprender a tener discernimiento. Deben sopesar aquello y aquellos en los que ponen su fe.

Después de todo lo que llevo vivido en estos años, puedo afirmar que la mayoría de los "creyentes" se estiman en más de lo que son; consideran en mucho su virtud; dicen seguir a Cristo, pero esto se resiente gravemente cuando es Cristo mismo, puesto delante, el que les pide que le sigan. Aquí la fe, o lo que ellos llaman así, deja mucho que desear. Por el contrario, todos creen sin posibilidad alguna de duda en "su cura", "su obispo" y "el Papa". De este modo, otorgan a "los hombres" su fe. Una fe que puedo asegurarlo dejan de poner en Cristo que se manifiesta y les habla, y en su verdad.
Otros "creyentes", en peor modo que estos porque se consagraron al Señor, sólo obedecen los dictados jerárquicos y  se enfrentan a "la Verdad Revelada" cuando no procede de sus jerarcas, con desconfianza tan absoluta, que su actitud, bien puediera llamarse ANTIFE. 

Cristo, puesto ante ellos, no logra hacerles variar "sus planes", "sus proyectos", "sus orientaciones", que no digo no puedan ser valiosas, pero que deberían postponer hasta realizar lo que el Maestro les solicita.

Harían eso SI TUVIERAN FE, pero no la tienen; han edificado un Templo constituido en la duda, en el escepticismo, que habla del Cielo, pero se ha retirado de él; y habla de la eucaristía, pero no acoge el PAN que Cristo consagra para ellos con el que los alimenta ahora de nuevo, porque llegan tiempos difíciles. 

Han edificado un Templo con columnas frágiles, de tierra, donde lo místico y lo sobrenatural no se concede, porque NO SE QUIERE ATISBAR. Estos también tienen miedo de entenderse en el "Misterio", y posan sus plantas en la tierra, persuadidos de que el Maestro hará todo lo demás.
Ahora unos y otros, creyentes e incrédulos van a ser juzgados. El tiempo que vivimos se acaba. Y llega de nuevo Jesucristo a la tierra, para reinar. No es hora de mantenerse ociosos, ni tampoco desanimados. Es el momento de responder al Señor que dice: "Yo soy el alfa y la omega, dice el Señor Dios, el que es; el que era y el que viene, el todopoderoso." (Apc. 1,8)
Cristo, "el que viene", es CRISTO OMEGA. Todo cuanto declaro, tendrá lugar cuando él aparezca. Algunas de sus promesas y designios, ya se están cumpliendo.

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